Creo que fue Pablo Iglesias quien afirmó que «hacer política es saber cabalgar contradicciones». A la vista del espectáculo que seguimos observando en el Congreso parece evidente que buena parte de nuestra clase política comparte esta tesis. No vamos a descubrir a estas alturas la ... capacidad de nuestro presidente para rectificar. O si lo prefieren para incumplir promesas. Ahí están el indulto y la amnistía a los líderes del fallido 'procés', su promesa de llevar ante la Justicia al huido Puigdemont o el blanqueamiento de la izquierda abertzale.
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Pues bien, estos últimos días hemos vuelto a ver a Pedro Sánchez en su línea. Tras el duro revolcón político que sufrió al ver cómo PP, Vox y Junts le tumbaban el decreto ómnibus que incluía la revalorización de las pensiones, las ayudas al transporte y a los damnificados por la dana en Valencia entre decenas de otras muchas medidas progresistas, el jefe del Ejecutivo anunciaba que no estaba dispuesto a trocear el paquete de medidas pero que se había puesto a sudar la camiseta para sacarlo adelante.
El martes, Sánchez comparecía con gesto y verbo triunfales para anunciar su buena nueva: había 'fumata blanca' con Puigdemont. A cambio de que el 'ómnibus' se quedara en 'minibús' y de tramitar la petición de cuestión de confianza exigida por el fugado y los suyos, lo que no iba a hacer, los neoconvergentes darían el 'sí' a pensiones y ayudas.
Feijóo y el PP pasaban del gozo por la importante derrota infligida a Sánchez al pozo, a las dudas de qué hacer. Mantener el 'no' sería echarse encima a los pensionistas, claves en las urnas, y permitir al PSOE ganar la batalla por el relato. Pasar al 'sí' significaba comerse el sapo de votar también a favor de la devolución al PNV del palacete de París, incluido en el texto, y contra el que habían despotricado con enorme dureza e incluso amenazas judiciales, desde Tellado a Semper o Javier Andrés.
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Evaluados pros y contras, y fuertemente presionados por 'barones' como el andaluz Bonilla, habrá 'sí' popular al 'minibús'. «Para no hacer el juego a Sánchez, que deseaba que hiciéramos lo contrario», soltó ayer Feijóo. Parece una decisión inteligente, lo contrario que el 'no' de la semana pasada. Y es que una abstención les hubiera evitado el bochorno y tener que escuchar las carcajadas que ayer resonaban en Moncloa, Ferraz y en la sede de Vox.
La política española vive instalada en continuas batallas por el relato que se superponen unas a otras. Una de ellas, la del novio de la presidenta Ayuso, es la que ha llevado ante la Justicia al Fiscal General del Estado. En qué se traducirá en las urnas está por ver. De momento lo único evidente es que estos continuos volantazos y mentiras aumentan el descrédito de la política y engordan a la ultraderecha.
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Feijóo sigue soñando con una mayoría, mejor sin Vox, que le lleve a La Moncloa. Sus acercamientos a Junts se desvanecen como empiezan. Y no digamos nada del PNV. Harían bien los populares en no olvidar que, salvo hundimiento de la izquierda, improbable si la economía y el empleo siguen disparados, los partidos nacionalistas pueden seguir teniendo la llave de la gobernabilidad en el futuro. Cuidado.
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