A la sombra de Venecia

Saqueada por Atila allá por el siglo V, cuando aún se llamaba Tarvisium y ejércitos con sandalias pisaban su tierra, conoció mejores tiempos bajo la protección de la Liga Lombarda. Entonces caballeros y músicos, escritores y poetas poblaron sus callejas empedradas, dominadas más tarde por el imperio austriaco, por la República de Venecia y por los franceses, que unos tras otros impusieron sus normas. De todos quedan aires que enriquecen el paisaje, poblado ahora por gentes calzadas con sandalias, turistas menos despistados (o más), que dedican al menos una jornada a este rincón del mundo antes de desplazarse hasta la reina de los carnavales a embelesarse con la plaza de San Marcos y demases.

Bañada por canales, plagas de terrazas donde tomar un aperitivo (un Aperol spritz o un Campari spritz, por ejemplo), pueblan la Plaza de los Señores. En ella se alzan la Torre Cívica y el Palacio del Podestá, el denominado palacio de los Trescientos (XIII), con un aire que recuerda bastante a la preciosa, e italiana también, Siena. El Duomo, es decir, la catedral, tiene aspecto de panteón clásico, con sus anchas columnas. Distintos son los ladrillos de la Logia del Caballero.

En la iglesia de San Francisco descansa Francesca Petrarca, hija del poeta. La de San Nicolò también merece encuentro. Si te gustan los museos, dentro de la Casa dei Carraresi encontrarás, por ejemplo, obras de Vincent van Gogh o pertenecientes a las vanguardias del siglo XX. En cuanto a otro arte, el culinario, busca las numerosas 'trattorias' donde extasiarse con platos típicos de la región del Véneto. Y durante el momento 'spritz' (volvemos al aperitivo), las 'cicchetti', lo que podrían ser, más o menos y salvando las distancias, nuestros pintxos.