Ni Sánchez ni Núñez Feijóo. Como insisten en recordarnos PNV y EH Bildu, las vascas y los vascos no decidiremos el 23-J quién de los dos será el próximo inquilino de La Moncloa sino, a lo sumo, quién defenderá más y mejor los intereses ... de Euskadi en el entramado institucional español. Andoni Ortuzar explicaba la importancia del voto útil en estos comicios en clave vasca: «Ese domingo, ninguno de nosotros tendrá una papeleta en sus manos donde figuren sus nombres como cabeza de lista». Y sí, en cambio, los de los llamados a ejercer la defensa y, a poder ser, la mejora de nuestro régimen fiscal y estatutario en las Cortes Generales. Una tarea que, previsiblemente, requerirá en esta ocasión redoblar esfuerzos, teniendo en cuenta que el mismo no goza de alta estima para alguna de las formaciones que puede llegar a tener la llave de la gobernabilidad.

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En tiempos en los que las derechas hablan de derogar todo lo derogable para volver a la casilla de salida, que el candidato del PP necesite de Vox para formar gobierno constituye algo más que un motivo de intranquilidad para las formaciones soberanistas. Incluso pudiera ser lo único que consiguiera reeditar un amago de colaboración entre ambas pese a su enconada rivalidad, haciendo de la necesidad virtud como muro de contención frente al enemigo común. Y no solo porque la agenda social y moral de la ultraderecha de miedo, a tenor del neoconservadurismo y la xenofobia de los que hace ostentación, sino por la aversión que la formación que lidera Santiago Abascal ha mostrado siempre hacia el Estado de las Autonomías, al que se refiere ya en su acta fundacional como «un intento bienintencionado, pero fallido, que no ha cumplido el objetivo de integrar a los nacionalismos periféricos, contribuyendo a la exacerbación de sus pulsiones separatistas».

En su lugar, Vox aboga por la creación de «un Estado unitario fuerte y eficiente, con un gobierno y un parlamento único, aunque administrativamente descentralizado», se supone que en delegaciones provinciales, y «capaz de acomodar y reconocer –sobre el papel– la pluralidad histórica y cultural de nuestra Nación», aunque en la práctica sus primeras medidas allá donde hasta ahora ha podido y le han dejado tocar gobierno apunten a una concepción del Estado uniformizadora, en favor del español y lo español.

Y es que, pese a que semejante declaración de intenciones se haya silenciado según ha entrado a formar parte de algunos gobiernos, como Andalucía, Castilla y León o Valencia, el desmantelamiento del Estado autonómico sigue estando en el ADN de la ultraderecha y en el discurso desacomplejado de sus candidatas y candidatos que defienden la superación del mismo, por «debilitar la unidad nacional, la igualdad y la solidaridad de los españoles ante la ley».

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La pregunta incómoda es para el aspirante Nuñez Feijóo, expresidente de la Xunta de Galicia y se supone que autonomista convencido y para aquellos que se estén planteando facilitar su camino a la presidencia. ¿Corre peligro el Estado de las Autonomías en virtud de una posible alianza de la derecha que permita la entrada en el gobierno de Vox?

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