![«Hay jóvenes saturados de nacionalismo que abrazan un marxismo impensable en Euskadi»](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202206/17/media/cortadas/rivera17-kH5D-U170444052675UL-1248x1170@El%20Correo.jpg)
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El catedrático de la UPV y director del Instituto de Historia Social Valentín de Foronda, Antonio Rivera, acaba de ganar el premio Carreras Ares de Historia Contemporánea por su obra '1973. El día en que ETA puso en jaque al régimen franquista', un riguroso análisis ... sobre el asesinato de Carrero Blanco.
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- ¿Qué supuso?
- Es, sin duda, una de las piezas que explican la Transición. Era la mano derecha del dictador, llevaba trabajando con él desde 1939 y había muchas posibilidades de que le sucediera. Pero eso no implica por sí solo que, si no hubiera muerto Carrero, hubieran cambiado las cosas.
- Hagamos ese ejercicio. ¿Qué cree que hubiera pasado?
- Creo que hubiéramos acabado, más o menos, en lo mismo. ¿Por qué? Más allá de la posición inmovilista del almirante, había una gran presión de los grupos de la oposición y sobre todo de una población española que se había desarrollado mucho en términos socioeconómicos y quería algo parecido en términos políticos. Había unas élites que sabían que los mercados se limitaban si no cambiaba la situación y una fuerte presión externa porque España era ya la última excepción dictatorial. Un sólo individuo no habría variado la Transición. Con Carrero o sin él, habría acabado la dictadura.
- Recuerda en su libro que ETA siempre se confesó más nacionalista que antifranquista, pero Carrero sirvió para dar esa imagen.
- Es claro que ETA atesoró en ese momento un gran prestigio y una gran capacidad para interferir en la realidad política española. Es algo que los sitúa como un grupo antifranquista de referencia e incluso sitúa la violencia como una vía para oponerse al régimen.
- Tumba su obra la teoría de la conspiración. Ese hombre del traje gris que da en el hotel Mindanao las primeras instrucciones.
- Yo lo que he hecho ha sido leerme todo lo que se ha escrito sobre el asesinato de Carrero que es una gran producción, una biblioteca entera. En la inmensa mayoría hay una explicación conspirativa: cualquiera, menos ETA, podía haber cometido el atentado. Pero cuando hacemos la microhistoria, vemos que fue posible por un cúmulo de coincidencias, incapacidades de algunos y mucha suerte de otros. Lo imposible es pensar que fueran la CIA o la KGB como se ha afirmado, o los servicios del propio régimen -que el almirante había creado-. Es cierto que hay multitud de sospechas. Los servicios de información españoles están compitiendo entre ellos. Todo eso permite que unos jóvenes -'Argala' tenía 24 años- puedan hacerlo.
- Los etarras dejaron pistas y no pudieron llamar más la atención. Roban en una comisaría, asaltan una armería, hacen prácticas en la casa de campo, se les dispara dos veces una pistola en el piso.
- Sí, son actuaciones insólitas que pudieron dejar a la vista la existencia de un comando de ETA. Ilustra muy bien ese espíritu revolucionario de los años 70. No nos podemos poner en esa situación. Los miembros del 'comando Txikia' son muy jóvenes y saben la trascendencia de lo que van a hacer. Hubo otros aspectos insólitos, como una reunión de la plana mayor de ETA en Getafe, con 30 líderes.
- Llama la atención que la CIA no detectara nada, a pocos metros de la embajada estadounidense, en plena visita de Kissinger.
- Sí, es una de las cosas más raras. Los miembros del comando cada poco tiempo estaban en la parada de bus frente a la embajada. Y se incrementó notablemente la seguridad por la visita y los etarras modificaron algunos horarios. Estuvieron en una de las dos o tres manzanas más protegidas de aquel Madrid, y pudieron hacerlo.
- La ETA de la Transición insiste en la idea del «Pueblo Trabajador Vasco», un término que ahora están recuperando algunos. ¿Le preocupa la coincidencia?
- En los años 70 se usa esa expresión, que es un término inventado por ETA para identificar un sujeto colectivo que aúna el carácter nacionalista y marxista de la organización y su entorno. Que 50 años después haya sectores juveniles que utilizan este término nos tiene que hace reflexionar. Entonces había más de nacionalismo que de marxismo y ahora hay más de lo segundo porque el nacionalismo se les supone, es de donde vienen estos jóvenes. Es un marxismo muy tosco.
- De manual, de finales del XIX.
- De manual y una lectura hasta estalinista. Un anhelo que es impensable en el país donde vivimos, con casi 30.000 euros de renta per cápita. Es un planteamiento que, en esos términos, no parece que se sostiene y, sin embargo, está ahí.
- ¿Cómo se lo explica?
- Es posible que estemos ante una juventud que se ha saturado de nacionalismo y que cree que no le da respuesta, que se distancia de la acomodación de la izquierda abertzale a los mecanismos institucionales y se atrinchera en argumentos que no tienen parangón más que en Corea del Norte. Ni siquiera en Cuba. En otros lugares hay un populismo pero no este marxismo tosco, estalinista, es algo muy específico del caso vasco. Se nota en la universidad y, esto es importante, solamente en la rama de euskera. Yo doy Historia Contemporánea en la UPV y no tengo alumnos estalinistas pero mis colegas de la rama de euskera los tienen. No uno, varios. Hace cinco años no había. No me lo explico.
- Empiezan a ser visibles.
- En Euskadi se han puesto carteles en favor de Putin y contra Ucrania. Ha llegado a haber manifestaciones; las ha habido también en Berlín, pero con otras características. Pero aquí de manera inopinada. Carteles defendiendo la invasión del Donbass. Hay pensamientos, ideologías, al margen de la realidad.
- Peleas de jóvenes en la parte vieja, grandes tensiones en la izquierda abertzale. ¿Empieza a haber un caldo de cultivo que puede degenerar en la violencia?
- Es muy difícil saber qué va a pasar. Un grupo violento, para tener proyección en el tiempo, aparte de su voluntad y logística, necesita apoyo del entorno social. Si no hay ese apoyo, puede haber un fogonazo pero no habrá continunidad. En estos momentos, ese grupo de jóvenes multiplica por varias cifras a los jóvenes que crearon el primer EKIN o la primera ETA pero, sin embargo, el apoyo social no tiene nada que ver. Me niego a pensar que en el entorno social pueda haber ni un pequeño porcentaje que pueda asistir de forma receptiva a un repunte o reinicio de la violencia. Y es algo que tendría menos enganche porque el apoyo anteriormente vino por la vía del argumento nacionalista y no del izquierdista.
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