El tesoro de agua oculto dentro de un bosque de Cantabria
Cascadas de Lamiña (Cantabria) ·
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Cascadas de Lamiña (Cantabria) ·
Una ruta de lo más cómoda lleva a las cascadas de Lamiña, ocultas entre los árbolesRafael Sebrango
Domingo, 22 de septiembre 2024, 12:31
Llegar hasta las cascadas de Lamiña tiene algo de búsqueda de un tesoro. De un pequeño esfuerzo, en forma de afrontar alguna dificultad como un poco más de desnivel o el tener que vadear un arroyo. Como si la naturaleza pusiese un módico precio para ... contemplar una de las joyas de la naturaleza de Cantabria. Pero ese esfuerzo merece la pena para quedarse unos minutos contemplando y escuchando caer el agua en el medio de un bosque y llevarse unas cuantas fotografías y buenas sensaciones en el recuerdo.
En el municipio de Ruente se encuentra la ruta de las Cascadas de Lamiña. Para comenzarla hay dos alternativas. O empezar en el pueblo que le da nombre, Lamiña, o en Barcenillas. En esta localidad, junto a un cauce seco donde hay buen espacio para dejar el coche un cartel informativo ilustra sobre la ruta, perfectamente señalizada. Nada más comenzar a andar, se percibe la comodidad del camino. Una pista plana, de cemento en buena parte del recorrido, discurre junto al bosque y numerosos prados. Algún tramo, pegado a zonas de aprovechamiento del monte, puede estar algo embarrado, pero nada que no se pueda salvar fácilmente. No será nada difícil, dependiendo de la hora o del tiempo en lo meteorológico, ver a algún animal salvaje pastando en los prados, como corzos o venados. Pero vacas o yeguas suelen ser las protagonistas más habituales. El río Barcenillas acompaña durante todo el recorrido. Un pequeño puente permite cruzar un atrevimiento del agua, que pasa por encima de la pista.
El tramo de cemento concluye con una clara indicación de que hay que seguir a la izquierda. 'Cascadas', reza la señal. Se pasa ahí a una pista de monte propiamente dicha, de tierra y piedra suelta. Pero como lo anterior, en buen estado y sin ninguna dificultad. Aunque al poco de comenzarla, la pista se empina un poco. Un paso canadiense señala otro desvío, el importante a tener en cuenta. Aunque también está debidamente señalizado. Junto a otro panel informativo, un cartel de madera reza 'Cascadas de Úrsula'. Que ese es el nombre oficial de las cascadas de Lamiña. Ahí se gira a la derecha para adentrarse en el corazón del bosque. Según la época del año, los colores de los diferentes árboles crean una bóveda de mil colores.
Distancia La ruta más larga alcanza los 20 kilómetros, pero hay opciones menos exigentes.
Después de haber bajado hasta el arroyo, llega el que es el punto más delicado de la ruta. Ese pequeño esfuerzo que hay que hacer para descubrir el tesoro de las cascadas. Porque toca atravesarlo, ya que el camino discurre por la otra orilla. Y como siempre que hay que vadear un curso de agua, es necesario extremar la precaución. Hay varios 'pasos' y en función de la época y del volumen de agua, puede ser más o menos complicado pasar entre las resbaladizas rocas de un río. La ayuda de un palo de monte o de un bastón de trekking, para lograr un mayor equilibrio, es de lo más recomendable.
Tras cruzar el arroyo el camino, algo más angosto y en el que hay que tener cuidado con una serie de escalones, troncos y raíces, da paso a un puente que lleva hasta el gran espectáculo. El sonido antecede a lo que se va a ver. La confluencia de los arroyos Moscadoiro y Barcenillas provoca unos cuantos saltos de agua. Algunos anchos y de no mucha altura. Otro llama la atención por todo lo contrario. Estrecho y con una caída de unos cuantos metros, y que a la vez se puede contemplar desde poca distancia. Por ese tesoro oculto en la naturaleza ha merecido la pena el pequeño esfuerzo de vadear el arroyo.
Otro pequeño peaje en forma de esfuerzo es a la hora de irse. Toca ascender, aunque sean unos pocos metros, una pendiente más considerable por un estrecho camino. Y tras vadear, este ya sin esfuerzo, otro pequeño caudal de agua, a los pocos metros se retoma la senda de monte. Al poco, el camino cambia a una pista mucho más ancha, de piedra suelta, y en la que enseguida se otea una cabaña que hay junto al paso canadiense que lleva a las cascadas. Desde ahí, a desandar lo andado para dirigirse a Lamiña o a Barcenillas.
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