Pensar a estas alturas que los aparatos de los partidos van a permitir 'motu proprio' o que son tan torpes de tolerar que se les descontrolen los relevos que cada cierto tiempo realizan en sus órganos de dirección es desconocer cómo funciona este pequeño pero ... complejo mundo de enormes intereses. Las excepciones están para confirmar las reglas y ahí quedó para la historia el caso de Pedro Sánchez y el PSOE. Pero la enésima prueba del nueve de que los partidos huyen de las sorpresas como de la peste la estamos viviendo en los procesos de renovación de las direcciones de PNV y EH Bildu.
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La cúpula peneuvista, sondeos en mano, llegó hace más de un año a la conclusión de que los días de vino y rosas, de control casi absoluto del país, corría serio riesgo por la creciente fortaleza de los herederos de Batasuna si no hacía ya un punto y aparte. Dicho y hecho. Primero Ortuzar, Aurrekoetxea y Mediavilla mandaron al paro a Urkullu y consiguieron colocar al disciplinado Pradales en Ajuria Enea. Luego tocaba cambiar la dirigencia del partido, sus burukides. ¿Todos? Ortuzar finalmente ha dicho que sí… excepto él.
Estos días votan las bases. Los alderdikides –muchos de los cuales tienen jugosos empleos gracias al aparato saliente– deben decir sí o no. El guion se cumplió en la elección de las nuevas territoriales. Y todo apunta a que ocurrirá lo mismo con el EBB. No parece que el proceso esté despertando entusiasmo, a tenor de los bajísimos porcentajes de participación en las votaciones de significados batzokis. ¿Los críticos? El sector más conservador se está dejando sentir, pero con una fortaleza mínima. También se puede entrever alguna discrepancia con la decisión de Ortuzar en votaciones un tanto extravagantes en batzokis en los que se ha propuesto a Aitor Esteban para el puesto, pese a ser puro aparato. Ortuzar es un líder sólido pero desgastado. Con él parece claro que el partido seguirá posicionado en el centroderecha en lo económico y en el centroizquierda en lo social, para disgusto de algunos ex de Bizkaia. Y es comprensible que, dada su experiencia, se vea a sí mismo como quien mejor puede exprimir la ventana de oportunidad que representa la debilidad de Pedro Sánchez para ensanchar el autogobierno vasco.
Quedará conocer qué piensan los ciudadanos de a pie de todo lo anterior. Tendremos que esperar. No hay elecciones a la vista. No si Sánchez no arroja la toalla por sorpresa y decide poner las urnas por creer que puede mejorar su actual posición de extrema debilidad, que se evidenció el miércoles con toda crudeza.
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En la izquierda abertzale el ruido aún es menor. Nadie ha cuestionado la continuidad de Otegi. Tampoco ha trascendido que exista algún tipo de oposición relevante a que EH Bildu sea cada vez más Sortu y ya prácticamente nada Aralar, EA y Alternatiba, meros instrumentos para limpiar el pasado de los herederos de Batasuna. Tampoco se pone en cuestión la política posibilista imperante, salvo por algunos de los presos más sanguinarios de ETA en prisión. Vamos, el mejor escenario para seguir volcados en pos de mayores cuotas de poder y sin la menor presión para abjurar de nada. Por desgracia.
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