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Sexo en la pared
Abrisketa de Arrigorriaga (Bizkaia) ·
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Abrisketa de Arrigorriaga (Bizkaia) ·
A cuatro pasos de la aglomeración urbana de Bilbao se produce un singular cruce de líneas de tiempo. Tres templos se miran desde tres laderas ... elevadas sobre el horizonte del centro urbano; tres historias, quizá coetáneas, quién sabe, se cruzan allí, donde nada en el paisaje permite pintar, ni siquiera con la imaginación, un viejo cuadro del pasado.
Sin embargo hay unas piedras antiguas que pueden convertirse en un resorte perfecto para activar nuestra fantasía. Están en el muro de la ermita de San Pedro de Abrisketa, en el barrio homónimo de Arrigorriaga. Son piedras talladas en tosca arenisca gastada por el paso de los siglos, embutidas en un muro que mira al sur a ambos lados del arco de una antigua puerta tapiada. En una de ellas dos figuras humanas parecen abrazarse, quizás más que eso, practican sexo. En la otra, muy estropeada, parece reconocerse a una persona con las piernas abiertas y los brazos en jarra. Nos han dicho que es una representación de la lujuria, una lección de moral sobre la deriva del pecado y sus consecuencias.
Las piedras de Abrisketa nos hacen preguntas, también la aguabenditera o la peculiar ventana medieval y su taqueado jaqués que se insertan en el ábside. Otra piedra, una estela en el hastial con el símbolo cristiano de la cruz en su centro y una ornamentación zigzagueante, sugiere interpretaciones distintas. Dijeron que se habían tallado hace nueve siglos, quizás antes. También estelas romanas se reutilizaron en sus muros.
Abrisketa se ha excavado recientemente y ha dado alguna respuesta. Ha entregado los cuerpos de una necrópolis de la alta Edad Media, de los siglos VI al VIII, quizá pertenecientes a un pequeño asentamiento, ni siquiera un poblado por su tamaño. Quizá los arqueólogos se hagan otras preguntas, yo me pregunto: ¿de dónde y cómo trajeron a Abrisketa hace novecientos años las piedras de arenisca si en derredor sólo hay calizas?
A la altura de Abrisketa, al otro lado del río Nervión, encaramada en la ladera del monte Malmasin, está otro de los vértices del triángulo: San Martín de Finaga. Allí otra necrópolis, también estelas de arenisca y huellas romanas, también un templo cristianizando un lugar emblemático con un enorme horizonte a la vista. Sobre la ladera, vigila el castro de Malmasin, quizá un enclave para custodiar el primer Bilbao y tarea aún pendiente para los arqueólogos.
Cuatro mil años antes de la cristianización ya había gente enterrando a sus muertos en Artxanda y en el monte Avril. Un poco más abajo, quizá está el tercer vértice del triángulo del tiempo: Vecunia (Begoña). Una lápida romana encontrada en un pequeño pasaje de Loiu hace varios siglos y ahora perdida tenía escrito 'Vecuniensis hoc munierunt' (Esto lo construyeron los de Vecunia). Seguimos haciéndonos preguntas como buenos herederos del legado del arqueólogo Mikel Unzueta: ¿Vecunia es Begoña? ¿Está en Begoña, quizá bajo las columnas de la basílica, el tercer vértice de la línea de tiempo que buscamos? Esperemos que los arqueólogos nos den alguna respuesta.
Porque si el paisaje no nos hiciera preguntas ¿qué sentido tendría irse de paseo? Menos mal que esta vez la culpa solo la tienen unas piedras y el sexo.
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