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Curioso país este, en el que su presidente anuncia una 'ley de paridad' a escasos días del 8-M para hacer cumplir otra aprobada hace ya más de quince años, la Ley para la igualdad efectiva de hombres y mujeres, en un momento de máximo ... descrédito de su Gobierno y su partido en términos de respeto a los derechos de éstas: cuando 700 delincuentes sexuales han visto reducidas sus condenas y acaba de destaparse el enésimo caso de corrupción que presuntamente sitúa a diputados socialistas en «polvorientas» orgías con «señoritas de alterne», mientras la 'ley de abolición de la prostitución' sigue en el limbo; por no hablar de la 'ley trans' que ha conseguido dividir y enfrentar al movimiento feminista hasta límites asilvestrados.
«Si las mujeres representan la mitad de la sociedad, la mitad del poder político y la mitad del poder económico debemos hacer que esto se haga efectivo promoviendo las listas cremallera en la Ley electoral y la paridad en el Consejo de Ministras y Ministros; en los consejos de dirección de las grandes empresas; en las juntas de gobierno de los colegios profesionales y en los jurados de reconocimiento público», argumenta Sánchez a la reconquista del voto femenino, con la misma solemnidad con que Abraham Lincoln hablaba de la abolición de la esclavitud. Lo cual no es mucho más que lo que propugnaba la ley de Zapatero. Solo que entonces, ni en el sector público ni en el privado se llegaron a establecer sanciones por su incumplimiento, quedando la norma en papel mojado, sobre todo en las empresas del Ibex-35, donde el asunto se dejó en manos de la (i)responsabilidad social corporativa que ha permitido que sus consejos de administración sigan siendo un feudo masculino.
El único aspecto de la Ley de igualdad de obligado cumplimiento fue la incorporación de mujeres a las listas electorales, lo que ha equilibrado bastante su presencia en política, sobre todo desde que los hombres que siguen dirigiendo los partidos se percataron del tirón y la capacidad de movilización de la tercera y cuarta olas del feminismo y pensaron que sumarse a ese carro supondría un gesto que el electorado femenino, sin duda, «sabría apreciar».
Ahora el problema de paridad lo tiene el matriarcado de Unidas Podemos y algún otro partido, como el PNV, que se ha lanzado a llenar sus listas electorales de señoras.
Viendo el cartel de las próximas elecciones municipales y forales en Euskadi está claro que las mujeres estamos en el buen camino para llegar a ocupar cargos de máxima responsabilidad pública. Pero conviene no perder de vista que nuestra sola presencia (meritoria o impuesta por ley) en los órganos de gobierno de las instituciones o de las empresas no garantiza que se lleven a cabo políticas igualitarias. Para ello es preciso que las que lleguen a lo más alto de la cadena de mando abandonen la sumisión y se atrevan a ejercer un liderazgo transformador permitiendo que otras que no lo tienen tan fácil puedan romper sus propios techos de cristal. Y eso ya es otro cantar.
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