
Abrir el melón
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ANÁLISIS ·
Los nacionalistas ven el río revuelto y reclaman su ganancia. La posibilidad de una legislatura más corta de lo previsto les inquieta sobremaneraCastilla y León lo ha cambiado todo. Cunde una sensación generalizada de punto de no retorno, de que las decisiones que se tomen ahora condicionarán ... irremediablemente el futuro político a medio plazo. Y el PNV, atento observador de la vida política española al tiempo que protagonista y partícipe de ella, lo sabe muy bien. Ajuria Enea y Sabin Etxea están siguiendo al milímetro las derivadas del 13-F y del ascenso de Vox, cada vez más preocupados por la exacerbación de una dinámica de bloques que les deja paulatinamente fuera de juego. Los jeltzales olfatean gasolina en el ambiente. Detectan un escenario volátil, explosivo, todo lo contrario a la estabilidad en la que ellos se desenvuelven bien. Y, si no pueden pararlo, quieren al menos anotarse la ganancia de pescadores que se supone a todo río revuelto.
Ortuzar aplaudía ayer abiertamente el «sentido común» del alcalde de Valladolid al defender la abstención del PSOE en la investidura de Mañueco. Incluso, en una entrevista en 'Nius', pedía a Ferraz «generosidad» para facilitarla. Al PNV le preocupa genuinamente la crispación azuzada «por interés político» que denunció también ayer la senadora Estefanía Beltrán de Heredia al hilo del asalto al Ayuntamiento de Lorca y el consiguiente ascenso de Vox, pero le inquietan aún más las consecuencias de la posible entrada de la derecha extrema en su primer gobierno. Temen que Sánchez pueda decidir apretar el botón electoral antes de lo previsto, incluso a lo largo de 2022, para plantar batalla desde el centro a un Casado al que vería más asequible como rival que a ¿Ayuso? y al que puede demonizar como rehén de Abascal. Que vienen los 'fachas' como grito de guerra. Y si PP y Vox ganan y gobiernan, ya lo avisó Ortuzar: chubasquero de goretex y a esperar a que escampe.
En cualquier caso, malas noticias para el líder jeltzale y para Urkullu. Si se acorta la legislatura se cerrará también el grifo de las transferencias y las contrapartidas a los socios y el clima electoral alejará al PSOE de cualquier acuerdo en clave territorial con Euskadi y Cataluña. Un cierre precipitado que horroriza a un PNV que se las tendrá que ver con Bildu en las municipales de mayo de 2023 -ojo a Gipuzkoa- y a una Esquerra que, presionada por todos los demás sectores del independentismo, reclama una mesa de diálogo que si ya nació coja ahora no es más que un triste armazón.
De ahí que, por si las moscas, el lehendakari vaya metiendo prisa al partido para resucitar el debate del nuevo estatus e ir frenando la mancha de aceite de una pandemia que amenaza con contaminar todo su mandato. El EBB veía la ventana de oportunidad al inicio de la siguiente legislatura para no engordar más a la derecha abriendo melones inoportunos, pero si el dinosaurio ha despertado antes de tiempo, mejor sacar ya el melón a pasear.
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