Que alguien lo pare
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Ningún concepto teórico del feminismo justifica el exabrupto de la ministra, inmersa en una campaña para recuperar terreno en la izquierda tan evidente como peligrosaSecciones
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Análisis ·
Ningún concepto teórico del feminismo justifica el exabrupto de la ministra, inmersa en una campaña para recuperar terreno en la izquierda tan evidente como peligrosaEn ocasiones, para analizar con perspectiva un determinado episodio, no hace falta remontarse demasiado. A veces, basta con echar la vista atrás veinticuatro horas para arrojar luz. Y no, no es que Irene Montero tuviera ayer «un mal día», como sugirió Gabriel Rufián tras el ... enésimo episodio degradante no ya del debate parlamentario sino de la convivencia social.
Basta con asomarse al artículo que publicó el martes Pablo Iglesias en la revista digital 'Ctxt', en el que señala: «(Pablo) Motos es básicamente el facha que encarna el cuñadismo de las masculinidades empequeñecidas en España». Y añade: «No solo convirtió la campaña 'Entonces quién' del Ministerio de Igualdad en la más vista de la historia, sino que desató un movimiento 'Me too' que estalló contra el machismo casposo de los hombres pequeños que Motos lleva años representando». Contraponía además la figura del conductor de 'El Hormiguero' a la de Jorge Javier Vázquez, el otro gran «actor ideológico», en este caso «progresista», del tinglado mediático español.
Por si algún alma cándida no había detectado esa imparable ola de indignación antimachista que recorre España, que anda estos días entre soliviantada y perpleja con las rebajas de condena a agresores sexuales por la ley del 'sólo sí es sí', ahí está Iglesias para recordarlo. Y por si sus peroratas no encontrasen eco más allá de ese universo paralelo que es Twitter, ahí está nada menos que una ministra de Igualdad, a la que la ejemplaridad le va en el sueldo, para amplificarlo en sede parlamentaria.
Nada sofisticado. Puro maniqueísmo. Las dos Españas. La de 'El Hormiguero' contra la de 'Sálvame'. La de los señoros contra la de las mujeres empoderadas. Brocha gorda para tapar escándalos. Y en esas se le fue la mano a la ministra: «Ustedes promueven la cultura de la violación». No se trata de equiparar el machismo pestilente que Vox usó contra ella, porque no es equiparable. Pero contribuye al estercolero dialéctico en que se está convirtiendo el Congreso y por eso sorprende que el PNV, certero en la denuncia de la «degradación» del debate tras los insultos de la extrema derecha, callara ayer ante el 'show' de la ministra.
Porque el exabrupto que hizo llevarse las manos a la cabeza -con razón- a la bancada del PP no fue un calentón del momento, sino la medida respuesta de Montero para seguir alimentando una campaña de autobombo que tiene que ver, sin duda, con las voces que la sitúan como futura candidata en las generales, ya en guerra abierta contra Yolanda Díaz. De ello da fe que la ministra no solo retuiteó el vídeo de su incendiaria intervención, sino que se apresuró a explicar que la «cultura de la violación» es un concepto teórico de la segunda ola del feminismo estadounidense sobre el que incluso la ONU ha teorizado.
Hay que escudriñar con lentes muy oscurecidas por el tinte morado las campañas de prevención de la sumisión química o de denuncia de la amenaza que sufren las mujeres por el mero hecho de salir a la calle para ver en ellas violencia heteropatriarcal. La gran pregunta es si Sánchez va a dar cobertura a la radicalización del espacio a su izquierda para intentar evitar su desplome o abandonarlo para no acelerar el suyo. Alentar el enfrentamiento a garrotazos puede dar votos pero es peligroso. Alguien debería pararlo, antes de que sea tarde.
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