Si se va en paralelo al río Arlanza, desde Lerma hasta Covarrubias –donde se puede visitar la colegiata–, los tesoros son otros. Los primeros de este camino están en Quintanilla del Agua, un pueblo en el que hay un tesoro natural, los Borbollones, y ... otro digamos que arquitectónico, el Territorio Arlanza. Los Borbollones vendrían a ser casi el contrario de las cascadas, que en Burgos hay unas cuantas. Bueno, no aquí, porque lo que ocurre en el río a esta altura no es que abunden los saltos o caídas de agua, sino que parece que el agua salta desde el fondo, o que el fondo hierve (pero sin hervir). ¿Qué es lo que ocurre, qué fenómeno es este? Pues resulta que el Valle del Arlanza, entre Covarrubias y Lerma, es una cuenca artesiana y eso hace que brote el agua debajo del agua, como en burbujas. Esto ocurre a lo largo de 80 metros y con un caudal de 120 litros por segundo. Es una imagen curiosa la de los Borbollones, que además se utilizan para abastecer a Lerma.
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Dónde Covarrubias se encuentra a 20 kilómetros de Lerma por BU-904. A mitad del camino pasaremos por Quintanilla del Agua.
Otra de las citas en esta localidad es Territorio Arlanza, el empeño personal del escultor Félix Yáñez. Hace mucho que comenzó a dar forma a un poblado típico de Castilla, con sus casas y calles típicas, con los materiales tradicionales –rescatados de escombreras–. Lo mejor de todo es que no es una maqueta ni una réplica reducida, sino que en los 14.000 metros cuadrados que ocupa, todo tiene el tamaño real. Tras las fachadas hay museos etnográficos y hasta un corral de comedias. Y las esculturas de terracota que hace Yáñez pueden verse en otro edificio, y el artista ofrece talleres didácticos. La visita a Territorio Arlanza cuesta cuatro euros para los adultos y uno por niño.
También podría parecer un museo, o una reproducción de épocas pasadas, la localidad de Covarrubias. Y es que el recinto amurallado está recorrido por callejuelas acotadas por casas blanqueadas que muestran sus vigas de madera, con plazuelas en las que pararse a admirar las flores de las ventanas o los pilares de piedra de los soportales. La Casa de Doña Sancha, en la plaza del mismo nombre, es uno de los mejores ejemplos de la arquitectura tradicional del lugar. La fachada de adobe y el entramado de madera, el soportal y la balconada, todo está allí desde el siglo XV.
En esta zona se encuentran además la mayoría de los reclamos turísticos del pueblo. Ahí está el Torreón de Fernán González, convertido en museo de armas y levantado cinco siglos antes que la casa de Doña Sancha; cuenta la leyenda que aquí mataron a la infanta Urraca... Y otra princesa que no acabó bien fue Kristina de Noruega, en cuyo homenaje hay una escultura al otro lado de los muros del torreón. Murió solo cuatro años después de haber viajado hasta Valladolid para casarse con un hermano de Alfonso X el Sabio.
Justo enfrente, sus restos descansan en un sarcófago en el interior de la Colegiata de San Cosme y San Damián. Otras obras de arte allí dentro son el claustro del siglo XVI, el órgano del siglo XVII, los altares barrocos del XVIII. En el museo hay capiteles románicos, tablas de Berruguete y Van Eyck y un Tríptico de la Adoración de los Reyes Magos atribuido a un discípulo de Gil de Siloé.
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El paseo por Covarrubias incluye la senda del río, a la sombra de los árboles, y atravesar el puente de origen medieval de San Pablo. Por aquí se puede llegar también hasta Santo Domingo de Silos, pero lo mejor es detenerse por el camino para dar una vuelta entre sabinas –enebros–. En los sabinares del Arlanza, espacio natural protegido, hay ejemplares de más de dos mil años y anidan las aves rapaces.
De vuelta a Lerma, y antes de regresar al norte, hay que salir de la A-1 a la altura de Villamayor de los Montes. ¿Por qué? Porque allí vive una comunidad de monjas cistercienses que cada día va y viene por un claustro en el que, cosa rara, no son tan importantes las alturas –los capiteles– como los suelos. Y es que los antiguos mosaicos, aunque hayan perdido alguna pieza, forman dibujitos relacionados con el campo, los animales y la oración. Una joyita, la entrada cuesta 1,50 euros y la hermana que lo enseña tiene mucho sentido del humor. Las monjas venden productos artesanos.
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