Cuatro son los brazos de mar que penetran en tierra para fundir sus aguas saladas con las dulces –la ría de Muros y Noia, la de Arousa, la de Pontevedra y la de Vigo– y regalarnos rincones maravillosos: las dunas de Corrubedo, Islas de Ons ... y Cíes, Cascada de Ézaro, Illa da Arousa, buenas playas como la de La Lanzada... pero nosotros nos detendremos en sus pueblos, uno por ría, que bien pueden servir de puntos de referencia a la hora de descubrir esta parte de la costa gallega. ¿Y el quinto? Te lo desvelaremos al final de estas líneas.
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Comenzamos en uno de los cascos históricos marineros mejor conservados de Galicia. Sus reformados caserones góticos, que nos remontan a orígenes medievales, se alternan con cruceiros, viviendas de pescadores, casas con galerías blancas, edificios modernistas y animadas plazuelas. En la lista de 'lo que no te debes perder' figuran, sin duda, O Curro da Praza, la Praza da Pescadería Vella, la Praza do Cristo y las rúas Axesta y Real.
Muros no ha perdido su actividad pesquera. Además del puerto deportivo, conserva el pesquero con una nada despreciable flota de bajura. A su lonja llegan pescados y mariscos cada día. Desde el puerto, ascendemos por la Rúa Rosalía de Castro hasta Santa María do Campo, iglesia parroquial y antigua Colegiata. Catalogada dentro del gótico marinero, conserva la portada románica del templo primitivo y muestra elementos barrocos de remodelaciones posteriores.
A poco más de 2 kilómetros del centro, en la parroquia de Serres, encontraremos Muíño de Pozo de Cachón, antiguo molino de mareas construido en la segunda década del siglo XIX. Hoy es un centro cultural abierto al público y un buen lugar para tomar fotos de la costa de Muros.
Viajamos a la Ría de Arousa, a la llamada la capital del Albariño. Cambados integra, con varios pueblos vecinos, la Ruta do Viño Rías Baixas, que recorre las bodegas de este vino considerado uno de los mejores blancos del mundo. Conjunto histórico-artístico monumental, sobresalen sus preciosas plazas, cruceiros y sus pazos como el de Fefiñáns (en la imagen), erigido por Juan Sarmiento y Valladares, consejero de Felipe II. Si nos dirigimos hacia el núcleo de Cambados, el pazo de Torrado, hoy sala de exposiciones, saldrá a nuestro encuentro y, no muy lejos, nos toparemos con el pazo de Bazán, actual Parador Nacional. En Santo Tomé, la parte más marinera del municipio, el pazo de Montesacro se ha habilitado como residencia de personas mayores.
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En zona de costa de Santo Tomé te llamarán la atención los restos de la Torre de San Sadurniño. Se encuentra en una isla a la que se accede por un estrecho puente desde la playa de la Mouta. Algunos investigadores creen fue creada como defensa de incursiones vikingas. Pero a nosotros nos impresionaron aún más las ruinas de Santa Mariña de Dozo, de la que se conserva 'el esqueleto' de sus arcos góticos, y que tras ser abandonada, se utilizó como camposanto; «el cementerio más melancólico del mundo», en palabras del escritor Álvaro Cunquerio.
Sanxenxo, Portonovo, Marín... varios pueblos destacan en la ría de Pontevedra. Elegimos Combarro, conjunto histórico artístico declarado Bien de Interés Cultural donde la Galicia rural convive con la marinera. Los efectos del mar deterioran las construcciones de costa y aquí no iba a ser diferente. Muchos de los hórreos que dan fama a este pueblo, han necesitado y necesitan rehabilitación. La mayor concentración la encontrarás en la Rúa del Mar. Pintados de colores, los hay de madera, de piedra o los que combinan ambos materiales, incluso algunos hunden sus pilares en el agua con marea alta. Evítala si quieres pasear por la orilla de la playa y disfrutar de una buena panorámica de estas construcciones típicas.
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Pero además de los hórreos, Combarro también es el pueblo de los cruceiros. Uno de los más antiguos se encuentra en la plaza de la Fuente. Hemos de sumar las casas de pescadores, que se caracterizan por sus balconadas, muchas adornadas con flores. A pesar de que la ampliación del puerto y la proliferación de establecimientos de hostelería han deformado su imagen idílica, su visita es una de las imprescindibles si viajas a las Rías Baixas.
Llegamos a la ría de Vigo, al primer puerto que recibió la noticia del descubrimiento de América, ensenada que resistió al temido pirata Francis Drake y destino declarado Municipio de Excelencia Turística. Baiona ofrece mucho al visitante: su casco antiguo de calles estrechas y empedradas, soportales y casonas nobiliarias; el Ayuntamiento, situado en el que fuera pazo de don Lorenzo Correa; la ex-colegiata de Santa María, de aspecto fortificado; la réplica de la carabela Pinta, la primera que llegó del Nuevo Mundo o el monumento-faro de la Virgen de la Roca, a cuyo interior se accede por una escalera de caracol para llegar hasta su mirador.
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Te recomendamos el paseo del Monte Boi. Son solo unos 2 kilómetros en los que caminarás con el mar a tu lado y la sombra del castillo de Monterreal sobre tu cabeza. Los orígenes de este recinto amurallado se remonta al siglo II a.C. pero fue entre los siglos XI y XVII cuando cobró importancia. En el edificio actual se combinan elementos antiguos con los modernos, consecuencia de haberse convertido en Parador Nacional. Como curiosidad: dicen que en una de sus tres torres estuvo cautivo un príncipe de la casa de Austria al que pusieron una máscara de hierro, como en la novela de Alejandro Dumas.
Y terminamos nuestro recorrido en los límites con Portugal, en este pintoresco puerto pesquero. Aunque algunos no lo consideran Rías Baixas, hacemos caso la web oficial que sí lo recoge dentro de la comarca del Baixo Miño. Por otro lado, ya que hemos viajado hasta aquí no vamos a desaprovechar la ocasión de caminar por sus rúas de aires marineras, como Malteses, salpicadas con casas de indianos y otras que nos recuerdan a las edificaciones país vecino. Como sin darse importancia, la iglesia parroquial de Santa María surge entre ellas. Su fachada barroca data del siglo XVI, cuando el obispo de Tui, Diego Fernández de Torquemada, mandó ampliar el antiguo templo románico. No debes perderte la Torre del Reloj, que formaba parte de las murallas medievales, y la estampa del antiguo barrio de pescadores con su paseo marítimo.
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Arriba, en el monte de Santa Tegra, se halla el castro homónimo, uno de los ejemplos más importantes de la cultura castreña-romana del noroeste de la península, en un punto estratégico a 341 metros de altura. Documentado ya en el siglo IV antes de Cristo, se han reconstruido varias viviendas que ayudan a imaginarnos cómo era. Para completar la visita, acércate al museo arqueológico, la ermita y... ¡cómo no! a su mirador sobre la villa abierta al Atlántico, desde donde tendrás una espectacular vista del estuario del río Miño y la costa portuguesa.
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