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El Palacio de Fontainebleau, Patrimonio de la Humanidad, brilló como uno de los mayores centros artísticos de Europa en el siglo XVI. Adobe stock
Fontainebleau, residencia de reyes
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Fontainebleau, residencia de reyes

Su castillo, Patrimonio de la Humanidad, fue uno de los favoritos de los monarcas y emperadores franceses. Lo moldearon a lo largo de ocho siglos, cerca de un magnífico bosque Reserva Natural de la Biosfera

Jueves, 20 de marzo 2025

Desde París, solo 67 kilómetros te separarán de Fontainebleau, una ciudad que suena a lección de historia. Lógico, allí firmaron el Tratado de Fontainebleau en 1807 Manuel Godoy, valido de Carlos IV de Borbón, y Napoleón Bonaparte, emperador francés. No fue un buen plan. Concretaba la invasión conjunta de Portugal, permitiendo el paso de tropas francesas por territorio español, lo que ayudó a la posterior invasión francesa de toda la península ibérica y a la Guerra de la Independencia Española.

El diamante de la localidad lo pone, sin lugar a dudas, el Palacio de Fontainebleau, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Único palacio estilo castillo en el que han habitado todos los monarcas franceses desde el siglo XII al XIX, es además el castillo real francés más ricamente decorado. Napoleón, precisamente, se convirtió en el impulsor de su renovación tras la Revolución Francesa. Allí abdicó en 1814. Y a él se refirió como «un palacio intemporal».

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Obras maestras renacentistas encargadas por el rey Francisco I conviven con refinados interiores pensados por María Antonieta. Dependencias de Estado de Napoleón I con el gusto de su sucesor Napoleón III y la emperatriz Eugenia. Durante el siglo XVI brilló como uno de los mayores centros artísticos de Europa. La Galería de Francisco I, el Salón de Baile y la Alcoba de la Duquesa de Étampes son únicos en el país. Lucen repletos de frescos y estucos de los artistas italianos Rosso Fiorentino y Primaticcio. Contiene, además, un Teatro Imperial encargo del emperador Napoleón III y diseñado por el arquitecto Hector Lefuel, ejemplo único de teatro de la corte del Segundo Imperio. Resumiendo, una pasada arquitectónica e histórica.

Suntuosos jardines rodean el edificio, zonas verdes y floridas como el Grand Parterre, el jardín formal más grande de Europa, principal contribución de Luis XIV. El Jardín Inglés, donde plantaron especies poco frecuentes, estatuas y un río artificial. El Jardín de Diana, en cuyo centro destaca la fuente dedicada a la diosa. El Lago de las Carpas, que inició la moda de los estanques con reflejos de imágenes, muy popular en Francia e imitada en toda Europa. Y el Parque, que cubre una superficie de 130 hectáreas y se extiende más allá de las elevaciones alrededor del Estanque de las cascadas.

Excursionistas pasean por el segundo bosque nacional más grande de Francia. Aufort Jérome

Pero no todo en Fontainebleau son edificios. Su bosque fue declarado Reserva Natural de la Biosfera de importancia global por la UNESCO. Se trata del segundo bosque nacional más grande de Francia y queda concentrado principalmente en el municipio de Fontainebleau. Paraíso único, cuenta con más de 1.200 especies de animales y plantas, así como una amplia red de rutas balizadas para senderistas, ciclistas y paseos a caballo, actividad típica, por cierto, digna de emperadores y reyes. Y suma centro de escalada en roca conocido mundialmente.

El bosque estuvo antiguamente reservado al disfrute de la familia real, que allí cazaba. También producía madera para leña y para construir castillos, catedrales y navíos. Era una finca muy apreciada por los reyes, que acudieron aquí desde el siglo X en busca de ciervos y de aves. El tiro se volvió además muy popular desde la época de Luis XIV.

Entre los años 1830 y 1870, el Pays de Fontainebleau se transformó en marco de cambio dentro de la pintura moderna. Fue precisamente en su bosque donde los precursores del impresionismo dejaron atrás sus estudios para salir a pintar al bosque, las llanuras y las orillas del Sena. Una ruta artística cuenta con recursos documentales, visitas a pie y audioguías. La localidad culmina su oferta con restaurantes y terrazas donde probar el Fontainebleau, mezcla de nata montada y queso blanco. Cerca aguardan pintorescos pueblos como Barbizon, Bourron-Marlotte y Samois-Sur-Seine.

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