De aspirar a lehendakari a concejal clave en Torremolinos

Hace poco más de un año, De Miguel se trasladó a pasar una temporada a Torremolinos. Entonces, relató a este periódico que tenía problemas de salud y que iba a la Costa del Sol en busca del calor que no encontraba en San Sebastián. Pero no solo eran las molestias de las cervicales. Su vida no atravesaba el mejor momento, se encontraba estancado y «muy quemado» a nivel personal y profesional, y ya no le quedaba familia cercana ni en Donostia ni en su querida Navarra. Dice que le faltaba alegría. Y en la localidad malagueña vio una salida. «No sé cómo explicarlo», dice. La primera vez que pisó esa tierra fue durante unas vacaciones y se enamoró, fue un flechazo. «Me dije que ese era el lugar en el que yo quería vivir. Me sedujo la ciudad, su luz, su gente, el ambiente de libertad que se respira. No conocía a nadie, llegué solo, pero hacía muchos años que no me sentía tan feliz como lo estoy aquí. Y poco a poco me he ido rodeando de gente maravillosa», destaca. Por eso decidió instalarse allí. Con 55 años lo hacía ya o no lo hacía nunca. Optó por el sí y cambió radicalmente de vida. «A veces me parece que es un espejismo, pero esto es real». Cada día que pasa siente más que ha hecho lo correcto.

–O sea que se ha reseteado como persona.

–Sí. Exactamente es eso. Sobre todo, porque he recuperado ilusiones que creía perdidas. Lo hice también por higiene mental. Lo único del pasado es Harry, mi gato, que por supuesto me lo traje conmigo. Y aquí estamos los dos.

Hace más de un año dejó su trabajo en San Sebastián, pero mantuvo su militancia en Ciudadanos. De hecho, esta es hoy su actividad profesional. Por primera vez va a vivir de la política. Y tiene a su favor un elemento crucial: De Miguel cuenta con la total confianza de Albert Rivera. Le eligió como portavoz naranja en Euskadi y como candidato de su partido a la Lehendakaritza en 2016. Y en su nueva aventura de candidato a alcalde de Torremolinos, también cuenta con el respaldo del líder de la formación naranja.

Tras las elecciones del pasado 26 de mayo, Ciudadanos pretende poner orden en un Ayuntamiento que ha sufrido numerosos vaivenes y crisis internas, y lo hace con una lista renovada que lidera el político donostiarra. «Los resultados no fueron todo lo buenos que esperábamos. Sin embargo, estamos muy contentos porque la aritmética ha convertido a nuestro partido en absolutamente decisivo. Y haremos lo mejor para la ciudadanía. Pero, de momento, está todo muy abierto». «Lo que toca ahora es debatir y estudiar sin prisas posibles pactos», subraya.

El político donostiarra ha trabajado durante más de treinta años tanto en la empresa privada como en la pública. Su actividad en la política comenzó en Izquierda Unida, y llegó al partido liberal después de haber militado en UPyD. Estas piruetas de una formación a otra le han ocasionado más de una crítica. Incluso algunos colegas le han afeado «esos cambios de chaqueta».

–¿Qué les diría a quiénes le recriminan por su militancia en diferentes partidos?

–Yo siempre he sido coherente y estoy muy orgulloso de mi militancia política. Y algo muy importante; jamás he vivido de la política. Nunca he cobrado un duro. En mi juventud milité en Izquierda Unida porque me parecía la mejor opción para luchar por los derechos de la gente. En ese partido estaban, a mi juicio, las banderas de la libertad. Eran los años ochenta. Y luego he ido evolucionando. ¿Una persona no puede cambiar?

–¿Y cómo se ve Euskadi a mil kilómetros de distancia?

–Pues no la veo con tanta distancia por una sencilla razón: todos los días, todos, hablo con mis amigos, los de toda la vida. ¡Hace un rato he hablado con una compañera de mi instituto! Y, por supuesto, pese a estar feliz en mi nueva vida, no reniego de mi tierra. Pero tampoco la echo de menos. Precisamente por eso, por la relación diaria con la gente de allí. Gracias a ellos respiro Donostia y la siento muy cerca.

Bromea con que estos días su casa parece un hostal. Está llena de amigos donostiarras. Algunos aprovechan para conocer de cerca la 'Pride', es decir, la Semana Gay, y otros, simplemente para hacer turismo. «Todos se quedan sorprendidos, tenían una imagen muy equivocada de Torremolinos. Hasta que vienen. Desde mi casa pueden ver el mar de Alborán... y se quedan fascinados», relata. Hace ocho años que Nicolás de Miguel no tiene pareja, pero admite que tampoco la echa de menos. «La mía es una soledad elegida. Estoy genial así. Y tengo amigos fantásticos», apunta.

Ahora, como concejal, una de sus prioridades es trabajar «lo mejor posible» por su nuevo municipio y, sobre todo, quiere reivindicar la cultura, «que Torremolinos no solo sea sol y playa, sino mucho más. Además, tenemos Málaga al lado, que culturalmente es un lujo». Y no le falta razón, la capital andaluza se ha consolidado como la quinta capital de España que destaca por la calidad e innovación de su oferta cultural, tras Madrid, Barcelona, Bilbao y Valencia.