óscar b. de otálora
Martes, 1 de mayo 2018
ETA pretende llevar a cabo su disolución en las próximas horas tras cerrar uno de los principales problemas internos: la existencia de un grupo disidente que no comparte las formas del final de la violencia. Este sector minoritario se encuentra detrás del robo de ... pistolas y explosivos llevado a cabo en los días previos al desarme escenificado el 8 de abril de 2017. Y es también el motivo de que la banda vaya a crear una comisión que supervisará que nadie utilice las siglas o los símbolos de la banda sin el control de la línea oficial.
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El último episodio de este cerco sobre los disidentes se produjo el pasado 25 de abril, cuando la banda hizo llegar a la Fiscalía de Bayona la localización de dos cajas con 24 pistolas que había abandonado junto a un contenedor de basura en la capital labortana. Según distintas fuentes, este arsenal formaba parte del lote que los críticos sustrajeron antes de que ETA se deshiciera de sus zulos y que la banda quería recuperar.
El robo de una parte del material se conocía desde hace un año. Tal y como publicó EL CORREO, los propios etarras habían enviado una carta a la Comisión Internacional de Verificación (CIV) en la que explicaban que habían perdido el control de parte de sus arsenales. Posteriormente, en noviembre de 2017, el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo emitió un informe sobre la derrota de ETA en el que ya se citaba la intervención de grupos disidentes en la desaparición de las armas de la banda.
El dosier del Memorial recordaba que la organización había hecho llegar a los mediadores un inventario de las armas controladas, es decir, de los zulos que sí tenía bajo su supervisión. Una parte de sus arsenales la daba por perdida al carecer de los planos de los depósitos o por considerar que estaban controlados por las fuerzas de seguridad. Una vez que el 8 de abril se produjo la entrega del armamento, fue evidente que no había aparecido una parte importante del material que la banda decía tener en su poder. La lectura que realizaron los expertos en la lucha antiterrorista fue que las armas habían sido robadas por disidentes, los únicos que podían tener acceso a los escondites. Según el recuento realizado por el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, se trataba de 40 pistolas y 300 kilos de explosivos.
Desde esa fecha se han producido presiones a las personas que ETA creía que podían estar detrás de este robo. Fuentes conocedoras de la situación han asegurado que en este proceso se ha hecho llegar a algunos críticos que «por las buenas o por las malas» se iban a recuperar las armas. Es en ese contexto en el que se produjo la entrega de Bayona de hace dos semanas.
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Además de ser contrarios a la forma en la que se está desarrollando el proceso de disolución -aunque sin expresar en ningún caso una apuesta por la vuelta a la violencia-, el sector disidente ha estado activo también contra la decisión de la banda de pedir perdón a parte de sus víctimas. Estos críticos están agrupados alrededor de ATA (Amnistia Ta Askatasuna), el colectivo que reclama recuperar la petición de la amnistía y que ha calificado de traidores a los dirigentes de la izquierda abertzale por considerar que han abandonado a los presos a su suerte. Media docena de los reclusos con mayores condenas y que pertenecen al colectivo más violento e irredento de las cárceles les ha prestado su apoyo.
La cabeza visible de este sector -minúsculo y sin apenas capacidad de influencia- es Jon Iurrebaso, un exetarra que participó en las conversaciones entre la banda y el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Este antiguo activista hizo pública una dura misiva, después de que la organización terrorista pidiera perdón a parte de sus víctimas, en la que exigía a ETA que se disculpara ante la sociedad vasca «por abandonar la lucha sin haber conseguido sus objetivos». Iurrebaso agregó que también debía disculparse por «haber entregado su arsenal armado». El tono tan radical de Iurrebaso ha provocado incluso el malestar de algunos de sus compañeros, que le han pedido que respete las decisiones de la banda, ya que el objetivo final es intentar conseguir mejoras para los presos.
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En ese contexto, la organización terrorista va a crear una comisión que actúe como guardiana de los símbolos -los sellos, el anagrama, en definitiva, la imagen de marca- para que no pueda ser utilizada por los grupos disidentes para erigirse herederos de una supuesta ortodoxia. Según ha podido saber este periódico, en este grupo podrían estar presentes algunos antiguos dirigentes de la izquierda abertzale.
Otro de los objetivos de este grupo será prestar apoyo al escaso número de huidos que todavía se encuentran en la clandestinidad en distintos países y que, en bastantes casos, siguen necesitando la ayuda de la organización terrorista.
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