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En Quito, a casi 9.000 kilómetros de Euskadi, se produjo hace meses un sorprendente hallazgo. En un anuncio colocado en la calle, varios modelos posaban en imágenes de tamaño carné: una adolescente, un niño y un hombre. Este último, con nulos rasgos ecuatorianos, se presentaba trajeado, con corbata roja, gafas y pelo repeinado. Alfonso Alonso Aranegui (Vitoria, 1967) no solo era la plantilla perfecta para una empresa de fotografía del país sudamericano. También lo fue para la dirección del PP nacional cuando en 2015 lo envió de vuelta a tierras vascas para levantar un cartel que estaba por los suelos.
Alonso se convirtió de manera inesperada en modelo al otro lado del Atlántico, pero su trayectoria política aquí nunca ha cogido por sorpresa a nadie. Sus aspiraciones se vislumbraban incluso antes de que se convirtiera en alcalde de Vitoria. Y eso que llegó al cargo con 32 años, la mitad que su antecesor, el histórico José Ángel Cuerda. Para entonces ya integraba un grupo de jóvenes alaveses llamados a casi todo en el partido junto a Javier Maroto, ahora junto al aparato de Génova que ayer decidió romper su foto en mil pedazos, e Iñaki Oyarzábal, actual presidente del PP en Álava y hombre de su máxima confianza.
El gusanillo por la política le viene desde la cuna. Su abuelo materno, Manuel Aranegui, fue diputado general de Álava entre 1957 y 1966. Monárquico paradójicamente nacido un 14 de abril, día de la República, Alonso no protagonizó una infancia feliz. Tenía nueve años cuando su padre Ramón, pintor artístico, les abandonó a él, sus cinco hermanos y a su madre, María Victoria, que se puso a trabajar en un bingo de Vitoria para sacar adelante a la familia. Pese a las dificultades, que abocaron a los chavales a cambiarse de un colegio concertado a uno público, Alfonso siguió cosechando un expediente académico sobresaliente, especialmente en Latín.
Lector empedernido, estudió la carrera de Filología Románica a la vez que Derecho, aunque pronto desvió su trayectoria hacia la órbita política. Consiguió su acta de concejal en Vitoria con 29 años y protagonizó un fulgurante ascenso al empuñar la makila tres años después. Al llegar al cargo, trató de insuflar aire fresco en un contexto político convulso. Reunió a todos los portavoces municipales, incluyendo al de Euskal Herritarrok, para impulsar un diálogo sobre la paz. El que habría sido el primer acercamiento entre el PP y la izquierda abertzale acabó fracasando porque EH se echó atrás, pero ese episodio habla del «talante abierto y dialogante» que siempre ha alabado su entorno.
Circunstancias de la vida, fue precisamente otro conato de interlocución sobre el final de ETA y la convivencia lo que le catapultó a la presidencia del PP vasco en 2015. Ocurrió cuando Arantza Quiroga, ya de por sí cuestionada en las filas del partido, presentó una moción parlamentaria sobre paz en la que se exigía el «rechazo expreso» a la violencia, pero no una condena. Tras su dimisión, la dirección nacional recurrió a Alonso como salvavidas a solo un año de las elecciones autonómicas. Conciliador pero a la vez firme contra el terrorismo, para el núcleo duro de Mariano Rajoy representaba esa fotografía perfecta. El único flotador que podía evitar el hundimiento del barco.
Datos personales. Nacido en Vitoria en 1967, tiene mujer y cuatro hijos, todos varones.
Formación. Licenciado en Derecho y Filología Románica.
Cargos. Concejal y alcalde de Vitoria, portavoz del PP en el Congreso, ministro de Sanidad y presidente del PP vasco.
Para él, en realidad, aquella no era la panorámica deseada. Volver a Euskadi como presidente del partido no estaba precisamente entre sus planes. Aunque su mujer, Beatriz, y sus cuatro hijos –Jaime, Javier, Alfonso y Juan– siempre han permanecido afincados en Vitoria, él ya estaba completamente asentado en Madrid, donde Rajoy le había recompensado su labor como portavoz en el Congreso con el Ministerio de Sanidad. Aguantó al frente de la cartera hasta el verano de 2016, cuando asumió la candidatura a lehendakari con unas expectativas poco halagüeñas. Al final consiguió frenar la sangría que el PP venía años arrastrando y solamente perdió uno de los 10 parlamentarios que tenía hasta entonces.
Resistió con el apoyo expreso de Rajoy, pero todo cambió con la llegada de Pablo Casado al despacho de Génova 13. Alonso, que se volcó en las primarias con Soraya Sáenz de Santamaría, comenzó pronto a mostrar inequívocos signos de incomodidad con el escoramiento hacia la derecha, espoleado por el auge de Vox. De ahí que pidiera insistentemente un perfil propio para el partido en Euskadi, lo que le valió severas críticas por su presunta avenencia con el nacionalismo. Su nula sintonía personal y política con Casado, y no tanto la alianza con Ciudadanos que en realidad siempre ha defendido, ha resultado decisiva para su fulminante cese como candidato.
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