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Si anda como un pato, tiene plumas de pato y grazna como un pato, lo más probable es que no sea un canario. Más bien un aguilucho», comentan en tertulias y en redes sociales quienes parecen más interesados en demostrar que Víctor de Aldama era ... una especie de doble espía infiltrado, el brazo ejecutor de un complot diseñado en las cloacas del 'deep state' para derrocar a este Gobierno por disruptivo, con la inestimable ayuda de un puñado de jueces ultraconservadores movilizados a demanda por José María Aznar y su elocuente «quien puede hacer, que haga», que en desentrañar si lo que dice es cierto y si lo que empezó siendo el 'caso Koldo' acaba siendo el 'caso PSOE'. Algo que solo la justicia podrá finalmente determinar.
Reconozco que yo misma no termino de ver claro la naturaleza, filiaciones e intenciones del denominado «nexo corruptor» a quien, tras salir de prisión, hemos visto rodeado de una serie de figuras tan controvertidas como él. Quien hace año y medio iba con Koldo García, exportero de discoteca y 'machaca' de José Luis Ábalos, se wasapeaba con el propio exministro y se retrataba con Pedro Sánchez celebrando sus victorias electorales en la sede de Ferraz, presume ahora de haber sido colaborador de la CIA y de la unidad antiterrorista de la Guardia Civil, se hace escoltar por el líder del movimiento ultra Desokupa, segurata de aires neonazis, o delega su portavocía en el periodista Ramón Bermejo, a quien muchos recuerdan de su amistad con Antonio David Flores -ex guardia civil expulsado del Cuerpo y exmarido presuntamente maltratador de Rociíto- durante los años en los que éste era socio editorial del temible abogado, fugitivo y presidiario Emilio Rodríguez Menéndez, en un pasquín amarillista llamado 'Dígame', creado exprofeso para hundir el prestigio de quienes osaran desafiarle.
Qué persigue Aldama aireando tan inquietante hoja de vida y rodeándose de personajes de tan dudosa reputación y escasa credibilidad es para mí un misterio que no sé si, como estrategia de defensa, le beneficia o le perjudica. Pero ello no invalida per se la verosimilitud de su testimonio. La impresión que una saca es que todos los aludidos forman parte del mismo ecosistema. La España más negra, hortera y lumpen, la de los bajos fondos. Una ciénaga de putrefacción en la que el comisionista de moda es sólo un pececillo más de los que habitualmente chapotean en los arroyos del poder. Gente chusca y sumamente vulgar.
En palabras de Ignacio Varela en 'El Confidencial': «No es fácil saber qué resulta más estrafalario: que en el seno del Gobierno más progresista se haya formado el amasijo de golferías, bribonadas y granujadas entrelazadas que ahora vamos conociendo por entregas, o que se permitiera que un arribista desaprensivo como el tal Aldama acumulara tamaña cantidad de información explosiva sobre los manejos turbios de los máximos responsables políticos del país». La corrupción no existiría si quienes la practican cuidaran algo más sus compañías y dejaran de sentirse impunes confiando en que al final todo suele tener un precio, incluso la verdad.
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