Cinco faros de nuestras costas que no te puedes perder

Comenzamos nuestro recorrido en A Coruña (capital) con el considerado el faro más antiguo en funcionamiento no solo de España, sino del mundo. Cuenta una leyenda que el gigante Gerión causaba el terror en estas tierras. Sus habitantes pidieron ayuda a Hércules, quien acabó con Gerión, le cortó la cabeza y levantó una torre sobre ella en señal de victoria. Aunque mejor haremos caso de la Historia para conocer los orígenes de la Torre de Hércules: fueron los romanos quienes la levantaron en unos terrenos de culto indígena para acompañar a los barcos que navegaban por el extremo más occidental del Imperio.

Declarado Patrimonio de la Humanidad en 2009, desde su construcción –entre el siglo I y II d. C.– ha mantenido la misión de guía a navegantes. De sus 55 metros de altura, 34 son de factura romana y el resto corresponden a una restauración del siglo XVIII. Si quieres visitarlo te recomendamos consultes antes su web y te acerques caminando por el paseo marítimo desde el centro de la ciudad.

Y del más antiguo al más alto. 69 metros le colocan a la cabeza de los faros españoles y, según dicen, es el tercero más alto del mundo. Pero tiene otra característica especial: es un faro aeromarítimo, uno de los pocos de la península que sirve de guía tanto para barcos como para aviones dado que su haz luz alcanza la misma distancia en horizontal como en vertical. Se comenzó a edificar en 1863 y las obras terminaron en noviembre de 1867, cuando por primera vez iluminó a los barcos en sus maniobras para embocar la entrada del río Guadalquivir.

Ubicado en la Punta del Perro, junto a la playa más famosa de la localidad, la de Regla, su interior se puede visitar previa reserva en la oficina de turismo de Chipiona (956929065). Eso sí, tienes que estar dispuesto a superar los 322 escalones de su escalera de caracol para disfrutar de las vistas. Son peldaños cómodos, con alguna que otra parada que coincide con ventanas o un par de bancos donde descansar.

Dejamos el Atlántico y nos desplazamos al Cantábrico, muy cerquita de aquí. La llegada al faro de La Plata, en un monte situado a caballo entre el barrio pasaiatarra de San Pedro y la playa donostiarra de La Zurriola puede realizarse a pie, pero la mayoría elige el coche con el fin de reservar las fuerzas para un paseo posterior.

Su nombre (La Plata) da lugar a diversas interpretaciones: desde los destellos que emite esta construcción blanca hasta el recuerdo del mineral que salía del cercano puerto pasando por el color de las areniscas sobre las que se asienta al ser humedecidas por el oleaje y bañadas por los rayos del sol o la que deriva del nombre que se da en esta comarca a la palabra 'acantilado': 'plantaina'.

La apariencia de fortín almenado no es óbice para que nos recuerde a un edificio sacado de un cuento por su líneas de arquitectura romántica. El emplazamiento, espectacular. Tanto que el escritor Ibon Martín lo eligió como escenario principal de su novela 'El faro del silencio'.

Este es el faro más oriental de la península. Su visita no se olvida. Causa impresión. Ubicado en el interior del Parque Natural de Cap de Creus, al borde del acantilado sobre el Mediterráneo, aislado, rodeado de un paraje agreste pero de gran riqueza biológica y geológica, surge como salvador en una zona donde la navegación resulta especialmente complicada, azotada por vientos de levante y tramontana. Quizás por todo ello ha sido escogido para el rodaje de diversas películas como 'El faro del fin del mundo'.

Formó parte del programa de faros de la reina Isabel II y se puso en funcionamiento en julio de 1853. Nos encontramos ante segundo faro más antiguo de Cataluña, cuyo mantenimiento no se ha descuidado. De hecho, su cúpula y linterna han sido renovadas hace poco. Bajo la torre de 11 metros se ha habilitado una oficina de información del Parque. Y justo al lado hay un restaurante con una variada carta de tapas y platos caseros.

Tiene la estampa de un faro típico, de esos que pintábamos cuando éramos niños, con su torre blanca rodeada por una espiral negra. Se levanta en el cabo homónimo, al este de la isla de Menorca –a poco más de un cuarto de hora al norte de Mahón– sobre roca de pizarra negra y gris. Hay quien dice recordarle a un paisaje lunar. Desde luego no tenemos la sensación de encontrarnos en Menorca. Varios naufragios motivaron su construcción, terminada en 1922. Otro dato: fue en 1971 cuando la electricidad llegó hasta él.

En época estival no podrás acceder en coche. Tienes varias opciones. Dejar tu vehículo en un aparcamiento situado a 3 kilómetros. Tomar el autobús desde Mahón. O bien, si eres de los andarines, realizar un tramo del Camí de Cavalls, desde Es Grau, al inicio de uno de los itinerarios del Parque Natural de s'Albufera des Grau. ¡Ah! En el camino pasarás cerca del lago Cós des Síndic, de gran riqueza ecológica, aunque seguramente en estas fechas no tenga agua, pues es una balsa natural que se forma con las lluvias.