Un Zabalate en el escudo
Portilla (Álava) ·
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Portilla (Álava) ·
Cualquiera que sienta tener una pizca de alma alavesa debería ir al menos una vez en su vida al castillo de Zabalate o de Portilla. ¿Por qué? me dirán. Porque en el escudo que representa a Álava hay un peñasco y un castillo y ambos ... son, dicen, los que vigilan aún la localidad de Portilla, aldea del Ayuntamiento de Zanbrana. Un viejo documento dice que en el escudo de Portilla había ya en el siglo XIII «un risco, en su cima una torre acastillada, y en la altura de ella un brazo con una espada en su mano desenvainada. Y al pie de la torre un león, que, estribando sobre sus pies, echa mano a ella». Aquel escudo era como el de Álava y así sigue siendo, así que en el escudo alavés se mantiene la representación de este castillo.
Eso pasa con el escudo pero unos mil quinientos años antes de existir aquel ya hubo en ese peñasco, en el de Zabalate, un castro de la Edad del Hierro. Luego se plantó un torreón que ya se cita en algunos escritos en el 1040 y después era reclamado en el año 1177 por Sancho el Sabio a su sobrino Alfonso VIII, y pasa así, consecutivamente, de unas manos a otras como atalaya de intercambio en las disputas entre los reinos de Navarra y Castilla.
Quien quiera subir allá arriba debe hacer camino desde la aldea de Portilla y encontrará el risco vertiginoso y sobre él la ruina del castillo, sostenido de modo increíble al borde mismo del precipicio. Menos mal que un proyecto avalado por el Ayuntamiento de Zanbrana y premiado por la red de defensa del patrimonio cultural Europa Nostra permitió poner escalinatas y barandillas para ayudarnos y podernos sentir vigilantes de otra época.
Las choperas que a lo lejos dan sombra y abrigo al río Ebro y todas las tierras de labor que le rodean parecen diminutas desde allá arriba. Casi tanto como el resto de la Villa Vieja que en el siglo XI se instaló en el rellano que se resguarda al pie del castillo. Los romanos ya habían dejado antes por allí algunas cerámicas pero es en tiempo medieval cuando la fortaleza y su villa medieval cobran intensa vida al resguardo de sus murallas, habitándose sus viviendas organizadas en terrazas y bajo la protección del templo dedicado a Nuestra Señora del Camino.
El castillo vigilando, las gentes del poblado cuidando sus animales, recogiendo frutas, forjando hierro, rezando. Poco más de un siglo de vida en esta Villa Vieja o Portilla de Arriba, luego sus gentes se bajaron a la Portilla de Abajo y hasta hoy. Nos han dicho que quizás se fueron de la fortaleza porque Sancho IV el castellano la asedió y conquistó en 1288, cuando la gobernaba el noveno señor de Vizcaya, Diego López de Haro; o quizás porque simplemente la de Abajo era como un ensanche de la primera y era más cómodo vivir sin estar tan enriscados.
Poco tiene que ver la Álava de ahora con aquel castillo, o quizás todo. La historia es así de importante y leer las piedras viejas nos ayuda a entenderla. Por eso a Portilla hay que ir si se tiene alma alavesa, y si no también.
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