Senderos, bosques y monumentos en la ruta de la lana entre la Meseta y el Cantábrico

Los caminos rurales seguidos por los rebaños y miles de carros, las ferias y los centros de gobierno sembraron de edificios señeros Castilla, La Rioja y las provincias del Cantábrico

Jueves, 26 de mayo 2022, 00:38

Los caminos siempre han servido para unir, enlazan gentes y fronteras, orígenes y destinos. Por ellos han deambulado muchos en busca de fortuna, otros tantos recabaron ayuda espiritual o sirvieron para mover mercancías. Elegimos la Ruta de la Lana, que descubre el interesante patrimonio ... relacionado con una de las principales actividades económicas entre los siglos XV y XVIII. Sigue los pasos de los rebaños desde la Meseta castellana hasta los puertos. «El camino pierde su ser cuando no es transitado, cuando nadie lo ve ni lo siente; si se utiliza representa la unión y la aventura, ideas nuevas y viejas», explican los promotores de la ruta.

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Zonas productoras

La Rioja, Soria y Segovia

Paseo otoñal en la Sierra Cebollera (La Rioja). Sonia Tercero

Imagina el ir y venir de ovejas y carretas, mercaderes negociando, barcos... y sube al coche. Necesitarás varios días para la propuesta que parte desde tierras riojanas en Los Cameros. Allí pastaban en época estival los rebaños, más de 200.000 ovejas en el siglo XVII. Aún quedan vestigios: cañadas, fábricas textiles como las de Ortigosa o Villoslada y almacenes de lanas en esta última localidad. Acércate para sentir el pasado. De paso, puedes apuntarte a la visita guiada a las grutas La Paz y La Viña en Ortigosa o utilizar una audioguía para recorrer Villoslada. Además quedan ranchos de esquileo como el de Brieva y celebraciones en ese mismo municipio, que los días 28 y 29 de mayo acoge la Fiesta de la Trashumancia con paseo de rebaños, demostraciones de esquileo, degustación de migas y feria artesana.

«La trashumancia dejó su huella en el paisaje. Impedía regenerar los árboles hasta que el declive de la actividad en el XVIII dio paso al bosque, aportando especial esplendor en el Parque Nacional de Sierra Cebollera», recuerdan para invitar a visitarlo. De ahí toca dirigirse a tierras sorianas por el Puerto de Piqueras. En La Venta aguarda un antiguo descansadero de rebaños o el Centro de Interpretación de la Trashumancia, justo antes de comenzar la subida en un ramal de la N-111. Soria contó con un activo comercio lanero desde finales del Medievo hasta el XIX. Allí esquilaban y lavaban la lana. Muchos ganaderos tenían sus puntos para el esquileo. Funcionaron, además, en la capital los lavaderos de Chavaler, La Sinova, Vinuesa, San Pedro Manrique, Yanguas y Medinaceli.

Real Cabaña de Carreteros

Tierra de Pinares

Palacio de Gómara, en el casco antiguo de Soria. Julio Arrieta

Después toca faldear la Sierra de la Demanda, entrar en Tierra de Pinares, entre Soria y Burgos para conocer las poblaciones que formaban la Cabaña Real de Carreteros Burgos-Soria. Nacida en 1497 por orden de la reina Isabel la Católica, las carretas tiradas por bueyes (hasta 5.000 en XVII) recorrían Castilla con la lana ensacada camino al Cantábrico. Dirección sur, por El Burgo de Osma, accederás a Segovia, donde se producía la mayor parte de la lana merina fina, deseada en los mercados europeos. «Son impresionantes sus lavaderos y ranchos de esquileo, donde cada trabajador podía llegar a esquilar más 100.000 ovejas en plena temporada», aseguran.

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Centro de negocio

Medina del Campo

Los rebaños cruzan Medina del Campo. Fran Jiménez

El Museo de las Ferias expone una colección de piezas artísticas, históricas y documentales relacionadas con los mercados feriales. El mercado de la localidad encabezó las actividades económicas de la península desde el siglo XIV, primero con la lana, más tarde con paños, sedas, tapices y bordados. Los Reyes Católicos impulsaron en 1491 las Ferias Generales, grandes mercados de transacción de productos que acabaron convertidas en reuniones financieras. Hasta allí se acercaban comerciantes burgaleses, bilbaínos, sevillanos y catalanes, más otros llegados de Amberes, Lyon, Génova, Florencia o Lisboa. Del feriante se pasó a los cambistas y banqueros, que ofrecían créditos, contrataban partidas, ordenaban pagos o giraban letras de cambio.

El Consulado del Mar

El poder de Burgos

Un pastor atiende a su rebaño en Burgos. J. Félix García

El pastel era grande y todos querían su porción. Desde el siglo XIII, Burgos rige un comercio lanero en auge. Allí lo centralizaron, decisión que enriqueció la ciudad hasta convertirla una de las más prósperas de la península entre el XIV y XV. En 1493 se fundó el Consulado del Mar, que obtuvo el monopolio del comercio exterior cantábrico a instancias, de nuevo, de Isabel y Fernando. Puedes observar el edificio que albergó su sede (Paseo del Espolón 14), con su ancla al frente para dejar claro la utilidad en aquel tiempo. Desde este inmueble, creado por comerciantes burgaleses, se controlaba el comercio con Flandes. La fachada neoclásica fue construida a finales del siglo XVIII. Actualmente alberga la Academia Provincial de Dibujo y es la sede de la Real Academia Burguense de Historia y Bellas Artes.

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Transporte por tierra

Camino Real de Reinosa

Puente de Carlos III, en el Camino Real de Reinosa.

Los monarcas potenciaron en el siglo XVIII la exportación de la lana a través de Santander frente a Bilbao y para ello crearon el Camino Real de Reinosa, eximiendo de impuestos a la lana castellana que partía de la actual capital cántabra. La apertura de esta vía en perjuicio de los puertos vascos, que gozaban de exenciones fiscales, se inscribe en la política interna de una época de reformas impulsada por los monarcas en pleno proceso de centralización administrativa. Puedes completar una parte a pie, la que une las localidades cántabras de Bárcena de Pie de Concha y Pesquera, de unos 7,5 kilómetros.

Los puertos

Bilbao y Santander

Puente de La Muza, en Balmaseda. JUAN CARLOS SANCHO

También puedes seguir desde Burgos al puerto bilbaíno por el Valle de Mena y la aduana de Balmaseda. Bilbao logró imponerse como salida comercial en el Cantábrico y durante los siglos XIV y XV la industria naviera obtuvo un enorme desarrollo. En el XV y XVI naves, ferrerías, astilleros y mercadería dominaban estas tierras que, en 1511, recibieron la concesión de un Consulado de Comercio y Casa de Contratación gracias a la reina Juana. El flujo de materias pasaba por la aduana de Balmaseda y su puente de La Muza es testimonio de aquel no parar siguiendo el fluir del río Cadagua hasta Bilbao.

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Otra ruta, el Camino de Orduña, hace la competencia desde el siglo XVIII. Propone, ahora, ver la ciudad y el edificio neoclásico de la Aduana, en la Plaza de Los Fueros. Este punto clave de las rutas de mercaderes desde el interior de la meseta hasta los puertos, fue protegida con torres defensivas en Puentelarrá, Bergüenda, Espejo, Villanañe, Villamaderne y Astúlez.

Para acabar, queda el paseo por los puertos desde donde la lana viajaba a Europa: Bilbao, Castro Urdiales, Laredo, Santoña y Santander. «Las rutas que siguieron nuestros antepasados para sus viajes e intercambios comerciales tienen mucho que ver con la configuración de la Europa plural y unitaria de hoy. Imaginamos los productos en alforjas, los carros repletos de hierro, madera o lana, y a quienes los transportaban. Siguiendo la pista a estos materiales se completa una cadena de clases sociales, lugares y profesiones», finalizan los promotores de la ruta.

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