Valencia, mucho más que Fallas y ninots

Votamos sí a volver al Barrio del Carmen y a su ambientazo. Nos gusta adentrarnos en sus callejas de origen medieval, en pleno casco antiguo, entre las Torres de Serranos y de Quart. Imposible no admirar los detalles, la cuca Casa de los Gatos, hogar en miniatura para felinos. El Portal de la Valldigna, que separaba la ciudad cristiana de la morería. La Plaza del Árbol, cuyo ejemplar lleva dando sombra al menos 300 años. O la calle Moret, donde convirtieron feos muros en obras de arte callejeras (pasa por allí y déjate sorprender). Curiosidades como esas aportan gracia a los viajes.

Hablando de arte, el de la Iglesia de San Nicolás y San Pedro Mártir deja sin aliento, te guste o no entrar en este tipo de edificios. Barroco, eso sí, exagerado. Se encargó la reforma en 2016 a Gianluigi Colalucci, responsable de la restauración de la Capilla Sixtina, así que imagina el resto.

Ya que vas de sorpresa en sorpresa, sobrecoge la grandiosidad de la Lonja de Seda. Patrimonio de la Humanidad, fue levantada entre los años 1482 y 1548, cuando la ciudad vivía sus vacas gordas gracias al comercio de esta fibra natural. El Salón Columnario, con 24 columnas de 17 metros, es símplemente magnífico; si le sumas el Patio de los Naranjos y el Consulado del Mar, con un fascinante techo gótico de madera, rizas el rizo.

Hablando de techos, atentos al del Mercado Central, joya modernista. Y a la falta del mismo en la curiosísima Plaza Redonda. Preciosa es otra plaza, la más emblemática de la ciudad, la de La Virgen. Está rodeada por la Catedral de Santa María, el Palacio de la Generalidad y la Basílica de la Virgen de los Desamparados. Nos quedamos sin sitio para hablar del Museo Fallero, de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, de acercarse a la Albufera, de... Resumiendo, que tienes que ir a Valencia.

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