Las elecciones autonómicas vascas ya están aquí. La presidenta del Bizkai buru batzar, Itxaso Atutxa, ha sido la encargada de dar el pistoletazo de salida a una eterna precampaña. Ella, 'motu proprio' y sin presión alguna (esta es la clave de todo), ha sido la ... encargada de hablar de «marzo» como una fecha más o menos ideal para que los vascos decidan la composición de su próximo Parlamento autonómico y, por ende, quién será su próximo o próxima lehendakari. Lo hizo el mismo día en el que Iñigo Urkullu, el único con potestad de pulsar el botón nuclear electoral y marcar la agenda, aterrizaba en Japón para vender las bondades vascas en su primer gran viaje internacional tras la pandemia. La primera pregunta que tuvo que responder fue, precisamente, sobre su partido. Sobre marzo. Repitió el argumentario de que hay que alejarse del «ruido político» madrileño y la «polarización» PP-PSOE, pero no ocultó su malestar por ser víctima de fuego amigo. «No creo que dedicarse a esos ejercicios haga ningún favor a nadie», deslizó tras subrayar que no tiene fecha alguna en la mente por la «complejidad» del panorama político.
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Todo se resume en esta frase del propio lehendakari: «¿Alguien puede asegurar que no va a haber elecciones generales nuevamente?». Y hasta que no se resuelva esta incógnita, Urkullu no tomará una decisión. Si Pedro Sánchez fracasa en su negociación con Carles Puigdemont (por mucho que el resto de socios se haga de rogar, todo depende del expresident fugado en Waterloo), los españoles volverán a las urnas el 14 de enero. Si es así, la fecha más lógica sería el 9 de junio, coincidiendo con los comicios europeos. Julio está descartado (en 2020 se celebraron el 12-J por la pandemia) porque llamar a los vascos a tres elecciones en apenas seis meses (enero, marzo y junio) sería poco menos que un suicidio con el nivel de abstención que Euskadi viene registrando y el «cansancio social» del que viene advirtiendo el propio Urkullu.
Si Sánchez, por contra, consigue el 'sí' de Puigdemont (amnistía mediante), el escenario vasco cambiaría por completo y la opción de marzo sería la más factible, e incluso más lógica, desde el punto de vista jeltzale. «Que el PNV haya comenzado a hablar de marzo significa que dan por hecho que va a haber investidura», aseguran fuentes socialistas. De hecho, todos los partidos ya están trabajando en esta hipótesis. «Itxaso Atutxa no es una dirigente cualquiera y si lo ha dicho no es casual. Jugar al despiste a estas alturas no tiene mucho sentido», coinciden en destacar los diferentes líderes políticos consultados.
Que la hipótesis del adelanto electoral a marzo viene dominando el runrún político vasco desde hace meses es tan evidente como el error de cálculo que ha supuesto que haya sido el propio PNV el que ha abonado una especulación que sólo genera ruido. El mismo ruido, por cierto, del que pretende huir el Gobierno vasco para focalizar el debate en las cosas del comer. Ya saben, aspectos tan nimios como el hecho de que el precio de la cesta de la compra siga disparada por encima del 10%, que llenar el depósito vuelva a coquetear con la barrera de los cien euros, o que los tipos de interés estén a su nivel más alto en dos décadas para afrontar una inflación desbocada.
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Lo peor de todo, desde el punto de vista de Urkullu, es que está atado de pies y manos para tomar decisiones que alivien este escenario condicionado por la incertidumbre internacional, pero a su vez tiene todas las papeletas, como el resto de gobernantes, para ser el blanco del enfado ciudadano. De ahí la obstinación que está mostrando el lehendakari para hablar de gestión pura y dura, de fríos datos, de empleo y creación de riqueza, de gasto social, y aplacar así los mensajes «catastrofistas» que a su juicio están abonando diferentes agentes, tanto políticos -carga contra el «populismo» de Bildu- como sindicales -«ELA quiere un país asentado sobre funcionarios y demoniza al sector privado»-.
Urkullu quiere hablar de gestión y evitar el «ruido español» cuando haya que ir a meter la papeleta autonómica en la urna. ¿En marzo? ¿En junio? Se trata, en definitiva, de hablar del ruido vasco que ya ha comenzado con la especulación del adelanto electoral. Porque aquí también hay ruido. Y una polarización extrema. Es verdad que no entre PP y PSOE, pero sí entre el PNV y EH Bildu esgrimiendo el voto útil en favor de los jeltzales, como se evidenció en las últimas elecciones forales y municipales. Como subrayó el lehendakari en un reciente artículo en EL CORREO, él nunca ha dicho que Euskadi sea un «oasis».
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