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Iratxe López
Martes, 30 de abril 2019
No hace falta irse hasta la parisina Notre Dame para contemplar vidrieras. Tal vez allí se encuentren algunas de las mejores del mundo, pero a la capital vizcaína también le ha tocado su dosis de interés en este tipo de composiciones. Solo hay que saber ... dónde buscarlas, y para eso hemos pedido ayuda a Paula Ruibal (http://paularuibal.es/), artista vidriera balmasedana, autora del libro 'Vidrieras de Bilbao' en colaboración con la Diputación de Bizkaia y el Ayuntamiento de Bilbao. A través de sus ojos nos adentramos en un mundo plagado de juegos de luz y reflejos. El paseo tiene historia, además de un brillo especial, y puede hacerse por libre utilizando este reportaje como guía. Importante, llevar prismáticos si se tienen.
Comenzamos en la catedral de Santiago, presidida por los evangelistas, Jesucristo, Dios y el Espíritu Santo (1867), y adornada por dibujos geométricos y un rosetón (1890) realizados por Dagrand. Aficionado a los programas sobrios, tiende a la disolución del color mediante cristales blancos. «Hay que imaginar la iglesia sin electricidad, con el humo de antorchas ascendiendo hacia los rostros de las expresivas figuras. El efecto de nebulosa que se creaba era propicio para la meditación».
Lo narra con pasión nuestra cicerone antes de dirigirnos a la Biblioteca de Bidebarrieta, en cuya escalinata destaca una obra evocadora (1890), colocada cuando el edificio pertenecía a la Sociedad El Sitio. «La vegetación es el motivo principal. Parece que hubiera humedad. Todo fluye, juncos, espigas... La cenefa utiliza un amarillo plata muy difícil de conseguir». Los titulares de tal perfección no se conocen, aunque la vidriera vino de Flandes. «Sospecho que se trata de la misma casa que confeccionó los trabajos del Salón Árabe en el Ayuntamiento, ambos tienen piedras incrustadas similares». En el Consistorio también destaca el lucernario de la Casa Tejeiro L. Laforqué (1946), que disponía de un modesto taller en Bilbao de alta calidad artística.
La siguiente parada está cerca: el Mercado de La Ribera. La Casa Vidrieras de Arte (1929) consiguió una luz tamizada, enfocada al deleite de los productos, a oler, saborear... Utilizaron tonos azulados y geometrismo. «En las cenefas hay pájaros, frutas, berenjenas… composiciones alegres de Art Decó. Es impactante y hermoso».
Ya en el Quiosco del Arenal aguardan dos querubines armados con arpa y platillo, que flanquean el escudo de Bilbao (Vidrieras de Arte, 1928). «Aunque la puesta en escena parece romántica, la cenefa acaba en unos cisnes característicos del Art Nouveau, sobre fondo geométrico que le da un toque Art Decó; es un compendio de estilos».
Cruzando el puente llegamos a la Sociedad Bilbaína. Allí se localiza una hermosa cúpula (Casa Delclaux, 1913), la gran conquista de la vidriera, nacida a partir de los experimentos realizados para construir invernaderos en Inglaterra. «Conserva el halo de misterio del círculo, sin principio ni fin». El edificio también contiene un lucernario abovedado.
Algunos metros más adelante, la Estación de Abando recibe a sus viajeros con un trabajo encargado por Franco a la Unión de Artistas Vidrieros de Irun (1948). La estampa reproduce una Bizkaia rural que omite la modernidad. En un mundo sobrevolado por aviones en el que ya existía Altos Hornos, representa solo las labores del campo y la minería, tendiendo a lo estático. «El tiempo se detiene como si el reloj, que protege el escudo de los Borbones, antes el franquista, fuera lo único en movimiento».
Paula enfrenta esta rigidez a la vidriera situada en la escalinata del Palacio Foral, realizada 48 años antes por la Casa Rigalt y Cia. Aparece una Bizkaia con inquietud por el progreso. Representada por una mujer, la esposa del autor Anselmo Guinea, Bizkaia avanza por un pasillo donde rinden pleitesía ciencia y artes. «El cielo roto, modernista, alude a Gaudí. La luz enfoca la figura principal, creando un maravilloso efecto, en Abando está repartida por toda la composición. Aquí hay movimiento».
Muy cerca, la sede del Banco de España es alumbrada por una enorme cúpula (Vidrieras de Arte, 1931-1935), «curiosa porque nadie espera encontrar el escudo de la República en este lugar». El paseo finaliza en otra iglesia, la Quinta Parroquia. El baño de color es intenso. Los personajes bíblicos (Casa Mayer-Zetler de Munich, 1908) son románticos, evocan el paraíso. «Sus rostros son gratos, alegres, aseguran que lo que espera en el más allá es excepcional». Igual que este paseo.
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