Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Conquistaron para hacerse con el botín, no disparando besos y bonitas palabras como las de Don Juan a Doña Inés, sino a base de cañonazos y balas, de pólvora y machete. Como El Tenorio, mintieron cuando hubo que hacerlo; respondían, seguro, a la ley no escrita de que en la guerra todo vale, aunque ese código en realidad solo sirva para calmar la mala conciencia. Marcharon a la batalla o hacia la gesta inspirados por objetivos más o menos nobles. Algunos apretaron el gatillo con facilidad, algunos contuvieron el dedo. Eran otros tiempos, años en los que abrirse camino por el mundo suponía pasar por encima del resto (tampoco es que las cosas hayan cambiado tanto). Al menos, ellos podían ostentar como excusa la llamada a descubrir nuevos dominios y que a la feliz idea de empatizar con el prójimo y respetarlo le quedaban unos siglos para enraizar en la moral de la sociedad y de sus gentes (tampoco es que lo haya hecho mucho, vistas algunas actitudes).
No se les puede negar que se enfrentaron a la aventura con los ojos casi ciegos, en algunos casos ni siquiera tenían claro lo extenso que era el planeta, lo inhóspito y peligroso que podía llegar a mostrarse, repleto de trampas y enrevesados giros de historia. Salieron, pues, a apropiarse de tierras por mar, muchos desde fronteras vascas donde el agua fluía por las venas tan natural como la sangre; ningún pueblo asomado al océano ha sido capaz a resistirse a la llamada de las olas ni a su promesa de nuevos puertos.
Nos embarcamos, pues, en un breve repaso a través de los municipios que les vieron nacer, utilizando como guías a algunos de aquellos hombres capaces de subir a un navío en pos de lo que el destino les tuviera preparado: fortuna o pobreza, gloria o deshonra, vida o muerte.
Getaria (Gipuzkoa)
«Hemos descubierto toda la redondeza del mundo», pronunció el más famoso de los marinos vascos tras comprobar en carne propia, después de muchas horas de navegación y no menos vicisitudes, que aquello de que la Tierra era plana formaba parte del pasado. Hijo de Getaria nacido en 1487, encontró su tumba acuática en medio del Pacífico en 1526, aunque su hazaña resultaría inmortal: fue el primer navegante que completó la primera vuelta al planeta con la Expedición de Magallanes-Elcano.
Todos sabemos a estas alturas que la odisea arrancaba bajo el mando de Fernando de Magallanes y que, tras la muerte de este en Filipinas, Elkano debió ponerse a la cabeza. Ambos contaban con el beneplácito de la corona de España, empeñada en descubrir todo lo descubrible, en buscar financiación, metales preciosos, vías de comercio o cualquier otro elemento que contribuyera a engordar sus arcas. Partieron de Sevilla río abajo, en dirección a Sanlúcar de Barrameda, para prepararse durante 1 mes y 10 días. Y levaron anclas el 20 de septiembre de 1519 con cinco embarcaciones a tope de tripulación. Al regresar, el 6 de septiembre de 1522, quedaban solo un navío y 18 supervivientes.
El municipio que dio a luz a Elkano tiene muy presente al quien fue capaz de completar tal misión. A él y a su familia, pues la secuela del viaje tuvo que ver también con ella. Carlos V decidió que era menester organizar una nueva expedición y, para ello creó una escuadra bajo el mando de García Jofre de Loaysa en 1525. Salía así desde La Coruña con Juan Sebastián nombrado segundo mando y piloto principal. Le acompañaban varios amigos, vecinos y familiares, pero está vez nadie conseguiría volver. Él falleció en mitad del océano, el 6 de agosto de 1526. Siglos después, en su pueblo luce orgulloso el Monumento a Elcano, levantado por los arquitectos Agustín Aguirre y José Azpiroz y el escultor Victorio Macho. Está allí desde 1924 para conmemorar el Cuarto Centenario de la Primera Vuelta al Mundo, con los nombres de todos los supervivientes. Getaria cuenta además con un cenotafio en el interior de la Iglesia de San Salvador. Pedro de Echave y Asu mandó hacerlo sobre la sepultura de la familia del navegante. Reza: «Juan Sebastián de Elcano vecino y natural de esta noble y leal villa de Guetaria que fue el primero que dio buelta al mundo con el nabio la Victoria y en memoria de este heroe mando poner esta losa don Pedro de Echave y Azu cavallero del orden de calatrava año de 1671 rueguen a dios por el».
Por supuesto, no podía faltar una escultura en bronce del héroe en la calle. La firmó Antonio Palo, a petición de la Diputación Foral de Gipuzkoa en 1860, para recordarle como «adalid del régimen foral». Y otra de mármol labrada por Ricardo Bellver en 1881. Además, el Palacio Erromeronekua, de los Romero-Echave-Asu, acogió desde 1678 el archivo de Elkano y el cuadro con el escudo de armas concedido por Carlos I. Y, para redondear la visita, en la Berdura Plaza espera un mural de Carlos Zabala dedicado a la primera circunvalación.
Bilbao (Bizkaia)
Una sala del Itsasmuseum lleva su nombre, por algo se lo habrá ganado. Se trata de uno de los supervivientes de la ya conocida expedición de Magallanes y Elcano. Bilbaíno nacido en 1502, subió a la nao 'Victoria' en calidad de grumete. Fue uno de los dieciocho supervivientes que llegaron a Sanlúcar de Barrameda en septiembre de 1522, tras 2 años y 351 días de viaje y 14.460 leguas (80.000 km).
Juan de Arratia embarcó con solo 15 años en la nao, junto al paje Juan de Zubileta, de Barakaldo. Ambos se convertirían en los dos únicos que realizaron toda la travesía a bordo del mismo barco. Los otros dos vascos supervivientes, Elkano y el bermearra Juan de Acurio, arrancaron en la 'Concepción' y acabaron la proeza en la 'Victoria', felices por el buen nombre escogido para el único navío llegado a salvo. De las cinco embarcaciones, por cierto, una se adquirió en Erandio, otra en Lekeitio y otra en Ondarroa, muy vizcaíno todo. Además, gran parte del suministro de pertrechos, especialmente instrumental de hierro, venían también de la provincia.
Hubo en total 31 vascos en este viaje, 9 de ellos eran grumetes, 7 de estos de Bizkaia. Los aprendices trepaban las vergas, recogían las velas, remaban en bateles y cargaban mercancías. Si lo hacían bien, cumplida la veintena se les acreditaba como marineros. Además, el joven bilbaíno probablemente testificaría en la Junta de Badajoz del 23 de mayo de 1524, donde se pretendía establecer los derechos de Castilla y Portugal sobre los descubrimientos de las islas de las especias. Su nombre también aparece en el Archivo General de Indias, la armada asumió los gastos para curarle, de lo que se deduce formaría parte de la segunda expedición a las islas, según órdenes de Loaisa. Esa vez partieron cien vascos, incluidos dos hermanos de Elkano. La sala con el nombre de Arratia profundiza en la historia de Bilbao desde sus orígenes. Forma parte de la colección del museo, repleta de elementos y objetos referentes a la cultura marítima de Bilbao y Bizkaia (itsasmuseum.eus)
Zumarraga (Gipuzkoa)
La casa torre Jauregi Handia se conoce más en Zumarraga como Casa Legazpi, pues en ella nació el colonizador de las Islas Filipinas. Parece que el señor de Balda mandó levantarla durante la guerra de bandos (era oñacino), en plena Edad Media. El inmueble se libró de la sentencia de Enrique IV de Castilla, quien ordenó desmochar las casas señoriales hasta la primera planta, aunque el almenado no pudo escapar de ese mandato, cayó vencido. Hoy día, cuatro pisos dan altura a su planta rectangular con cubierta a dos aguas. Abajo luce piedra de sillería, arriba ladrillo y madera. Y en derredor, el adorno lo ponen unos jardines que reverdecen la vista y dan amplitud al conjunto.
Los años pasaron y los habitantes de la casa mudarían de nobles (de ahí el escudo, dragones incluidos) a campesinos que la adaptaron a su nuevo rol. Nicolás de Soraluce la salvó en el siglo XIX de ser demolida, luego decayó, mustia y olvidada, hasta que a mediados del XX fue declarada Monumento Histórico-Artístico Nacional. A partir de entonces, sufriría obras de restauración, la instalación de un Museo Hispano-Filipino en 1964 y se convertiría, más adelante, en sede de actividades culturales y escuela de música.
Habrá que imaginarse allí al pequeño Miguel (1502-1572), incapaz de imaginar de niño que acabaría fundando Manila. Que iba para militar o contador, podría predecirlo, teniendo en cuenta que su familia destacaba en cargos de la milicia y puestos administrativos de responsabilidad (el padre llegaría a ser alcalde mayor, su hermano alcalde). Como no tenía derecho a herencia, marchó a hacer las Américas. Por allí fue secretario en el Cabildo novohispano, alcalde, tuvo también un alto cargo en la Casa de la Moneda... vamos, que seguía la estela del clan. Y formó parte del Tribunal de la Inquisición, honor pelín cuestionable.
Zarpó rumbo a Filipinas en 1564, a pesar de que las islas se encontraban dentro de la demarcación portuguesa. Diplomático como era, logró convencer a quienes le recibieron de sus pacíficas intenciones. Hubo lío más tarde, porque el capitán portugués Gonzalo Pereyra reclamaba para su nación Filipinas. Más conflictos después, demasiados para contarlos en estas pocas líneas. El caso es que el 18 de mayo de 1571 López de Legazpi, acompañado de varios capitanes, pactó amistosamente con Rajá Matandá 'el Viejo', con Rajá Solimán 'el Mozo' y con Sibano Lacandola, principal del pueblo de Tondo, el reconocimiento para convertirse en vasallos de la corona española, y el 24 de junio celebraron la ceremonia de la fundación oficial de Manila. Migel fallecería de infarto por un disgusto, dicen que por culpa de un subordinado acusado de indisciplina y egoísmo, defecto que le molestaba hasta morir (lo demostró literalmente).
Mutriku (Gipuzkoa)
Sobre este personaje escucharás hablar en la visita guiada al Palacio Arrietakua (XVIII), en el casco antiguo. En ella compartirán hazañas de marinos y otros grandes personajes que lo habitaron, como nuestro protagonista. El inmueble se le antojó al Almirante Antonio de Gaztañeta, constructor naval famoso entre el XVII y el XVIII. Pero allí vendría al mundo el brigadier Cosme Damián Churruca y Elorza, científico y héroe de la batalla de Trafalgar.
La casa conserva, por suerte, las pertenencias de los Gaztañeta y los Churruca, luce como joya y estuche del patrimonio marítimo de la costa vasca. Hora y media sirve para saber y entender más la importancia del océano para la provincia (reservas: www.geoparkea.eus). Pueden apuntarse desde niños de 10 años en adelante. Otro niño, Cosme Damián, nacería en 1761 y acabaría muriendo en la batalla ya nombrada en 1805. De familia noble, su padre lució el título de primer alcalde y juez ordinario de la villa. Y él, con solo 15 añitos, ya sentó plaza en la Compañía de Guardias Marinas de Cádiz (con 16 le promovieron a alférez de fragata en Ferrol).
Cuentan que era ilustrado, trabajador e inteligente, de costumbres austeras y hábitos religiosos. No quería ascender por favor real, sino con la propia gloria ganada dentro de la milicia y el estudio. Aseguran que mejoró todos los buques bajo su dominio. Que adoraba a los autores clásicos latinos y dominaba el inglés, el italiano y el francés. También escribió ensayos y mimaba una biblioteca de 131 títulos distribuidos en 207 volúmenes.
Durante el fallido asedio a Gibraltar planeado por el duque de Crillón (1782), en la noche de las 'balas rojas' inglesas, trató de apagar el incendio de las baterías flotantes de D'Arçon y salvó a varios supervivientes, a pesar de la lluvia de fuego y el desastre. El año 1788 embarcó en una expedición que pretendía reconocer el estrecho de Magallanes y estudiar la hidrografía de aquellos parajes para favorecer el comercio y la navegación. Cuentan que incluso acabaría recibiendo de Bonaparte un rico sable y un par de pistolas por otras labores. Además, su Método geométrico para determinar las inflexiones de la quilla de un buque quebrantado ofreció ventajas hasta entonces desconocidas. En fin, que no pasó inadvertido.
La lección de historia siguiente la reducimos, por larga. Resumiendo, Francia e Inglaterra comienzan con hostilidades en 1803, vamos, que no se aguantan. Bonaparte es nombrado emperador y decide invadir tierras inglesa. Incita al rey Carlos IV a declarar la guerra a Gran Bretaña (1804), le pica con aquello de que el país apresaba fragatas españolas repletas de oro a su regreso de América día sí, día no. Y llegamos a la batalla de Trafalgar. El 'San Juan' en el que Churruca y Elorza viaja responde al fuego enemigo a pesar de las múltiples bajas, quedan 683 infantes sabedores de que su destino está sellado. Muerto el segundo comandante por bala de cañón que arranca brazo y parte de costillas, Cosme recibe otra en la pierna, pero se niega a retirarse y exclama: «Esto no es nada, ¡siga el fuego!». No tarda mucho en morir, pero queda para siempre en la historia.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
Clara Alba y José A. González
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.