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Ni es un movimiento aislado ni es inocente. Es más, le precede un acuerdo en el Parlamento vasco sobre transición energética y cambio climático, y otros presupuestarios en Oyón e Iruña de Oca; también las numerosas declaraciones del cartel abertzale Pello Otxandiano. Pero lo ocurrido ... en Vitoria no es lo que tuvo lugar en Pamplona. Son hechos de distinta naturaleza.
Qué hacer con la izquierda ultranacionalista es asunto crucial hoy. Se puede establecer un cordón sanitario, en la línea de no haber permitido la legalidad y normalización política de un cuarto de la ciudadanía vasca después de la derrota de ETA. En el lado contrario, se puede hacer como que son uno más en el juego político, obviando su pasado y su vinculación con el terrorismo, pero, sobre todo, su proyecto político persistente que contempla la sociedad vasca de manera exclusivista y excluyente. En medio queda el aceptarlos como jugadores, pero a los efectos del día a día parlamentario y municipal, votando a favor o en contra de cosas de los demás, como ha sido siempre, incluso cuando justificaban a los que mataban por sus mismas ideas.
Este es el caso del presupuesto municipal de Vitoria. Todos sabemos lo que busca Bildu, pero todos los días todos trabajan con ellos y con sus números. En ningún escenario político se ha hecho como si no existieran y se han descontado sus escaños para propiciar otras mayorías distintas. Entonces, siendo como es así, no tiene nada que objetar, todo lo contrario. Bildu está jugando su partida, no es ningún secreto, y, en la medida en que se soporte en los argumentos del apoyo al presupuesto gasteiztarra (protección social, vivienda, promoción económica, transición energética e inversiones en proyectos) y no en pesadillas comunitaristas ultras, le irá bien. Vamos, política a la irlandesa después del tiroteo, demostrando profesionalidad, aparentando ajenidad con lo anterior y preocupación especial por temáticas sociales mirando a un electorado joven. Sin olvidar que demuestran tener los pies en el suelo y no aspiran de momento a asaltar ningún cielo.
Lo mismo para socialistas que para nacionalistas, el de Vitoria es también un triunfo, tanto institucional como político. Facilita el entendimiento entre agentes. Desplaza de nuevo y sin argumentario consistente a los extremos respectivos (PP y Podemos). Revaloriza el factor local menos partidario (la Diputación no sacó las Cuentas con los mismos protagonistas, aunque en coyunturas diferentes). Te relacionas con el cuestionado de manera razonable. Alcanzas un objetivo tangible que favorece al conjunto de los ciudadanos y no vendes en el mercadeo las joyas simbólicas de la familia ni te humillas ante nadie.
Solo desde una mirada apocalíptica y ajena a la realidad se puede tomar lo de Vitoria y lo de Pamplona por lo mismo. Es claro que forman parte de una misma estrategia para algunos, pero esos son los límites y posibilidades que marca la realidad actual, y dentro de ellos hay espacio tanto para la lógica como para la sinrazón, como se ha visto.
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