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Iratxe López
Jueves, 5 de julio 2018
Burgos y el descubrimiento de América tuvieron mucho que ver. Los comprobarás en la Ruta Indiana guiada que pasea a los visitantes por la ciudad con el objetivo de mostrar su pasado desde un punto de vista estético y conquistador. El Arco de Santa María saluda con su ornamentación al grupo que inicia la aventura. Junto a él cuenta la cicerone que, aunque ahora nos pueda dar risa por la falta de mar, «en el siglo XV Burgos se había convertido en el emporio oceánico de Europa». Un total de 15.000 habitantes poblaban la, por entonces, capital de Castilla, gentes emprendedoras dedicadas al comercio de lana de oveja merina y otras mercancías. Comerciantes que en muchos casos hablaban flamenco por motivos profesionales.
Precio 8 €
Duración 1 hora. La visita incluye tapa hecha con productos americanos.
Reservas 659268321.
Web www.guiasdeburgos.es
«En Burgos se redactaban los seguros de los viajes, todo el mundo debía pasar por aquí. A pesar de carecer de puerto dominaban las rutas marítimas», añade. Era tan grande su nexo con el océano que en 1494 los Reyes Católicos promulgaron una orden que crearía allí el Consulado del Mar, para gestionar el comercio de la lana. Frente al lugar donde estuvo ubicado la charla avanza, recordando el poderío de una ciudad capaz de edificar su magnífica catedral gótica.
«Aquí tenía su sede uno de los obispados más grandes de España y el edificio se podía ver a muchos kilómetros de distancia». Albergó fama y famosos. Dio cobijo al tenaz obispo Juan Rodríguez de Fonseca. Vivió las nupcias del príncipe Juan, hijo de los Reyes Católicos, con Margarita de Austria. Recibió regalos del ambicioso Hernán Cortés, que se lanzó a la conquista de Méjico sin permiso pero mandaba oro a los ofendidos para ganar sus favores de nuevo.
En otro punto de la visita, la actual calle Fernán González, levantaban antaño los mercaderes sus mansiones. Por entonces era la principal arteria, una avenida oscura pues la gente acostumbrada a ampliar los balcones sin orden ni concierto. Aquellos ricos, y también los pobres, accedían a la catedral por la puerta denominada hoy de la Coronería, siguiente parada. Lo hacían con sus mercancías y animales, correteando por en medio de la iglesia.
Hasta que Fonseca encargó a Diego de Siloé una escalera dorada que ahora todos admiramos. «El obispo destacó como gestor. Controlaba la política de Indias de los Reyes Católicos y Carlos I. Se enfrentó a Colón porque el descubridor pretendía adueñarse de lo encontrado y Fonseca debió explicarle que los propietarios, en todo caso, serían quienes financiaban la aventura», narra con sorna la guía.
La nariz del omnipresente del religioso asomaba también cuando Fernando El Católico pretendió construir un reino transoceánico. En el año 1508 el rey convocó en Burgos la Junta de Navegantes, celebrada en la Casa del Cordón, nueva parada del recorrido. Las sesiones acordaron nombrar Piloto Mayor al navegante Americo Vespucio, quien se pondría al frente de la Casa de Contratación de Sevilla, y Pilotos Reales a exploradores como Juan de la Cosa, Juan Díaz de Solís y Vicente Yáñez Pinzón. Vespucio contrató a buen número de burgaleses y vascos al reconocerlos como emprendedores y buenos navegantes. Pretendía encontrar un paso para las especias que comunicara Atlántico y Pacífico.
En la misma Casa del Cordón escucha el participante otra buena historia. Llegaron a oídos del rey Fernando noticias sobre el maltrato que sus súbditos daban a los indígenas americanos. «Convocó a los dominicos y a partir de ahí se dictaron las primeras leyes indigenistas de la historia, muy avanzadas socialmente, que jamás se cumplieron», aclara la guía. Establecieron, entre otros asuntos, que las mujeres embarazadas no debían trabajar a partir de los cuatro meses de gestación. Que los indios podían tener propiedad privada y estaba prohibido el maltrato. O curiosidades como la obligación, por parte de los amos, de concederles doce gallinas y un gallo, además de una hamaca donde dormir.
En el mismo bello edificio que los turistas contemplan al detalle recibieron los Reyes Católicos a Colón después de su segundo viaje a América, el 23 de abril de 1497. Aquella campaña fue iniciativa burgalesa pues no querían que los portugueses adelantaran puestos en la carrera por el nuevo mundo. «Fonseca había enviado una expedición con cincuenta barcos y dos mil personas en un momento en el que las arcas estaban vacías. ¿Cómo? Los judíos fueron expulsados pero no habían abonado las deudas. El obispo consiguió que muchos de los morosos pagaran, reuniendo dos millones de maravedíes».
Junto a la iglesia de San Lesmes surge la última historia, protagonizada por Cristóbal de Haro, un mercader acaudalado de Burgos residente en Lisboa que una noche conoció a Fernando de Magallanes durante una partida de naipes. El portugués estaba seguro de que la tierra era redonda y soñaba con conseguir la misión que Cristóbal Colón no logró, alcanzar la región de las especias por el oeste, para evitar la zona de influencia de Portugal. Ambos acudieron a pedir ayuda a Carlos I.
Preguntado Fonseca si la campaña es viable la respuesta que obtiene es: sí, pero no hay dinero… a no ser que lo pongan, entre otros, los burgaleses afincados en Sevilla, el puerto más importante del mundo. Su Casa de Contratación contaba con tres gestores en cada época y la presencia de vascos y burgaleses era constante. Nadie se fía de Magallanes, por eso deciden incluir en el viaje a un hombre de confianza, Juan de Cartagena. También embarcan a Juan Sebastián Elcano, que cuenta con el apoyo de los mercaderes de Burgos.
Las cinco naves emprenden su marcha el 10 de agosto de 1519 con 229 personas. Los conflictos entre portugueses y castellanos se suceden. En Patagonia estalla el motín y Magallanes ordena abandonar a Juan de Cartagena. Consiguen llegar al estrecho bautizado después con el nombre de Magallanes, pero a partir de ahí la ruta es desconocida. Son tantas las penurias que comen cuero y serrín, beben su propia orina. En Filipinas, Magallanes es asesinado.
El testigo pasa al guipuzcoano Juan Sebastián Elcano, que atravesará el Índico, bordeará África por el cabo de Buena Esperanza y arribará a Sanlúcar de Barrameda y Sevilla el 6 de septiembre de 1522, a bordo de La Victoria. La expedición duró más de de tres años y sobrevivieron 18 hombres para completar la primera vuelta al mundo y demostrar que la Tierra es redonda.
La Favorita. Reconocido por sus pinchos y las carnes a la brasa, este bar-restaurante de estilo rústico del casco histórico conserva las paredes originales de piedra y ladrillo visto. Avellanos, 8 (Burgos). Tapa: 2 €. Ración: 15 €. 947205949. lafavoritaburgos.com.
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Silvia Cantera, David Olabarri y Gabriel Cuesta
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