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Teresa Ribera será la próxima vicepresidenta para la Transición Limpia, Justa y Competitiva de la Comisión Europea que volverá a liderar la alemana Ursula von ... der Leyen durante los próximos cinco años. Y no, la noticia no se conoció este miércoles, sino que se sabía desde el mismo momento en el que Pedro Sánchez apostó por su todavía vicepresidenta tercera para ocupar el sillón español en el Ejecutivo comunitario. A partir de aquí, todo lo ocurrido, el juego de vetos cruzados, ha sido ruido. Humo. Pura estrategia. Porque en la Unión Europea, el hartazgo de que la política española traslade permanentemente a Bruselas sus batallitas nacionales sigue 'in crescendo' por momentos. No hay otro Estado miembro que lo haga. ¡Y son 27!
Que Ribera iba a acabar de vicepresidenta de la Comisión siempre lo ha sabido el PP. Como en su día, por cierto, también sabía el PSOE que por mucho ruido que hiciera en 2014, el exministro popular Miguel Arias Cañete terminaría siendo el comisario de Energía de la Comisión liderada entonces por Jean-Claude Juncker. Los socialistas españoles -conviene no olvidar esto- votaron en contra por un caso de conflicto de intereses que afectaba a su mujer. Los socialistas europeos, por contra, avalaron su designación porque había un pacto entre las grandes familias políticas europeas. Las de orden, ya saben: populares, socialdemócratas y liberales.
Ahora sucederá exactamente lo mismo. Ahora es el PP de Alberto Núñez Feijóo el encargado de protagonizar las pataletas a sabiendas de que no tiene nada que hacer para tumbar la candidatura de Ribera. Es muy posible que los eurodiputados españoles integrantes del PP europeo (PPE) voten en contra haciendo exactamente lo mismo que en su día hizo el PSOE, pero la cosa a nivel comunitario no irá a mayores. Básicamente, porque Europa no se lo puede permitir en un momento de extrema debilidad con Donald Trump en puertas de regresar a la Casa Blanca.
Los Tratados son contundentes. Cada gobierno de cada Estado miembro elige quién será su representante en la Comisión Europea. No importa el resultado de las elecciones. Aunque ganase el PP, como sucedió, Sánchez elegía. Y eligió. Como también hizo lo propio la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, rostro visible de la nueva extrema derecha comunitaria. Todos ellos formarán parte de la nueva Comisión a las órdenes de Von der Leyen y todos ellos contarán con el plácet en el Parlamento Europeo de las grandes familias políticas, como no puede ser de otra manera. Y es que el efecto dominó que puede generar el veto sobre uno u otro candidato de un gran país de la UE provocaría un bloqueo ingestionable. ¿Realmente alguien pensaba que España, la gran referencia socialdemócrata de la Unión por encima de una Alemania en horas bajas, se podía permitir prescindir de Ribera?
Lo que sí ha logrado Feijóo, además de aligerar la presión sobre un Carlos Mazón con fecha de caducidad, es que Pedro Sánchez se retrate en la UE apoyando a Meloni. Sí, la primera ministra que acude a los mítines de Santiago Abascal en España. Así que misión cumplida. ¿Por qué me criticas a mí por pactar con Vox cuando tú haces lo propio en Bruselas? La batalla del relato, ya saben.
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