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La polarización es mucho más que una palabra de moda. Es una tendencia que parece irreversible en las sociedades occidentales que debilita el espacio del centro hasta hacerlo desaparecer. Steve Bannon, el ideólogo de Donald Trump, ha teorizado sobre la muerte de los partidos históricos ... centristas y sobre la radicalización reaccionaria de los votantes de la derecha clásica ante los nuevos miedos que devoran las zonas templadas de la sociología. España no es una excepción y las elecciones europeas van a ser un termómetro revelador de esta corriente. La campaña ha empezado con una sensación de doble test. Por un lado, una inquietud por que la marea de ultraderecha crezca tanto que llegue al puente de mando de la UE en alianza con la derecha tradicional. Inquieta que esta entente suponga 'blanquear' a la italiana Giorgia Meloni, que se cuela en el sistema por su respaldo a la OTAN. Por otra parte, el pulso entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, que transforma los comicios en una segunda vuelta de las generales con todos los riesgos que ello implica. De salida, una simplificación del debate en aras de la ferocidad mediática. La política de trazo fino y pincel acaba en brochazo brutal y zafio
El contexto contribuye a aumentar la temperatura. La crisis diplomática con Argentina por la entrada estrambótica e inadmisible en escena del presidente Javier Milei no tiene precedentes. Y el reconocimiento de Palestina, con efectos colaterales en relación con Israel, expresa una narrativa turbulenta en políticas que debieran forjarse como asuntos de Estado, con una menor gesticulación pública. Sánchez, lógicamente, logra polarizar en esta 'guerra cultural'. La derecha más dura provoca en esa dirección y ambas partes rentabilizan la tensión. Al menos en el corto plazo.
Pero a veces se corre el riesgo de lograr pan para hoy y hambre para mañana. El PSOE, y en particular Sánchez, puede aglutinar voto frente a la extrema derecha. Pero, a la vez, eso vacía poco a poco los caladeros de sus aliados en la izquierda y en la periferia, con electores que se mueven ya en un territorio transversal y volátil. El voto dual se convierte para los socios del presidente en un arma letal para sus propios intereses a la hora de conservar una mayoría suficiente para gobernar. Al erosionarse esos respaldos, Sánchez empieza a sufrir serios problemas de gobernabilidad.
Veremos hasta qué punto el paisaje europeo después de los comicios cambia o se reajusta. El repliegue conservador parece evidente, aunque lo más preocupante es que la ultraderecha haya conseguido colocar su marco, su relato, sobre la inmigración, por ejemplo, y que ideologías basadas en el lenguaje del odio estén casi 'normalizadas'. A la vez, condicionan cada vez más la agenda de los demás. Cuando los partidos socialdemócratas europeos incorporan la bandera de la seguridad como prioridad de sus programas reconocen que esta presión externa existe.
En el tablero español perviven incógnitas que deberían ir despejándose. La principal, cómo se desactivará el laberinto de la gobernabilidad en Cataluña, en donde la llave para repetir las autonómicas o no la tiene ERC frente a la presión de Carles Puigdemont por ser el president de un Govern independentista en minoría. Si el PSC no sacrifica a Salvador Illa, como parece, serán los republicanos los que tendrán la última palabra. Su dilema es endiablado, porque apoyar la repetición electoral beneficia casi exclusivamente a Puigdemont. Pero, a la vez, permitir la elección de Illa les abre un severo boquete en el espacio independentista. Susto o muerte.
El Ejecutivo también tendrá que demostrar su capacidad política con la negociación de los próximos Presupuestos. Y deberá afrontar debates de hondo calado europeo. Hasta qué punto la agenda verde puede ser la gran damnificada de la nueva época. O el rearme ante la amenaza rusa. O unas relaciones internacionales en las que la diplomacia tradicional salta por los aires. Elementos de incertidumbre ante los que la ciudadanía, atemorizada muchas veces por la saturación de imputs que recibe y el maniqueísmo de determinadas discusiones, va a tener que optar. Incluso lo hace quedándose en casa el 9-J.
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