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Por si la controversia judicial por la ley de amnistía o la estrategia de demonización de sus alianzas políticas con EH Bildu para desalojar a UPN del Ayuntamiento de Pamplona no fueran suficiente desafío, Pedro Sánchez empieza a padecer los inconvenientes de gobernar en compañía ... de alguien tan necesitado de marcar perfil de izquierdas para contener la deserción en sus filas, como su querida (Yo)Yolanda Díaz (para siempre rebautizada así ya por Carlos Alsina), quien ha tenido su enésimo choque con la vicepresidenta primera y ministra de Economía, Nadia Calviño, por el mantenimiento del impuesto a la banca y a las grandes energéticas, salvando in extremis su inicial desacuerdo sobre el subsidio por desempleo.
Dice la líder de Sumar, con esa ingenuidad algo naif que caracteriza su retórica, que esa cuestión estaba en el acuerdo de Gobierno, como si la palabra empeñada del presidente hubiese sido alguna vez un pagaré de curso legal, y que no está dispuesta a renunciar a que los que más tienen sean los que más paguen pues revisar a la baja, o quitar, el impuesto extraordinario a sectores empresariales con beneficios millonarios sería un pésimo mensaje a quienes quieren seguir creyendo en el valor de la política progresista. Pero olvida aclararnos lo más importante, que es qué hará si finalmente su socio traiciona la palabra dada. ¿Romperá el acuerdo de Gobierno dándole la razón al díscolo Podemos?
La líder comunista ha empezado a advertir a su supermejoramigo Pedro de que «así no juega» y de que no está dispuesta a asumir recortes en el gasto, en lo que a su ministerio respecta, aunque Calviño se deba ya a otros intereses, como nueva presidenta del Banco Europeo de Inversiones. Lo cual devuelve a España a la primera fila institucional comunitaria, pero no sale gratis. Se ha conseguido, entre otras cosas, a base a cerrar algunos compromisos con los países que realmente mandan. Léase Alemania, que pese a no estar en su mejor momento económico y político, ha debido imponer a España durante la negociación unas reglas para la reducción del déficit y la deuda pública, disparada exponencialmente en los últimos años, que habrá de asumir le guste o no a la señora Díaz.
No está la economía española para muchas alegrías y no parece que la fiesta de gasto pueda continuar al mismo ritmo los próximos años, especialmente si Olaf Scholz consigue que los países europeos con más del 90% del PIB de deuda pública asuman una reducción anual del 1%, lo que se traduce en unos cuantos miles de millones menos para dar cumplimiento a los felices acuerdos a los que el presidente había llegado para ser investido, convencido de que la recaudación de nuevos impuestos y más cotizaciones le permitirían seguir viviendo por encima de nuestras posibilidades.
La gran incógnita ahora es saber quién sustituirá a Nadia Calviño al frente del Ministerio de Economía y si el elegido o la elegida será capaz de meter en cintura a la señora Díaz, empeñada en pasar a la historia como la gran benefactora del proletariado, con cargo a las arcas públicas.
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