La silueta del Palacio Ducal domina los campos sobre los que se asienta Lerma.

Lerma, donde habitan los ángeles

'Angeli', la celestial exposición de la Fundación de Las Edades del Hombre es la excusa perfecta para visitar Lerma y la comarca burgalesa donde se asienta esta villa ducal

Jueves, 10 de octubre 2019, 12:48

Escribió José Zorrilla un poema que dice así: «Llegar a viejo supone / cambiar de ser; no es mancilla». Los versos continúan, cierto, y se queja el autor de 'Don Juan Tenorio' de que puede que no sea mancilla lo de envejecer, que no hay por ... qué avergonzarse de algo tan humano como eso, pero que, por otro lado, hay que ver lo humillante que puede llegar a ser no ser el mismo, convertirse en otro, más mayor, más vejete y cascado. Más sabio, si se quiere, pero también más doblado por los años. El poemita puede leerse en papel, claro, pero también se puede optar por acercarse hasta Lerma, la villa ducal donde vivió el escritor de joven –cuando a su padre, que fue gobernador en Burgos, lo desterraron allí, todo hay que decirlo–, y leerlo asomándose al valle por el que trascurre el río Arlanza. Desde hace un tiempo, estos y otros versos de Zorrilla están puestos allí, en el mirador que hay en lo alto de la localidad, entre iglesias y palacios, entre escudos y callejas.

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'Angeli'. Lerma (Burgos)

  • Cómo llegar Lerma se encuentra a 40 km al sur de Burgos, a hora y media de Vitoria y a dos de Bilbao.

  • Cuándo Hasta el 10 de noviembre.

  • Web lasedades.es

A Lerma el envejecer le ha sentado bien. Guarda muchos tesoros arquitectónicos, y luego están los gastronómicos. Y hasta los ángeles se han dejado caer por allí esta temporada. Caer, por supuesto, va con segundas; porque por allí están ahora los buenos, los de las caritas sonrosadas y los cabellos brillantes, los que jamás perdieron su esencia, según la creencia cristiana, y están también los otros, lo que sí cayeron en su día o más bien se tiraron. Los buenos y los malos. Los seres de luz y los de oscuridad. Todos reunidos, contando de nuevo una historia de creencias y de arte a lo largo de los siglos, que es lo que muestra la exposición Las Edades del Hombre. Este año, hasta el día 10 de noviembre, bajo el título de 'Angeli'. Son en total 90 obras, antiguas y contemporáneas, que pueden visitarse en tres templos de la villa.

Negros demonios

La entrada está en la ermita de La Piedad, que en origen era la románica iglesia de San Juan. Allí puede verse un audiovisual sobre la bondad –y la necesidad que tenemos los seres humanos de ella– de los ángeles como introducción. Y se aprovecha para darse una vuelta por un espacio que desde hace mucho está desacralizado y ha sido convertido en centro cultural. La siguiente parada, cuesta arriba, es la iglesia de San Pedro, que casi casi llegó a catedral pero se quedó en colegiata. El aspecto, por fuera y por dentro, habla de poder y dinero, de una época en la que podían levantarse enormes edificios –y con buenas vistas sobre las tierras de labranza que rodean el promontorio sobre el que se desarrolló Lerma–. Para llegar hasta aquí desde la ermita, se pasa por la casa en la que vivió el poeta José Zorrilla con su familia, y por los versos pintados en los muros. Delante de la iglesia está sentado el escritor para la eternidad.

El grueso de la exposición, 70 piezas, está aquí. Incluidos los demonios y sus distintas representaciones a lo largo del tiempo. Nota: tienden a ser negros y con turbante en varias tallas. Políticamente incorrectos, desde luego, pero así era la vida antes. Y antes San Pedro estaba conectada a través de pasadizos con el Palacio Ducal –el parador, donde hay una exposición de tapices de la Real Fábrica–: los pasadizos discurrían por la Plaza Mayor, los arcos de Santa Clara y el Monasterio de la Ascensión, que es la tercera de las sedes de Las Edades del Hombre 2019. Aquí, otra veintena de piezas hablan de la salvación, de la esperanza.

A. PÉREZ MIGUEL

Al salir del monasterio, lo lógico es parase un momento en la tumba-monumento del Cura Merino, aquel que recorrió estas tierras enfrentándose a los franceses durante la Guerra de la Independencia Española. Detrás está lo que queda del pasadizo del duque de Lerma, convertido ahora en mirador. Y, en la misma plaza de Santa Clara, la tienda de repostería de las hermanas de la congregación Iesu Communio, fundada por una clarisa hace como quien dice nada (la fundadora lleva menos de 40 años ordenada, y la congregación existe como tal desde 2010). Sus pastitas de té, tartas y trufas bien merecen la visita.

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Los dominios del duque

El resto es callejeo por Lerma, la villa que bajo el mando de Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, el primer duque de Lerma, fue ampliándose y que ha llegado hasta nuestros días convertido en el mejor conjunto urbano conservado del siglo XVII. Los soportales de la Plaza Mayor son perfectos para tomarse algo y comprar morcillas, quesos, vinos de Arlanza y de Ribera de Duero, productos varios de la tierra. En cada esquina hay, casi, una iglesia o monasterio y de vez en cuando el empedrado de las calles da paso al de las plazas. En la parte baja, junto al Arco de la Cárcel –la puerta de entrada de la muralla medieval– hay algunas calles que se conservan prácticamente como en el medievo. Y fuera del en su día recinto amurallado, hay que encaminarse hacia el puente sobre el río Arlanza para mirar desde allí, desde abajo, Lerma; y para imaginar esta zona atravesada de jardines, paseos, fuentes, estanques y figuras de mármol aquí y allá, que es lo que hubo en el siglo XVII en este espacio de recreo diseñado para el esparcimiento del duque y sus nobles.

Monasterio de Silos.

El río invita a pasear, sin duda. Y a comenzar alguna ruta que atraviese los campos y siga explorando el pasado de la comarca. Una alternativa es poner rumbo a Santo Domingo de Silos, cuyo claustro románico sigue siendo monumento de visita obligatoria. El piso bajo fue construido y labrado hacia finales del siglo XI y principios del siguiente; las figuras talladas en los capiteles tienen como acompañante el mejor de todos, un artesonada mudéjar para caerse de espaldas. El piso superior se terminó a finales del XII. También hay un museo y una antigua botica. Se puede comprar la entrada de 10 euros en Las Edades del Hombre que sirve para visitar la exposición en Lerma, este monasterio y de paso la Colegiata de Covarrubias.

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Pupitres y juegos

En el camino entre la villa ducal y Santo Domingo de Silos y sus cantos gregorianos –es media hora en coche–, hay otros cuantos lugares de interés de verdad. Uno es la ermita mozárabe de Santa Cecilia, en Barriosuso. Hay que abandonar la carretera Bu-901 en Santibáñez del Val y como quien dice adentrarse en la naturaleza para llegar a un rincón donde solo hay campos de cereal, un río de nombre Mataviejas y la sierra de Cervera como telón de fondo. El bosquecillo junto al río esconde un viejo puente y una zona de pícnic. Sobre un promontorio está este templito que tiene más de diez siglos, con una galería porticada un poco posterior, en el que es difícil no sentirse de repente como en un paraíso.

Puertas de bodegas bajo la Iglesia de Castrillo Solarana.

En Castrillo Solarana el paisaje aúna campos de labranza, bodegas subterráneas y edificios que los vecinos están recuperando como espacios museísticos. Por ejemplo, las antiguas escuelas. Han reunido pupitres de época, libros y juegos y se han montado un centro que explica su historia. Pero sin duda lo que hay que ver en este Castrillo es una iglesia, la de San Pedro, que parece una fortaleza. Está en lo más alto del pueblo, en El Castro, y su origen románico queda claro en algunos de sus volúmenes, como ese ábside semicircular que no es muy común. En la ladera, bajo la iglesia, se adivinan las bodegas en las que los vecinos siguen haciendo y compartiendo su vino de Arlanza.

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