Vergalijo, mucho más que una iglesia arruinada
Miranda de Arga (Navarra) ·
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A Vergalijo van con frecuencia los fotógrafos apasionados de las imágenes nocturnas. Llegan, se suben a la colina que sostiene la singular iglesia de la Asunción y esperan allí las luces del crepúsculo, orientan sus objetivos a la Vía Láctea y pintan con linternas el ... interior del templo o sus fachadas creando así fantasías en un paisaje que parece haberse fabricado a medida para una película.
Pero Vergalijo no es una fantasía, es de verdad y un barrio de Miranda de Arga. A orillas del río Arga un hacendado estellés que vivía sobre todo entre Elorrio y Madrid se compró un buen puñado de hectáreas de tierras que hizo roturar para fundar en ellas pueblo y campos de labor. Para el año 1904 ya estaba allí Vergalijo; había casas, escuela, iglesia, cuartelillo de la Guardia Civil, molino y un centenar de familias que trabajaban el campo para él.
Nuestro terrateniente, Felipe Modet e Ibargoitia, consiguió también que la Diputación le dejara desviar el cauce del río y creó una presa en el Arga; gracias a ella, además de regar los campos, transformó el antiguo molino de Cahués en una central eléctrica con la que bombeaba el agua, iluminaba el pueblo de Vergalijo y también el de Miranda de Arga. Bueno, un poco canalla sí que era porque declaraba muchas menos propiedades que las más de 3.000 hectáreas que se le contabilizaban. Y eso puso en ascuas a sus empobrecidos labradores que llegaron a declararse en huelga de brazos caídos, apedrearon su coche y su casa y se levantaron en algunas de las primeras revueltas agrícolas de este país.
La colonia campesina de Vergalijo fue uno de aquellos espacios de poder de latifundistas con notables influencias en la alta política. Pero aquel pequeño imperio no duró demasiado porque Modet falleció en 1916 y para la década de 1950 se había avanzado casi por completo su vaciado, quedando poblado y terrenos en las enredadas manos de sus herederos.
Lo que queda a la vista de aquella propiedad es impresionante y recuerda a uno de esos cortijos enormes de la literatura, con la casa del patrón encerrada entre muros, alejadas las de los labriegos, también la del pastor y sus corralizas; la iglesia vigilando desde la colina.
El templo, pintoresco a más no poder, es el principal sujeto de los fotógrafos. Nuestra Señora de la Asunción es su patrona pero ni tiene su imagen, ni siquiera una campana que repique, como hiciera antaño para bodas, bautizos, comuniones o funerales. Sostiene en pie su torre peculiar, coronada por una pirámide cuadrangular de lados cóncavos y forrada de cinc, dos ábsides con vanos de ladrillo la abrazan y aún se ven en su tejado, parcialmente hundido, unas bonitas tejas de color verde esmeralda. Hace tres años prometieron restaurarla pero la cosa se complica porque la ermita es propiedad de una familia, los Guardiola Martínez-Tenorio, pero la colina y el resto de la finca donde se encuentra pertenecen a los herederos de Modet y de momento no hay acuerdo ni nadie que firme una cesión de lo suyo.
Dicen que a orillas del Arga hubo antes un campo de mimbres, un «vergal» y por eso le pusieron a este rincón de Navarra ese bonito y sonoro nombrecillo: Vergalijo. Su iglesia, con la espadaña crucificada enfrentada al cierzo, sigue cada noche vigilando la Vía Láctea a la espera de quien llegue a fotografiarla.
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