
El oasis vasco parece cada vez más lejano. No es que nos haya alcanzado la guerra sin cuartel ni principios de Madrid. Pero la incomodidad, ... las dudas, los interrogantes, en resumen las turbulencias marcan ya nuestra vida pública.
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En diez días el PNV cerrará su proceso de renovación interna. Un ciclo demasiado largo, del que los peneuvistas salen con un nuevo líder sorpresa (Aitor Esteban) enfrentado con el anterior (Andoni Ortuzar) por las formas empleadas. Y con no pocas interrogantes respecto a su oferta política. Ortuzar ha logrado, al menos, evitarse el chasco que hubiera supuesto tener que abortar la reforma fiscal. Aunque para ello haya tenido que pactar con Podemos. Un pacto, como todos, con concesiones, que entiendo haya gustado poco a Confebask -a los empresarios nunca les gusta que les suban impuestos-, al sector más conservador del partido y a un PP, que ha vuelto a quedarse a un lado.
Se espera que Esteban empiece a dar pistas el día 30 de si 'su' PNV va a seguir fielmente alineado con Sánchez, para aprovechar esa ventana de oportunidad en clave nacionalista y de nuevo estatus que Ortuzar nos vendió en tantas ocasiones. Ventana que nunca existiría con este PP de Feijóo que acaba de salvar el cuello a Mazón, bendecir su injustificable pacto presupuestario con la ultraderecha trumpista de Abascal, y que ha recuperado su discurso más ultra contra la inmigración ilegal. Cualquier volantazo sería un sorpresón.
En el PNV siempre ha existido una gran oficina de colocación -a pleno rendimiento estos últimos meses- y dos almas, tanto en lo ideológica como en clave de identidad nacional. El proceso ha refrendado la apuesta del EBB saliente por posicionar al partido en el centroizquierda en lo social y en el centroderecha en lo económico. En lo identitario se ha visto que el sector menos radical es muy mayoritario frente al más independentista, que controla Gipuzkoa.
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Atentos a lo que pueda ocurrir con el TAV. Guipuzcoanos y navarros difícilmente van a tragar, tras décadas de espera, que el trazado vaya por Vitoria en vez de por Ezkio. Por razones tanto de lógica como de país. ¿Quién cogería el AVE para ir de Donostia a Pamplona, o al revés, si hay que desviarse hasta la capital alavesa, aunque sea la apuesta de Sánchez para ahorrarse problemas y dinero? Primer marrón para Esteban, como ayer puso de relieve el choque dialéctico Eneko Goia-Ramiro González.
En EH Bildu la gran prioridad siguen siendo los presos etarras. Es evidente que Pedro Sánchez ha premiado su cerrado apoyo en el Congreso con ciertas decisiones. Medidas que sirven de muy poco a quienes han visto destrozada su vida entre rejas en consonancia con la crueldad de sus crímenes.
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La segunda, desplazar al PNV de Ajuria Enea y llegar al Palacio foral navarro. Y para ello nada mejor que insistir en la moderación de los últimos tiempos, aunque ello propicie episodios de contestación aquí y allá. O que nada menos que la vicepresidenta Montero les regale los oídos afirmando que son «el partido que mejor se ha reconvertido en democracia», pese a su negativa abjurar de ETA. Al socialista Eneko Andueza se le habrá cortado el café al oírlo. Con lo contento que estaba tras volver a dejar en el córner a De Andrés y los suyos en la reforma fiscal. Cosas veredes.
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