El último de los pueblos más bonitos

Este enclave situado en la comarca de La Bureba, a 43 kilómetros de la capital de la provincia, a 91 de Vitoria y a 129 de Bilbao, se caracteriza por su histórica tradición salina. En su mejor época llegaba a producir 100.000 kilos de sal al día. La localidad recibe ahora al año a unos 40.000 visitantes fascinados, sobre todo, por el entorno, la calma que preside la vida en esta zona y la escasa presencia de turistas, algo cada vez más apreciado por los viajeros.

Los gestores municipales confían en incrementar las cifras de visitantes y han comenzado a desarrollar diferentes iniciativas, muchas de ellas centradas en rutas de senderismo por los montes y bosques próximos.

Una de las rutas que más expectación ha levantado ha sido la de los almendros en flor. Hay unos 3.000 ejemplares y su floración hacia marzo -dependiendo del tiempo que haga se adelanta o se atrasa- es un auténtico espectáculo. La oficina de Turismo tiene una ruta marcada de poco más de 5 kilómetros para poder pasear por la zona. En determinadas épocas del año hay la posibilidad de completar el recorrido junto a un técnico que explicará a los visitantes todo lo relacionado con los almendros y su floración.

Otras rutas no están tan condicionadas por el calendario como es la del diapiro, de seis kilómetros, que permite apreciar esta formación geológica, similar en este caso a un cráter, y disfrutar de las vistas del Castillo de Poza, el Altotero, el Castellar y las salinas. Para los más valientes queda la conocida como 'Infierno Pozano', la carrera en bicicleta de montaña que se desarrolla cada mes de junio. Se trata de un recorrido rompepiernas de 45 kilómetros.

Antes de alejarnos de sus calles para adentrarnos en las salinas podemos recorrer el pueblo. Además de la plaza, Poza de la Sal conserva una arquitectura tradicional donde se mezcla el adobe, las vigas y listones de madera y fachadas encaladas en yeso. Calles estrechas y muchas cuestas marcan el pueblo. En la plaza mayor se encuentra un balcón sobre la comarca de La Bureba, aunque es en otro alto fuera del pueblo donde encontramos el auténtico Mirador de La Bureba, punto así conocido por las vistas que ofrece. También es interesante el castillo, que se asienta sobre una muela del diapiro. Construido sobre los siglos XI o XIII para defensa del territorio, la familia Rodríguez de Rojas lo transformó en el siglo XIV. La oficina de turismo local organiza a diario, sí a diario, visitas guiadas a las 13.00 horas.

Y por si este escenario no fuera suficiente, si se tiene tiempo hay otra alternativa que sumar a este viaje: Castil de Lences, a cinco kilómetros de distancia. Una localidad que «transmite paz» según explican quienes la conocen. Hasta el punto que llegó a conquistar a los ahora Reyes Felipe VI y Letizia, que se hospedaron en el monasterio de las clarisas de ese municipio cuando aún eran príncipes.