Tras casi cuatro años de la presidencia del Partido Popular en manos de Pablo Casado, las cosas retornan al mismo punto en el que estaban en 2018, cuando el PP aspiraba a que la sucesión de Mariano Rajoy se hiciera en la figura de Alberto ... Núñez Feijóo. Hoy, como entonces, la militancia del PP observa en él a un líder político que ha probado su experiencia en las instituciones y en las urnas, con eficacia en las labores de gobierno y con un discurso tan sereno como contundente ante sus adversarios. Un retorno a 2018 con la diferencia a su favor de que Feijóo se ha apuntado una nueva victoria electoral en su comunidad autónoma dejando fuera del Parlamento gallego a Podemos y, particularmente, a Vox.
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Durante ese mismo tiempo, los votos de Vox en las elecciones generales han pasado de los menos de 50.000 que tenía a la llegada de Pablo Casado a los 3.640.000 que se apuntó en la últimas elecciones, y subiendo en las encuestas. Tanta divergencia despertaba dudas en la militancia popular y también en el propio Casado, a quien le costaba digerir que Isabel Díaz Ayuso se hubiera apuntado una contundente victoria en Madrid que ninguna encuesta auguraba para el conjunto nacional.
Ambas figuras, la de Alberto Núñez Feijóo y la de Isabel Díaz Ayuso, se proyectaban como dispares modelos de éxito frente a un PP nacional que no acababa de encontrar su propio camino para doblegar al PSOE. En esa difícil posición, Casado reservó su ambición para consolidar su presidencia en el partido, hasta el punto de acabar atrincherado en su despacho de Génova 13.
Pero el Partido Popular se ha mostrado más ambicioso que su presidente y ha querido abordar una reforma que lo coloque en posición de competir con fuerzas en la próxima cita ante las urnas. Ahí es donde va a ser imprescindible la hábil y leal cooperación de quienes se han revelado como poseedores de un cartel personal que ha superado a las siglas.
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Núñez Feijóo es el personaje con prestigio entre los cuadros directivos del PP. Sobrio y prudente se destaca por su habilidad sosegada, ofrece la seguridad que caracteriza a la derecha tradicional. Isabel Díaz Ayuso es la revelación y la rebelión, un enorme talento político que seduce a los electores y que constituye una influencia ideológica a la que los votantes no están dispuestos a renunciar.
La unión de ambas figuras proporciona una nueva dimensión al Partido Popular que puede ser capaz de ofrecer el discurso afilado y la gestión mesurada. Por el contrario, la división entre estas dos personalidades dejaría al partido sin la estructura y la dimensión que requiere una formación política que aspira a concentrar la mayoría social de España.
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En este punto, en este momento de lastrada debilidad que acarrea el PP, cualquiera de las dos figuras, que antes hubieran podido funcionar autónomamente, han de presentarse como una aleación que haga recuperar la posición perdida por su partido. La militancia espera unidad y las urnas, una alternativa convincente.
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