Compras de ensueño

La jornada de Mikulas es una de las grandes citas en Praga, pero la capital checa se viste de Navidad desde noviembre bajo la atenta vigilancia del famosísimo reloj astronómico situado en el antiguo Ayuntamiento. Durante estas fechas los apóstoles animados que cada hora dan su paseo parecen salir de su escondrijo con más alegría. Desde su posición privilegiada admiran el enorme árbol colocado en el centro de la plaza y junto a él, el pesebre con sus figuras y animales, éstos últimos de carne y hueso, que monopolizan la atención del público infantil. Burros, ovejas, cabras… ponen la nota campestre a un colorido mercado donde se muestran, entre otras ofertas, piezas de joyería, productos textiles y muchas, montones de marionetas.

La fama le viene de lejos. Ya en el Medievo fue lugar de reunión para juglares y comerciantes que vendían delicias recogidas desde Francia hasta Arabia. Ahora es fácil encontrar juguetes de madera o conseguir un beso bajo la trampa del muérdago. Asistir a funciones de teatro y títeres o contemplar actuaciones de folclore tradicional. Cuando, después de un rato dando vueltas, el frío traspase guantes y bufandas, las calorías se repondrán mordisqueando galletas de pan de especias y bebiendo té templado, vino caliente con azúcar, canela y limón o, para los que no logran la temperatura ideal, ron mezclado con azúcar y agua hirviendo o ponche. Perdido ya el miedo al frío, lo mejor es contemplar las esculturas de hielo o patinar mientras los coros de villancicos ponen la banda sonora al ambiente.