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El tablero político español llevaba tanto tiempo anquilosado que el calculado movimiento de Inés Arrimadas ha descolocado a todos los jugadores y agitado el feroz bibloquismo entre izquierda y derecha que hasta ahora dominaba la España de la moción de censura. Ha desconcertado al PP, ... al independentismo, al PNV e incluso a Podemos, que ha tenido que acatar lo negociado por el PSOE. Hay quien barrunta un cambio de era, algo desmitificado incluso por sus protagonistas, pero Ciudadanos ha movido ficha y Génova se ha puesto a la defensiva. Algo se mueve en el centroderecha. Arrimadas insiste en que su acuerdo con Pedro Sánchez es puntual, que sigue teniendo muy claro que su gestión es «nefasta» y que reeditar aquel 'pacto del abrazo' de 2016 entre Sánchez y Albert Rivera es ciencia ficción. Sí, pero ha pactado, y ya se sabe que el primer movimiento no sólo sugiere las intenciones del jugador, también puede ser determinante para conocer el resultado final de la partida. Porque la hay. Atentos a la negociación de los Presupuestos de 2021, momento que decidirá la fecha de caducidad de Sánchez en La Moncloa. El Gobierno sigue haciendo guiños a Cs como estrategia de desgaste hacia el PP y Arrimadas, lejos de dejarse utilizar, se está dejando querer.
Así lo creen en el Partido Popular, que no ocultan su sorpresa y confiesan que los coqueteos que empiezan a verse en comunidades como en Madrid puede que no sean tan casuales. Aquí, la crisis sanitaria está provocando una fuerte marejada interna en el Gobierno liderado por Isabel Díaz Ayuso, donde su 'número dos', Ignacio Aguado (Cs), quiere marcar perfil propio y no evita, e incluso busca, las desavenencias públicas con su jefa. Pese a todo, los populares dicen estar «tranquilos» porque es «inviable» que pacten nada con Podemos. «Sería su suicidio para ellos», aseguran. Hay ruido, pero nada se ha roto en Madrid o Andalucía ni tampoco se romperá la coalición en Euskadi. El relato oficial se centra ahora en llamar a la calma. «Nuestra colaboración es buena», recalcó Pablo Casado.
Lo hizo, y esto no es baladí, tras recordar que si Ciudadanos tiene grupo en el Senado es gracias a la generosidad del PP. Olvidar en política es demasiado fácil y en Génova quieren evitar cualquier fuga de agua en el momento de mayor debilidad del Gobierno. La estrategia del partido liberal ha alentado, además, las críticas hacia el rol que ha jugado el presidente de los populares en la decisiva votación celebrada el miércoles para aprobar la cuarta prórroga del estado de alarma. Las críticas han sido muchas e incluso desde dentro de las filas conservadoras. No tanto por el signo de la votación -abstención-, sino por las formas y la estrategia seguida, dando aire a Ciudadanos, al PNV y quedando ellos en la irrelevancia.
El 'pacto estrella'
Comenzaron la semana siendo determinantes y llegaron al Congreso con todo el pescado vendido. El martes por la noche, Arrimadas eclipsó los titulares. A la mañana siguiente, los de Andoni Ortuzar recogieron el testigo. Por contra, si el PP llega a anunciar su abstención el lunes, hubieran zanjado el debate porque el estado de alarma hubiera salido sí o sí. Pero no, nada de eso se hizo y la bola de nieve comenzó a crecer y crecer hasta el punto de dar una valioso balón de oxígeno a Pedro Sánchez. Fue un 'win-win' de manual. Por un lado, ganó el presidente porque demuestra que puede pactar con la oposición advirtiendo también a ERC de que no son tan relevantes como se creen. Y, por el otro, venció Arrimadas porque vuelve a estar en el foco horas después del congreso que le encumbró hasta la presidencia del partido naranja. No sólo eso. Se erigió en la garante de que las medidas económicas y sociales que también pedía el PP puedan desarrollarse. Con sólo diez diputados.
«Es verdad que todo pudo hacerse mejor, pero cualquier voto se hubiera criticado. Si votamos a favor, porque seguimos regalando a Sánchez el mayor poder jamás tenido por un presidente con una gestión nefasta; si nos abstenemos, porque nos ponemos de perfil; y si votamos 'no' porque hacemos seguidismo de la radicalidad de Vox. No teníamos nada que ganar», lamenta un dirigente del Partido Popular.
algo se mueve
En la formación conservadora, e incluso dentro del grupo parlamentario, había voces para todos los gustos. Pero a diferencia de lo que ha trascendido, el debate no era abstención o 'sí', el dilema era abstención o 'no', desvelan varios cargos consultados. En el bando posibilista destacaba el presidente gallego, Alberto Núñez-Feijóo, la madrileña Isabel Díaz Ayuso y el andaluz Juanma Moreno. La decisión la tomaron en el último minuto Casado y su secretario de Organización, Teodoro García Egea. El sanedrín de Génova es reducidísimo.
El hermetismo fue tal, explican estas fuentes, que los propios diputados se enteraron de lo que tenían que votar tras escuchar a su presidente anunciándolo en la tribuna de oradores. No sólo eso. Luego improvisó una videoconferencia con ellos a través de la aplicación Zoom (la mayoría tuvo que votar de forma telemática) para explicarles la abstención y la «confusión» generada con tanto hermetismo. Lo que sí recalcó es que el PP es «un partido de Estado, serio, pero también es una alternativa de Gobierno», y si hay una quinta petición para prorrogar el estado de alarma votarán 'no' en lugar de abstención si nada cambia.
Casado y los suyos han cerrado filas y la autocrítica es mínima al tener el viento a favor de unas encuestas internas que sólo pueden ir a mejor cuando la crisis arrecie y el Gobierno comience a resentirse. Pese a todo, su estrategia es muy cuestionada por exaltos cargos próximos al 'sorayismo' e incluso desde las filas de otros partidos. «Sinceramente no entiendo a Casado. Lo tiene todo a favor. Si se viste de estadista y sale al rescate del Gobierno, lo tiene hecho en las próximas elecciones», confiesa un exministro socialista.
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