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Alberto Núñez Feijóo respira más tranquilo. Galicia, su Galicia natal, depositó este domingo mayoritariamente su confianza en el Partido Popular. Con ello Alfonso Rueda, a quien hace dos años cedió la Presidencia de la Xunta cuando marchó a Génova a sustituir a Casado, podrá continuar ... en el cargo.
Nada nuevo bajo el sol si tenemos en cuenta que los conservadores han ganado las doce elecciones autonómicas que se han celebrado, incluida la de este domingo, y que uno de los suyos ha estado siempre al frente del Ejecutivo gallego, excepto en dos momentos. En el cuatrienio 2005-2009, cuando la alianza de las izquierdas llevó al socialista Pérez Touriño al sillón de la Xunta al quedarse el PP a un escaño de la mayoría absoluta. Y un breve período, entre 1987 y 1989, en el que una moción de censura situó temporalmente en el cargo a otro socialista, a González Laxe.
El líder de la oposición puede respirar tranquilo porque, pese a esta aplastante sucesión de triunfos del PP en Galicia, esta vez las encuestas decían que podía haber partido. De una parte, por el bajo perfil de Rueda. Y de otra, por algunos importantes errores estratégicos de Núñez Feijóo. El último, incomprensible y relevante, el reconocimiento de que en los contactos con Junts del pasado verano para tratar de sumar apoyos para su investidura sí se habló de la amnistía, opción que Génova desestimó tras veinticuatro horas de análisis.
Los conservadores siguen teniendo el grano de Vox a la hora de pensar en mayorías absolutas y de cambiar o ampliar su política de pactos. Pero no en Galicia. Los gallegos volvieron a repudiar este domingo a la ultraderecha, que tampoco estará en el nuevo Parlamento al no haber alcanzado el 5% de los votos en ninguna provincia, que es el porcentaje que permite aspirar a escaño.
Feijóo toma oxígeno y se lo quita a Pedro Sánchez. Las encuestas colocaban al PSdeG en tercera posición tras los nacionalistas del Bloque y ese es el lugar en el que han quedado. El problema, su problema, es el fenomenal bofetón que recibieron en las urnas. Pese a la gran implicación del presidente en la campaña, los socialistas cosecharon el peor resultado porcentual de su historia, rompiendo suelo tanto en votos como en escaños y dejándose decenas de miles de papeletas en feudos como Vigo.
Parece fuera de toda discusión que las políticas del Gobierno Sánchez, en especial la amnistía, han tenido su influencia en el descalabro de este domingo. El voto útil ha completado el desastre al propiciar que una parte de los suyos se decantaran esta vez por los nacionalistas del BNG, que logró 25 escaños, seis más de los que tenía. El nacionalismo sigue causando daños mayores al PSOE, cuya continuada pérdida de peso territorial ennegrece aún más su horizonte.
Las guerras fratricidas en la izquierda de la izquierda dejaron a Sumar fuera del Parlamento. Todo un aviso a navegantes para quienes comparten este espacio en Euskadi de cara a las autonómicas vascas de abril. En la Cámara sí estará por primera vez Democracia Ourensana, un partido populista que podría recordar en algún aspecto lo que aquí significó en su día la extinta Unidad Alavesa que lideró otro gallego, Pablo Mosquera.
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