Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
La carroña es carne podrida, carne muerta. Casi todos los animales se alimentan de otros. Pero los carroñeros tienen una particularidad. Se nutren de los restos putrefactos de presas que ni siquiera se han ocupado de cazar. Son necrófagos que se benefician de otras muertes, ... más o menos violentas, para procurar su propio sustento.
Eso que en ciertas especies responde a una ley natural de supervivencia, en política es una conducta repulsiva que en nuestro país se repite por desgracia desde hace décadas. La politización del dolor o el uso de la tragedia ajena para exhibir una pretendida superioridad moral y/o apuntalar los propios postulados ideológicos es algo a lo que nuestros políticos nos tienen ya acostumbrados. Tanto que, en ocasiones, se diría que habitan en un mundo pervertido y paralelo, en el que resulta lícito instrumentalizarlo todo para obtener rédito electoral o político. Da igual si hablamos de ETA, de la invasión de Ucrania o del terrorismo islámico. La indolencia y el cinismo de quienes gustan de retorcer el argumento para chapotear en ese letal estercolero, incurriendo en contradicciones de bulto o abonándose a análisis en extremo simplistas en los que a menudo se obvia lo esencial (que la barbarie y la crueldad solo merecen la reprobación y el desprecio colectivos), tanto como se silencian o, por el contrario, se pone el acento en las causas y los matices, denota hasta qué punto llega la degradación humana en favor del dogma ideológico.
El último ejemplo lo hemos tenido a propósito de los atroces atentados de Hamás en suelo israelí que, cualquier observador con un mínimo de sensibilidad condenaría sin paliativos, haciendo suyas las palabras de Leonardo Da Vinci cuando afirmaba que «el hombre es en verdad el rey de todas las bestias, pues su brutalidad sobrepasa a la de aquellas».
Responsabilizar al Gobierno sionista de la masacre en el sur de Israel por incumplir los tratados internacionales, cuando hay 260 jóvenes acribillados y cientos de rehenes civiles que corren el riesgo de ser degollados ante el mundo, como ha hecho en un mitin, a voz en grito, la todavía vicepresidenta segunda del Gobierno en funciones, Yolanda Díaz, a quien alguien debiera de explicarle que ser de izquierdas y estar a favor de un estado libre palestino nada tiene que ver con tal exhibición de antisemitismo ni con la justificación de la crueldad y el fanatismo de una organización terrorista y desalmada como Hamás, que aspira al exterminio de cristianos y judíos y a imponer la sharia (ley islámica) que degrada, viola y esclaviza a mujeres y persigue a los homosexuales; o acusar al Gobierno de Pedro Sánchez de tener vínculos con esas milicias bárbaras, como ha hecho el diputado del PP Borja Sémper, tras expresar este su reparo a abandonar a su suerte a la población palestina ante la implacable represalia del ejército hebreo, en lugar de exhibir una posición serena, unánime y consensuada ante el estallido de un conflicto bélico de dimensiones y consecuencias para nuestra civilización aún insospechadas, es un acto de catetismo y de carroñerismo político, y una irresponsabilidad temeraria.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.