Pedro Sánchez no es Emiliano Zapata, dispuesto a morir de pie antes que vivir de rodillas, ni es el general Patton, que medía el éxito no por lo alto que subes, sino por lo rápido que te reincorporas cuando has tocado fondo. Sin embargo, algunas ... de sus decisiones y actuaciones públicas parecieran estar inspiradas en la misma épica.

Publicidad

El sorprendente anuncio del adelanto electoral tras el batacazo de la izquierda española el domingo, en unas elecciones locales y autonómicas en las que la derecha votó como si fueran unas generales, es uno de esos golpes de efecto a los que el líder socialista nos tiene acostumbrados, destinados a engrandecer su leyenda de resiliente y audaz estratega, curtido en mil batallas y capaz de resurgir de sus cenizas cuando todos le daban por muerto.

Hasta ahora ha sabido dar la pelea hasta el último minuto. Lo demostró enfrentándose a Mariano Rajoy, a quien obligó a renunciar tras presentarle una moción de censura orquestada junto a Pablo Iglesias; y a Susana Díaz, la poderosa lideresa socialista de Andalucía, a quien arrebató la secretaría general de su partido tras unas controvertidas primarias en las que no dudó en denunciar públicamente las oscuras maniobras de ciertos poderes empresariales y mediáticos ligados al PSOE más moderado para evitar que llegase al poder en España una opción nítidamente de izquierdas. Pero esta vez lo tiene complicado.

Con el mapa de la Península Ibérica teñido de azul casi al completo, lo que presagia un «agotamiento de ciclo», el presidente del Gobierno decide llamarnos de nuevo a las urnas el 23 de julio, en lo que parece un último y desesperado intento de movilizar el voto de la izquierda y centroizquierda fracturada entre el PSOE, Sumar y Podemos y aglutinarlo en torno a su figura, ante el temor de perder el poder frente al avance de la derecha y la ultraderecha (PP y Vox).

Publicidad

Hay quienes dicen que es un salto al vacío. Una apuesta de alto riesgo en pleno tsunami antisanchista. Unos lo llaman valiente. Otros le dicen loco. La mayoría asegura que no tenía otra. Pero lo que no se puede negar al inquilino de Moncloa es su gran manejo de los tiempos. En menos de 24 horas. Sin dar tregua a sus adversarios de degustar las mieles del triunfo ni a sus compañeros y socios de gobierno de lamerse la hiel de sus heridas, el general Sánchez sale de su laberinto y retoma la iniciativa política desviando el foco de atención de su derrota y, responsabilizándose personalmente de la debacle electoral de su partido, intenta desactivar el malestar interno y frenar el desgaste y la desmoralización en sus filas.

La derecha ha mostrado su enfado por lo precipitado de esta decisión que parece haberles cogido con el pie cambiado, pese a que Núñez Feijóo hizo suya la letanía del «márchese Sr. Sánchez» exigiéndole que hiciera lo que ahora ha hecho casi desde que sustituyó al frente del PP a Pablo Casado y sus altavoces mediáticos no han dudado en interpretarlo en clave de autoinmolación y de suicidio político. En un mes y 26 días veremos si están en lo cierto o si, una vez más, contra todo pronóstico, los astros siguen de su lado y el muerto sigue vivo. Con Sánchez, nunca se sabe.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad