Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Ay, Portugal, tan cerca, tan discreta, tan encerrada en sí misma. O más bien, tan bloqueada por su hermanastra, esa que a menudo exhala aires de pasadas grandezas imperiales y un océano que un día fue puerta de escape. Todos conocemos algunas cosas de Portugal: ... adoramos la apacible melancolía que produce pasear por Lisboa, la hiperactividad de Oporto, su río Duero y sus bodegas, las playas infinitas del Algarve, la pasión por el bacalao, el verdor salvaje de Madeira y las Azores... Esta es otra ruta, otra forma de aproximarse al vecino silencioso, el mismo que se aturde con el vocerío que llega desde el otro lado de la frontera, si es que eso es una frontera. Algunos llaman así a los ríos y los montes. Qué forma de perder el tiempo y amigos.
Webs de interés:
Abandonamos España por Puebla de Sanabria, cruzamos por un pueblo con dos nombres, Rihonor de Castilla y Rio de Onor (adivina cuál es española y cuál portuguesa) y tras rodar unos 45 kilómetros llegamos a Bragança, una ciudad vigilada por uno de esos imponentes castillos de frontera y sus murallas. Dos hermosas calles y un casco antiguo no muy bien cuidado definen el lugar que da nombre a una de las más importantes familias nobles del país, pero lo más relevante de Bragança está en lo alto, magníficamente conservado.
El torreón ha sido transformado en un museo de la historia militar lusitana y es un relato de viejas glorias, de colonias, éxitos y miserias, con sus armas, sus banderas y sus uniformes, pero toda la fortaleza conserva su encanto, que se dispara cuando llegas a la Domus Municipales, un edificio románico con forma de pentágono irregular que debe su nombre a que fue sede de la autoridad local, aunque probablemente se empleó como cisterna. Si fue así, hay que admitir que es improbable encontrar una reserva de agua más impresionante. Muy cerca, el museo sobre el carnaval merece también una visita.
Un par de noches bastan para conocer la ciudad, con un buen museo y un centro didáctico volcado en la ciencia, antes de emprender camino hacia Guimarães con una parada en Chaves, muy cerca de la frontera de Orense. Chaves, a 120 kilómetros de Bragança, es una encantadora ciudad por su casco viejo, animado y apacible, presidido por su torreón y un jardín con buenas vistas, en la que merece la pena perderse durante unas horas para apreciar su monumental puente romano y recorrer los paseos de la orilla.
Y es bueno ir a Chaves porque en sus proximidades se encuentra el arranque de una de esas autopistas de pago sin peaje que vuelven locos y llenan de multas a un montón de turistas. El mecanismo es sencillo: detienes el coche ante el puesto, introduces la tarjeta de crédito y la máquina fotografía la matrícula, para que las cámaras instaladas en las autopistas te identifiquen y te cobren. Si no lo haces, te llegará una multa.
Es un consejo que conviene atender porque el sistema es bastante demencial, tanto que incluso en las oficinas de turismo se lamentan del mal funcionamiento de este ultramoderno sistema. Echa un vistazo a esta web (www.portugaltolls.com, en castellano) y si lo entiendes, enhorabuena.
Seguimos camino hacia Guimarães (120 kilómetros), la cuna del reino de Portugal, una ciudad fantástica, Patrimonio de la Humanidad por su casco antiguo, el palacio de los duques de Bragança, que copia el estilo de los castillos del Loira, que conviene visitar, la ermita románica de San Miguel y el cercano castillo. De Guimarães merece la pena todo, pero sobre todo disfrutar de las dos plazoletas separadas por edificios porticados, sentarse en las terrazas y observar el ambiente, sin prisas, sin dar voces.
Hay algo de señorial en sus casas y sus iglesias, en la plaza Santiago y en el Largo da Oliveira, y asombra el lema colocado en un lienzo de la muralla: Aqui nasceu Portugal. Ni más ni menos. Un par de noches te irán bien para descubrir Guimarães, pero no te vayas sin subir en el funicular hasta el santuario da Penha, con sus vistas, sus merenderos, el templo de arquitectura fascista... bueno, son cosas que pasaban también allí. Cerca del acceso al funicular se alza la espectacular iglesia de San Gualter.
A 25 kilómetros de Guimarães se encuentra Braga, un desvío en nuestra ruta hacia el sur, hacia Aveiro, que merece la pena, porque Braga es una ciudad lisa, monumental y comercial, de la que destaca, sin embargo, el santuario de Bom Jesus del Monte, a escasos kilómetros, un notable lugar de peregrinación en el que, además del templo, llama la atención la formidable escalinata barroca, el sueño de todo fotógrafo.
A 150 kilómetros nos espera Aveiro, aunque no faltará quien haga un alto en Oporto, a medio camino. De la capital del Duero hay poco que decir y no faltará quien te cuente algo, porque da la sensación de que está a punto de morir de éxito turístico, es tal la afluencia de visitantes. Las bodegas de la vecina Vila Nova de Gaia, los rabelos, el puente de los discípulos de Eiffel, su tremenda catedral románica con aires de fortaleza, la iglesia de los Clérigos y su orgullosa torre, la de San Francisco y su alarde de pan de oro, la librería Lello e Irmaos, que inspiró a J. K. Rowling para crear el mundo de Harry Potter, una de las pocas librerías que cobran entrada para disuadir a los visitantes, aunque te devuelven el importe si adquieres libros... Seguimos el viaje hacia Aveiro, con sus canales, sus playas descomunales y su ausencia casi total de turismo extranjero.
Aveiro es un milagro ganado al mar, que pugna por clausurar esta antigua zona de marismas, donde los vecinos trataban de sobrevivir con la pesca, las salinas y la recolección de algas. Son esas mismas barcas 'moliceiras' las que te llevarán de paseo por los caminos fluviales por el viejo barrio de pescadores y es agradable escuchar los relatos de una vida dura. Ellos fueron grandes pescadores, gente curtida, y merece la pena acercarse al barco escuela San Andrés, uno de los que emprendían viajes interminables hacia Canadá en busca del bacalao, y al museo de Ílhavo, para que compruebes el papel decisivo del bacalao en la economía y la gastronomía de Portugal.
Y no te pierdas las casas de los pescadores a espaldas de las playas, frente a la laguna, construcciones modestas pintadas de brillantes colores (azul, rojo, amarillo...) que hoy, al borde del paseo marítimo, albergan restaurantes y cafés.
Y nos vamos hacia el último destino de nuestra ruta, Coimbra, a unos 80 kilómetros. ¿Recuerdas lo que comentamos sobre los peajes? ¿Sí? Estás avisado, no digas que no te lo dijimos. Coimbra es merecidamente Patrimonio de la Humanidad, un casco viejo abigarrado en torno a la colina y cuestas hacia la joya de su corona, la Universidad. Abruma su colección de iglesias, sus palacios, el gentío, pero encontrarás dónde descansar del tumulto en el inmenso parque junto al río Mondego, con buenas vistas del barrio de Santa Clara, el jardín de la Quinta Das Lagrimas y su convento y, si vas con niños, el Portugal dos Pequenitos, todo el país a escala.
Pero Coimbra es su universidad y el esfuerzo que cuesta ascender a pie hasta sus edificios. Los primeros centros de estudios datan de finales del siglo XIII y la visita del conjunto requiere unas cuantas horas. Es imprescindible reservar, eso sí. Descubrirás la impresionante Biblioteca Joanina (1728), una delicia arquitectónica que debajo oculta la prisión académica.
En torno a su gran plaza se alza una serie de excepcionales edificios entre los que destacan el pórtico manuelino de la capilla de San Miguel, las salas del Examen Privado, de Armas y los miradores que bordean el complejo. Esta es la universidad que hay que ver, pues, en tiempos de la dictadura de Salazar se alzaron alrededor una serie de monstruos con aspecto de búnker de hormigón que duelen en el alma. Y muy cerca, un encantador jardín botánico.
Es hora de volver y la frontera con Salamanca está cerca, a unos 250 kilómetros.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.