Málaga es luz, brillan su sol y sus casas blancas. Brilla el Meditarráneo mecido al ritmo de olas ondeantes y deslumbra también su historia. La de la Comarca de la Axarquía, al este de la provincia, dirige los focos hacia un pasado árabe. De ese mismo idioma deriva su nombre, de la palabra 'charkiya', traducida como 'levante'. Allí el paisaje se accidenta entre acantilados que no producen llagas, sino balcones hacia el mar. El corte de litoral se siente amado en estas tierras, conoce la importancia de saberse extremo provincial. El interior tampoco hierve de celos, melosas curvas redondean sus extensiones, suben y bajan mientras sobre las lomas se encaraman pueblos de casitas encaladas antaño, copos de nieve ficticios en territorio de calor.
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Rincón de la Victoria abre la puerta a esta zona. Nerja la cierra. Más allá se extiende la vecina Granada, también nívea, también antes musulmana. Entre ambas localidades quedan salpicados pueblos que beben del mar y comen de la montaña, como la cegadora estrella Frigiliana. Introducir la llave en el cerrojo del portón y encontrar a su primer morador supone abrirse a 9 kilómetros de playas. Allí, entre agua salada y dulce, protección de cuevas y cerros, tierra fértil y recursos marinos se asentaron desde muy pronto los humanos, gustosos de vivir frente a una hermosa panorámica. A falta de tejado, los prehistóricos eligieron cavidades como la Cueva del Tesoro. Bien de Interés Cultural, es una de las tres cuevas marinas visitables caminando que existen en el mundo. Dentro, sus primeros habitantes plasmaron arte y los fenicios, ya asentados como poblamiento, adoraron a la diosa Noctiluca, 'la que brilla en la oscuridad'.
El viajero encontrará su perfil rocoso durante el recorrido por el interior de la tierra. Dicen que los pozos situados cerca de la deidad regalan lo que ella otorgaba, fertilidad, por eso no falta quien moja los dedos en ese agua. 'Dicen' es una palabra muy repetida durante la visita audioguiada. Dicen que entre los 2 kilómetros de cueva (unos 600 metros visitables), se esconde un tesoro árabe buscado hasta perder el aliento (literalmente), por el suizo Antonio de la Nari, quien murió tras una de las voladuras explosionadas por él mismo a lo largo de 30 años. Dicen también que su fantasma vaga por los pasillos. Que en la oquedad se escondió el general Marco Licinio Craso tras huir de Roma, y lo dicen porque Plutarco escribió en 'Vidas paralelas' que el militar marchó a una cueva marina de Malaca. Innegable resulta que el Tesoro, la Victoria y la Esperanza forman parte del Conjunto de Cuevas del Cantal. Que hace 200 millones de años el agua comenzó a modelar su espacio, y quienes quieran conocerlo pueden entrar gratis a las 10:30 de lunes a viernes reservando por internet (el resto de días pagas). Que los últimos domingos de mes, a las 11:30 y 12:30 horas, preparan una visita teatralizada especialmente divertida. Que solo podrás ver sus pinturas rupestres y las de la Victoria si te apuntas a una salida espeleológica guiada. Que monedas de oro se han encontrado únicamente 6, a pesar del empeño en las búsquedas. Y que el mayor tesoro, en realidad, es la fantástica Sala de los Lagos, donde la lindeza refulge intensamente.
Ya en el exterior, sin moverse de Rincón de la Victoria, tocará conocer Villa Antiopa. En su antiguo embarcadero recibió Almanzor al príncipe Nakur en 971, así que conectamos de nuevo con la herencia andalusí. Antes camparon por allí los fenicios, otros ya mencionados, y tras ellos los conocidos romanos, que se encargarían de levantar el edificio del que han rescatado impresionantes mosaicos. Muchos sabían, años atrás, que por allí se cocía algo, pues cada vez que los pescadores instalados en aquellos suelos escarbaban su hogar encontraban objetos antiguos. Pero fue en 2006 cuando el arte de teselas salió definitivamente a la luz. Tras estudiar el hallazgo, supieron que en la llanada había nacido, en el siglo III, una gran casa con dueños inclinados a la ornamentación, de ahí los suelos decorativos y la joya de la corona, el medallón circular en el que un Júpiter transformado en sátiro trata de seducir a la bella princesa Antiopa. El conjunto destaca como una de las villas romanas mejor conservadas de Andalucía. Sirvió, además, para fabricar garum, salsa de pescado muy deseada en la época, hecha a base de peces pequeños como los boquerones y vísceras de otros grandes. No suena bien, ya, pero debía ser deliciosa a juzgar por las peticiones llegadas de todo el imperio y la buena fama que adquirió el elaborado entre el Estrecho de Gibraltar y el Mar de Alborán.
Antes de abandonar el hall de la Axarquía, conviene visitar el núcleo de Benagalbón. Situado a solo 5 kilómetros de la costa, allí asistes a la vida real de este municipio formado por Rincón de la Victoria, Cala del Moral, Torre de Benagalbón y Benagalbón, a secas. En él espera la iglesia más antigua del cuarteto y de él parten varias rutas de senderismo. También cuenta con el Museo de Artes Populares. Pero lo esencial pasa por disfrutar de sus callejas, de la linda Plaza de la Flores, iluminada por el astro rey de día, por farolas y bombillas al caer la noche, mientras un vino dulce o un tinto de verano acarician el paladar en 'La casa de las flores', acompañados con alguna de las delicias servidas. Hablando de comida, no olvides probar la que sirven en el restaurante Lacaliza, en la urbanización Cueva del Tesoro. Te encantará.
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Avanzamos por el pasillo hacia otra de las habitaciones comarcales, Canillas de Aceituno. Ocho pueblos de la Axarquía (Alcaucín, Canillas de Aceituno, Canillas de Albaida, Competa, Frigiliana, Nerja, Salares y Sedella) conforman, junto a cuatro granadinos, el Parque Natural de Sierra Tejeda-Almijara. Suma 40.000 hectáreas, 20.000 de ellas malagueñas. Enclave montañoso, lo habitan 1.148 especies vegetales, el 25 por ciento de ellas endémicas, y otros animales como la cabra montesa, que se deja ver habitualmente por la Ruta del Saltillo. Esta senda lineal conecta el recién conocido pueblo con otro por descubrir, Sedella. Se funde además con la Gran Senda de Málaga GR-249. Lo hace gracias a una pasarela de 54 metros de largo situada a 78 metros sobre el río Almanchares. A base de acero y madera.
Si apetece contemplar el sorprendente ingenio, no hace falta cubrir todo el recorrido: 3,3 kilómetros de ida y otros tantos de regreso sirven para hacerse la foto más buscada mientras el visitante cruza uno de los tres puentes colgantes más grandes de España enclavado en entorno natural. Moverse, se mueve, aunque poquito, así que cero miedos. La caminata no es complicada, incluye, eso sí, unas cuantas escaleras para bajar a su encuentro (de subida después, claro). Hay quien llama a esta opción 'El caminito del Rey de la Axarquía', pues se nutre de pasarelas y vistas. Recuerda llevar agua, gorra y crema solar, a pesar de que encontrarás espacios de sombra. El frescor acompaña al principio, ya que el trayecto transcurre junto a una acequia. Luego tocará cruzar el barranco.
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De regreso, vale la pena dar una vuelta por las callejas blancas del pueblo, mezclarse entre habitantes acostumbrados a dar cháchara. El nombre de Canillas de Aceituno procede del vocablo latino 'cann-illae' (zona de cañaverales) y del árabe 'azeytuni' (seda tejida y teñida), en época musulmana producción y comercio de seda constituían la actividad más trabajada en la zona. Solo 42 kilómetros cuadrados le dan forma y su núcleo de población aguarda a 645 metros de altitud, encima de la falda de Sierra Tejeda, balcón natural de la comarca. Sugerencia: reserva mesa para comer chivo en el Restaurante La Sociedad. Se trata de la especialidad de la casa más deseada, incluso Arguiñano ha pasado por allí.
Pocos kilómetros más hacia el este, habrá que frenar el vehículo en la maravillosa Frigiliana. Sus callejas de postal encantan sin remedio, por algo engorda la lista de 'Los pueblos más Bonitos de España'. Por supuesto, es posible conocerla por cuenta propia, pero sería buena idea conseguir la compañía de una cicerone, María José Caravaca. Ella conoce bien a los vecinos, sabe que Puri Rodríguez, por ejemplo, es la artesana local encargada de varias teselas que lucen aún más estos dominios. O que en Frigilian viven 3.100 almas y más de 1.000 son extranjeras. Lógico, quien llega allí se obnubila, cuesta decir adiós a un lugar mimado al detalle por sus vecinos. «Para preservarlo, desde los años 60 se deben cumplir normas de edificación, todo ha de ser similar a lo tradicional, solo puedes poner sin permiso macetas. Cada cual pinta su casa cada año o año y medio, para que aparezca brillante. Aquí hay bastante humedad y salitre, estropean las fachadas y debemos cuidarlas», comenta. La abundancia de maceteros y plantas embellece todavía más un entorno ya encantador. Muros blancos hacen piña, tanto en la parte nueva como en la antigua, a la que los locales llaman 'El pueblo'. Puertas y ventanas homogeneizan un todo pintado en tonos mediterráneos, repleto de azules, verdes, violetas...
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La vista se inclina sin remedio hacia el suelo que atrae como un imán. Pocas veces verás uno tan detallista y perfecto, tan digno de foto, de exposición, de aplauso. «Hasta mediados de los años 60 las escaleras y el suelo eran irregulares, de piedra, para que no se cayeran las bestias. Entonces hubo que abrir las calles para colocar tuberías, para que el agua llegara a las casas y dejar de ir a la fuente. Decidieron usar la piedra como decoración, alternar blanca y negra. Solo aquí existe este modelo, en ningún otro lugar del mundo se encuentra», comenta la guía con orgullo. También saca pecho frente al Ayuntamiento y a la Oficina de Turismo. En el edificio guardaban durante el siglo XVII los aperos de labranza los Condes Manrique de Lara. Otro inmueble con mucha historia responde al nombre de ingenio 'Nuestra Señora del Carmen'. Destaca por dos aspectos: ser el único de color marrón del pueblo y la única fábrica operativa de melaza de toda Europa, de miel de caña de azúcar, vamos, labor heredada gracias a los árabes en tierras andaluzas.
«En Frigiliana el ritmo de vida es muy tranquilo, siempre tenemos cinco minutos para hablar con los amigos», narra Caravaca mientras enseña cada callejón de este enclave. Asomada al Mediterráneo, sobre sus extensiones obtiene fantásticas vistas, situada como está a 300 metros sobre el nivel del mar. Muestra un casco histórico de premio y de herencia morisca casi laberíntico, con calles estrechas, sinuosas y muy empinadas, pasadizos, adarves y revellines, que adorarás a cada paso. Encaramado sobre la loma. Por todo ello, muchos lo han calificado como el conjunto arquitectónico popular de origen árabe más puro de la provincia. Da gusto perderse, asomar la nariz por cada reccoveco. Ninguno defrauda, el brillo malagueño aumenta su fulgor aquí, suma pulcritud y claridad. La Calle Real es la madre cuyas hijas se extienden hacia el Barribarto, hacia el Callejón del Peñón que lleva a la peña de idéntico nombre desde donde contemplar la vecina Nerja. De la emblemática calle El Zacatín cuenta que podría haber servido, igual que hoy, para la venta de ropa en tiempos pasados. Los adarves supervivientes, pasillos o recodos que permiten acceder a rellanos en la entrada de las casas, rememoran el urbanismo andalusí. Frigiliana conserva algunos como los de calle Zacatín, el del Túnel, el del Señor, la Huerta, de la Amargura, del Peñón, del Batanero, del Torreón, del Cura Soto, del Corralón, del Inquisidor... Se ha ganado con creces la declaración de Conjunto Histórico Artístico.
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Abandonarlo cuesta, ya lo hemos dicho, padece sudores quien ha de alejarse. Pero aún queda otro destino, la mencionada Nerja. Mencionada en este reportaje y en la infancia de quienes siguieron la serie 'Verano Azul'. Aquelllos chavales y sus bicis siguen vivos en la memoria de varias generaciones, también aquel «del barco de Chanquete, no nos moverán» y la muerte del pescador que hizo llorar a toda España. Una reproducción del navío y varias del barbudo capitán (balcón con su nombre incluido) adornan este municipio repleto de playas (son diez). En la de Burriana, por ejemplo, además de tomar el sol y nadar podrías dedicarte a un deporte muy seguido: comer espetos y boquerones fritos en el Merendero La Barca.
Luego puntúa asomarse a los acantilados en el centro del pueblo, al Balcón de Europa, para disfrutar las vistas sobre el litoral nerjeño. Descubrir un casco antiguo de arquitectura típica, con fachadas encaladas y calles adoquinadas y empedradas. Recorrer la famosa Cueva Nerja, descubierta por un grupo de adolescentes que se internaron en un agujero del que salían murciélagos añade positivo a la nota, sorprenderán sus pinturas rupestres y una de las columnas más grandes del mundo creada por la unión de estalactitas y estalagmitas. Queda la matrícula de honor, dejarse acariciar por la brisa en los perfectos Acantilados de Maro-Cerro Gordo. Al final, el visitante habrá recorrido parte de la mansión en que metafóricamente hemos convertido a la Axarquía, 4 de sus 31 estancias. Y tocará cerrar la puerta que pone límite a la provincia de Málaga, conservando, eso sí, la llave para regresar en futuras ocasiones.
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