El debate político de la semana sirvió al presidente del Gobierno y a la dirección del PSOE para desviar el foco de algo que en otro momento habría podido aguarle la fiesta: lo deslucido de un acto presentado inicialmente como una ocasión para entregarse al ... orgullo de pertenecer a un partido histórico que ha gobernado y ayudado a transformar España durante más de la mitad de las cuatro últimas décadas.
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Los reproches vertidos por el exvicepresidente Alfonso Guerra, que el pasado martes se quejó de no haber sido siquiera invitado al evento, destaparon esta semana el malestar de otros miembros del partido que consideran que, pese a su enunciado, el acto fue concebido exclusivamente a mayor gloria del propio Sánchez.
En Ferraz rechazan que fuera ese sentimiento el que explica la ausencia de la mayor parte de los barones, a excepción del extremeño, Guillermo Fernández-Vara, que forma parte de la ejecutiva, y del secretario general del PSOE andaluz, Juan Espadas, que actuaba como anfitrión. Dicen que el acto iba a haberse celebrado en Madrid y que la decisión de cambiarlo, por deseo del propio González, hizo imposible para muchos dirigentes acercarse, entre otras cosas, por la dificultad para encontrar trenes en un fin de semana de puente. «Yo mismo -alegaba un miembro de la dirección-he tenido que venir en coche.
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Fuentes cercanas al expresidente, sin embargo, ya habían advertido de que él también estaba «dolido» por cómo se habían hecho las cosas con Guerra y con otros representantes del socialismo del 82 y que algo diría durante su intervención este sábado. Así fue. Casi al subir al escenario. «Conmemorar es traer a la memoria. Recordar es hacerlo con el corazón. Y yo trato de buscar (aquí), y lamento no conseguirlo, a este personaje singular que levantaba mi mano en la ventana del Palace, que era Alfonso Guerra», dijo evocando la foto de la noche de su gran triunfo electoral. «Y lo quiero tener en esta mano», añadió.
Algunos dirigentes territoriales explican que fue «indiferencia» más que enfado lo que generó la manera de Ferraz de organizar lo que, por otro lado, fue un gran mitin ante más de 3.000 personas, en el Palacio de Exposiciones y Congresos de Sevilla, una ciudad que el PSOE señala como clave de cara las municipales de mayo. A falta de secretarios generales de federaciones y de otros rostros reconocibles, hubo desembarco de ministros. Hasta nueve. También estuvieron algunos miembros del gabinete de González como José Barrionuevo y José Luis Corcuera, y los expresidentes de Andalucía José Rodríguez de la Borbolla y Susana Díaz.
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José Luis Rodríguez Zapatero, a quien el expresidente no ahorró un discreto zarpazo, cubrió su ausencia con un vídeo en el que explicó que había tenido que viajar a Brasil para estar al lado de su «amigo» Lula Da Silva, que este domingo se enfrenta a Jair Bolsonaro en la segunda vuelta de los comicios presidenciales.
En su intervención, González no solo miró al pasado. Además, puso deberes al actual Ejecutivo: el principal, el combate de la desigualdad. Incluso por delante de los avances en derechos. Y a la ministra de Hacienda, María Jesús montero, le lanzó un aviso : «a la fiscalidad hace falta darle un repaso de arriba a abajo».
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