Visita al pueblo de Cantabria hogar de druidas y del mejor orujo
Lebeña (Cantabria) ·
Santa María de Lebeña se yergue en el corazón de La Hermida, el mayor desfiladero del país, una iglesia surgida al calor de la leyendaSecciones
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Lebeña (Cantabria) ·
Santa María de Lebeña se yergue en el corazón de La Hermida, el mayor desfiladero del país, una iglesia surgida al calor de la leyendaConfieso que lo primero que me vino a la cabeza fue la aldea gala de Asterix, aislada e inexpugnable, ésta en cambio rodeada de escarpaduras y crestas calcáreas, más salvaje si cabe. Ocupa un claro en el fondo de un desfiladero, el de La Hermida: ... 21 kilómetros entre paredes de hasta 600 metros de altura que lo convierten en el más grande de España. Y un río lo cruza. Preguntarse qué fue antes, si el pasillo o el curso de agua es como indagar entre el huevo y la gallina. El viento que asoma por la embocadura del desfiladero sacude las copas de los alcornoques, las encinas y las hayas, y su silbido es como una melodía élfica en esta tierra con forma de circo de piedra donde braman las fuerzas telúricas, que huele a brezo y a bosta, al humo con que se elaboran los quesucos y al del hollejo que crepita en las alquitaras, el alambique de cobre en el que se destila el orujo.
Antes de que se edificara Santa María, las cumbres que rodean Lebeña ya contenían túmulos megalíticos y el lugar era una especie de santuario a cielo abierto donde los druidas se reunían en comunión con la naturaleza. Estudiaban el curso de la luna y los planetas, extraían conclusiones de las vísceras del ganado que sacrificaban e influían entre sus convecinos, sirviéndose de una herramienta infalible: el miedo a lo desconocido.
En el siglo X, España acababa como quien dice de comenzar la Reconquista, el Camino de Santiago apenas era un bosquejo y el terreno estaba abonado para las leyendas. Una de ellas alude al conde Alfonso y a su mujer Justa, cristiana de Al Andalus, que decidieron construir Santa María para albergar el cuerpo de Santo Toribio. Claro que para ello lo tenían que 'robar' primero y cuando el noble acudió con sus soldados a expoliar el monasterio donde se hallaban tan venerables restos, todos quedaron ciegos. Recuperaron la vista, sí, pero a cambio de renunciar al saqueo.
De vuelta en casa, Alfonso decidió seguir adelante con sus planes de levantar una iglesia, que consagró a un tejo que había en las inmediaciones. Su esposa, nostálgica por lo que había dejado atrás, le pidió plantar a su lado un olivo, permaneciendo ambos casi 1.100 años con las raíces se supone que entrelazadas, un amor capaz de superar océanos de tiempo. O eso creían los lugareños, hasta que hace dieciséis años una tormenta destruyó el tejo original que pervive ahora gracias a un esqueje.
Leyendas aparte, Santa María es un tesoro confinado en este joyero de roca que es La Hermida. Uno de los máximos exponentes del prerrománico, de estilo mozárabe -«el arte de la repoblación», lo llaman los historiadores-: un festival de capiteles corintios y columnas compuestas que sostienen arcos de herradura, así como bóvedas de cañón que sobrevuelan tres naves fabulosas. También hay una torre que parece seguir los cánones del templo, aunque es muy posterior y está separada por ser la iglesia Monumento Nacional y no admitir anexos.
Distancia: 187 km. desde Bilbao (A-8 hasta Unquera) y 249 si se sale de Vitoria. El desfiladero tiene 21 km.
Pero La Hermida tiene muchos encantos más allá de Lebeña. El desfiladero es el paraíso del senderista, con vías ferratas y rutas que se adentran en los Picos de Europa, como el sendero zigzagueante que se encarama hasta Tresviso desde Urdón, o la que lleva al monte Hozarco entre empinadas rampas y saltos de agua. También miradores como el de Santa Catalina, al que se accede desde la sinuosa carretera que discurre por el desfiladero y que es la única ruta posible entre Potes y la costa.
Siguiendo el curso del río Deva se suceden las aldeas, algunas encaramadas a las laderas. Sucede así con Cicera, en Peñarrubia, o con Esanos, ya en el municipio de Cillorigo de Liébana, donde los aldeanos destilan el orujo con el mismo arrobo con que hierve el cocido lebaniego a la lumbre, o los quesos se curan en cuevas ocultas a la vista de miradas indiscretas.
El balneario de La Hermida es un hotel de cuatro estrellas con restaurante y spa termal. Su origen está ligado a la empresa minera 'La Providencia', y fue utilizado con fines militares durante la Guerra Civil y como refugio de niños tras el incendio de Santander.
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