Donde viven los castores
El arga de puente La Reina (Navarra) ·
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El arga de puente La Reina (Navarra) ·
¡Malditos castores! Han echado el árbol abajo. Otro más.
Es la respuesta de Vasili a mi señal hacia un enorme chopo limpiamente roído en su base y tumbado al costado del río Arga. Vasili y Andrei son de los pocos que saben el camino ... para llegar al pie del río bajo las peñas de Aizpea. No hay todavía ningún sendero balizado, de esos que tanto proliferan, que llegue hasta aquí; y el que va hasta el Árbol Gordo evita justo este singular meandro fluvial.
En la ribera izquierda se amontona una maraña de troncos enredados traídos por el río en sus últimas crecidas. Es casi imposible moverse por ahí, salvo si se sigue el diminuto y tortuoso sendero que los pescadores han trazado para buscar el río. Vasili y Andrei meriendan aquí a menudo, sentados en la suave arena de la orilla mientras echan las cañas, aunque está vedado. Hoy no han pescado nada, de momento.
- ¿Qué pescáis?, pregunto.
- Lo que caiga: lucio, alburno, pez gato, carpín... -expresa con su singular acento rumano Vasili- ya hay menos de los peces de antes, barbos y madrillas, la mayoría son peces exóticos y esos los podemos matar.
Poco antes el Arga ha pasado, plácido y sosegado, ancho y espejado, bajo los arcos del puente medieval de Puente la Reina, «el viejo», acaso vigilado por el txori de la leyenda. Ha pasado sobre la presa de la central eléctrica, parada y arruinada, y ahora curvea su curso bajo las peñas de Aizpea, donde anidan decenas de rapaces. Estamos en uno de los rincones más salvajes del cauce del Arga que ya están sometiendo con palas excavadoras para adecentar choperas y riberas, previniendo las crecidas que vendrán.
Andrei se calla todo el rato. Vasili es más hablador desde que ha descubierto que mi interés solo es curiosear y fotografiar los parajes del río.
- ¿Y, eso es de los castores? ¿hay castores?, le pregunto.
- Sí, se cargan los árboles. Me han contado que hace una veintena de años soltaron en la Ribera una veintena de castores y se han reproducido como ratas; pueden nadar hasta 20 kilómetros en un día, hasta Pamplona han llegado. Los van matando, han eliminado más de un centenar, pero se esconden muy bien y solo sabes que están cuando ves de vez en cuando que se han cargado uno o varios árboles.
Investigo un poco y aprendo: el castor europeo (castor fiber) se extinguió hace varios cientos de años en la Península Ibérica; pero quedan algunos ejemplares en Rusia y Francia, se alimentan de plantas y cortezas y pueden pesar hasta 30 kilos. Pero los invasores están aquí, en el Arga de Puente la Reina.
Digo adiós a Vasili y Andrei y tras salir, escalando entre ramas y troncos enredados, de este rincón mágico de Aizpea marcho río abajo en busca del Árbol Gordo de Campollano.
Es otro testigo del declive natural; lo encuentro ahí, casi olvidado en los sotos del Arga, venido a menos. Era un portento de tres grandes troncos donde se citaba la gente de Puente la Reina; sólo le queda uno, muy mermado. Ya no es lo que fue. ¿Qué nos está pasando? ¿Qué estamos haciendo?
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