Sabíamos que Sevilla tiene un color especial, pero no imaginábamos que fuera el verde. Tal vez en ese pensaba César Cadaval cuando escribió la letra de la famosa canción, por aquello de que Sevilla sigue teniendo su duende, y a nosotros los duendes nos suenan a bosque, y el bosque a musgo, y el musgo a verde oliva, y la oliva nos devuelve a tierras sevillanas. El de Los Morancos se referiría al neologismo lorquiano, a ese concepto difícil de explicar que remite a una Andalucía preñada por la música y por la literatura, por el arte en su sentido más amplio. El caso es que el verde inunda la comarca de la Sierra Morena sevillana, que este año pidió al cielo lluvias... y lluvias le fueron concedidas. Azul celeste, tierra esmeralda, y el aroma de azahar que adora su gente.
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Tampoco pensábamos que la provincia de Sevilla fuera morada, hasta que contemplamos el ondeante manto lila de las viboreras que inunda los campos, sábana que acoge al visitante entre sus pliegues, que ofrece cobijo y descanso. Lo del rojo quedó impregnado para siempre en la retina de vascos y sevillanos tras la invasión de la Copa. De ese tono siguen ahora las amapolas, alegres y cantarinas sobre los campos, con sus pétalos papel cebolla y ese encantador rubor arrebatado.
Pasada la resaca futbolera, decidimos regresar al suelo que la consumó sin tocar la capital... el sobeteo a sus calles fue suficiente el pasado mes de abril. Queremos ensanchar fronteras, profundizar en la patria del milagro. Dedicarnos al senderismo y al cicloturismo, a los paseos a caballo y el buen yantar. A recorrer la bonita Vía Verde de la Sierra Morena Sevillana y sorprendernos ante el paisaje de película que dibuja el curioso Cerro de Hierro. A mirar las estrellas y desvelar sus secretos en esta zona declarada como Reserva Starlight. Descubrir pueblos y traducir patrimonio, conquistar restos de cartujas y explorar huellas mineras que hablan del pasado. Así que bajamos del avión con la idea de hacer la primera parada muy cerca del aeropuerto, por aquello de empezar esta cita cuanto antes; en la Hacienda Guzmán de La Rinconada (haciendaguzman.com), donde las fotos se pelean por conseguir el primer premio.
La palabra oleoturismo invoca el sentido de esta visita: conocer más de cinco siglos de tradición aceitera gracias a las distintas experiencias que ofrece. La historia comienza hace siglos, cuando Hernando Colón, hijo del famoso Cristóbal, se dedicaba a exportar a las Américas el aceite de oliva producido aquí. Años más tarde, entre los siglos XVI y XIX, los molinos de viga instalados en las torres del edificio lo convirtieron en una de las mayores fábricas de aceite de oliva del mundo. Contemplar, hoy día, la viga de caoba de 15 metros llegada a 2024 desde el XVII obliga a abrir los mucho ojos por la sorpresa. Ojos ciegos de un sol que se refleja en las bonitas paredes níveas de la finca, que ilumina las 150 variedades de olivos de 13 países diferentes plantados en uno de los mayores museos de olivos.
Pero íbamos hacia la Sierra Morena de Sevilla. A El Pedroso, por ejemplo, donde visitar las minas de La Lima, de las que extraían el hierro que dio de comer a muchos durante el siglo XIX. A su Museo de la Minería y la Escritura, para certificar, en el primero, que la zona albergó el primer complejo minero-siderúrgico de España, dirigido varios años por un vasco, Francisco Antonio Elorza y Aguirre; y, en el segundo, que en la localidad nació el fundador de la editorial Planeta, José Manuel Lara Hernández, de ahí la especial atención prestada a su trayectoria y a la del famoso premio literario deseado por muchos.
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Adelantábamos, hace unas líneas, que la región de acogida goza de cielos nocturnos bien iluminados. O, al contrario, de cielos nocturnos sin contaminación lumínica que perturbe a sus estelares moradoras. Las estrellas guiñan coquetas a quienes las contemplan, su titilar mantiene firme al sueño durante las noches, sobre todo cuando lo contemplan fanáticos de sus mensajes (en el buen sentido), de los datos que ellas y su brillo arrojan para que los humanos podamos recogerlos: ayuda a la orientación, narraciones sobre dioses mitológicos caprichosos, satélites en ruta. El embrujo lo traducen en ciencia observaciones a las que podrás apuntarte en tu propio alojamiento. Como la que disfrutarás, si quieres, en el remanso de paz de Las Navezuelas, en Cazalla de la Sierra (www.lasnavezuelas.com/), un alojamiento donde es sencillo recordar que sigues en Sevilla.
Si buscas algo distinto, también podrás dormir en el Monasterio de la Cartuja de Cazalla... o solo visitarla (www.lacartujadecazalla.com/). Tú eliges entre ambas opciones, pero haznos caso y pasa por allí. Los fenicios habitaron el lugar. Después llegaron los fihríes de Marruecos, que construyeron allí una mezquita. Espera, que la lista aumenta: Don Pedro El Cruel, rey de Castilla y León; Fray Lope de Olmedo, quien mandó levantar en el XV el monasterio de San Jerónimo de Acela... Hasta que en el año 1476 monjes Cartujos relevaron a los Jerónimos, antes de padecer la desamortización de Mendizábal, medida que convertiría en ruina el lugar. Poco a poco diversos dueños lo han ido rescatando, y para apoyar su subsistencia ha sido declarado Bien de Interés Cultural.
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Otro monumento, esta vez natural, nubla los sentidos en Constantina. Su nombre, para evitar despistes: Cerro del Hierro. Antigua explotación minera a cielo abierto, los romanos advirtieron enseguida sus bondades y comenzaron a explotarlas. Las bolsas de mineral extraídas entre crestas del karst dibujan hoy día un singular paisaje que parece modelado por un escultor loco. Roca por fuera, galerías por dentro, la vegetación inunda callejones por los que es posible caminar entre encinas y acebuches, alcornoques y quejigos. A tu aire o acompañado de guía, mejor lo último para desvelar secretos biológicos (dechacharacongaia.naturfriki.es/). Como que el labelo de las orquídeas 'Ophrys lutea' simula un insecto para atraer a los reales, que tratarán de copular sobre el doble falso y, tras la decepción, se llevarán el polen impregnado en las patas, repartiéndolo por el mundo, que al final es la misión de este engaño. O que la marca Chanel usa la preciosa jara pringosa ('Cistus ladanifer'), cuya flor asemeja a un elegante huevo frito, para mantener el aroma de sus fragancias más tiempo, vamos, como fijador.
Apunta, no digas luego que no te advertimos, junto al cerro pasa la Vía Verde de Sierra Morena. Obedece los pasos del viejo tren minero, acompañada por la ribera del Huéznar en gran parte, y cubre un total de 18,27 kilómetros desde la Estación de Cazalla hasta Constantina. La historia del antiguo trazado es modesta. La riqueza en hierro de los montes junto a San Nicolás del Puerto hizo que la sociedad escocesa 'Wiliam Baird Mining Cº Ltd' comprara en 1892 los derechos de explotación de estos filones. Para mover la producción tendieron un ferrocarril que enlazaba con la cercana línea de tren de Sevilla a Mérida. Ahora solo transitan por ella caminantes y bicicletas, deportistas de diverso pelaje que buscan dar labor a los músculos.
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Cambio de tercio pensando en enamorados de alojamientos sorprendentes, Constantina cuenta con uno de curioso pasado e inspirador presente. Los Pozos de la Nieve (lospozosdelanieve.com) aguarda en una antigua fábrica de hielo del siglo XVII resucitada con elegancia y extremo cuidado. Tanto que recibió el reconocimiento de la UNESCO con el premio Europa Nostra Awards 2006.
Algo más lejos, exactamente en Lora del Río, la Casa Palacio de los Leones (casadelosleones.com) impresiona tras su rehabilitación a partir de un edificio del XVII que conserva el estilo arquitectónico barroco original, pero luce moderno y confortable. Galerías de madera de estilo tradicional, con barandillas de hierro forjado, rodean el patio interior. Sus salones son el lugar ideal para leer y huir del cálido sol de mediodía.
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Quedan todavía varios destinos imprescindibles sobre los que emplearse. La deslumbrante Carmona, una de las ciudades más antiguas de Andalucía. De ahí sus dos alcázares y la acumulación de iglesias, conventos y palacios, de torres que pellizcan el cielo, campanas repicantes al unísono y casitas blancas como puntilla.
Situada sobre los Alcores, domina la Vega del Corbónes. Una visita guiada abre sus puertas, la más famosa de ellas, la de Sevilla, en el Alcázar que contiene la Oficina de Turismo (reserva allí la visita). El Alcázar formaba un complejo defensivo casi inexpugnable. Durante los siglos XIV y XV fue protagonista de importantes cambios; después, sería restaurado entre los años 1973 y 1975. Destaca la Torre del Homenaje, levantada hasta la altura del patio, con los sillares almohadillados intactos. Y la Torre del Oro, desde donde disfrutar de la panorámica sobre el municipio. También goza de un Patio de los Aljibes, con aljibe excavado en la roca y seis lumbreras alrededor.
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Otro acceso famoso es la Puerta de Córdoba. En época de Augusto, allá por el siglo I, Carmona vivió una etapa de paz y prosperidad que propiciaría la construcción de importantes edificios públicos, este entre ellos, con carácter defensivo y propagandístico... al verlo se quitaban las ganas de enfrentarse a él.
Tras el mostrador de la Oficina de Turismo recomendarán la Plaza de Abastos, en el solar donde antaño se situaba el monasterio de Dominicas expropiado para uso público de nuevo tras la desamortización de Mendizábal. Ramón del Toro firmó el diseño del actual mercado en 1842 imitando a las plazas mayores castellanas, pero a la andaluza, con gran patio rectangular y cuatro galerías porticadas que albergan lonjas para 28 puestos de estilo neoclásico. Solo un pequeño tramo de sus crujías corresponde al antiguo claustro conventual.
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También recomendarán, sin duda, el Hospital de la Misericordia y la Caridad; el cuidado de los enfermos se hacía gratis. Su fundación tuvo lugar en el año 1510, gracias a la protección de Doña Beatriz Pacheco, duquesa de Arcos. Llama la atención del turista la preciosa portada de ladrillo rojo sobre fachada blanca. Y el Convento de Santa Clara, dotado de iglesia, claustro y torre-mirador. Su historia remite a la conquista cristiana que el monarca Fernando III llevó a cabo en 1247. Carmona se había ido adaptando a las consecuencias de ser una ciudad del reino de Castilla. En el siglo XV se crearon las parroquias y levantaron los primeros conventos. Este es el más antiguo de todos.
Hay que acercarse, además, hasta el abigarrado Convento Madre de Dios, donde estilo mudéjar y barroco compiten. Parece que la fundación de la comunidad Dominica se sitúa a principios del siglo XVI. Y comprobar cómo late el corazón de la ciudad en la plaza de San Fernando, en cuyo centro encontrarás una farola de hierro forjado procedente de la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929. En su extremo noroeste luce la Casa de la Antigua Audiencia, levantada en 1588; con azulejo conmemorativo de la visita, en 1590, de Miguel de Cervantes, como comisario de la Armada Invencible. El resto de peculiaridades las puedes buscar en la web turismo.carmona.org, disponible con el fin de que cada cual adapte la visita a sus gustos.
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Tendrás que decidir si adoras más Carmona que Lebrija, otro objetivo obligatorio. O hacer lo que hace la mayoría, repartir amores, como cuando preguntan si quieres más a mamá o a papá. También allí las calles parecen enjambres de bordado y aguardan citas interesantes. Se trata de uno de los enclaves más señeros del Bajo Guadalquivir, una ciudad entre marismas, viñedos y alfares levantada en la frontera con Cádiz. Su historia romana y medieval ha quedado arraigada en el patrimonio artístico. Descubrirás la antigua Nabrissa entre calles, iglesias y casonas. Y verás cómo destaca en el horizonte la Giraldilla, torre denominada así por su parecido a la legendaria sevillana.
Deseosas de tu llegada esperan la Plaza de España, la Iglesia de las Concepcionistas o la Casa de la Juventud que evoca la Lebrija romana. Aires aflamencados, cantes de flamenco y un centro dedicado a este género musical despeinan los cabellos de la capital de la comarca de Las Marismas, cuna de Antonio de Nebrija, autor de la primera gramática de la Lengua Castellana.
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En hogares del fino como Bodegas Halcón acercan la historia (bodegashalcon.es) de los caldos, hablan del pasado y muestran cómo era la arquitectura antaño. En la calle Camino del Aceituno 4 observarás trabajar al último superviviente de una labor tradicional que se extingue, el alfarero Juan Sebastián López. Ademas. antiguas narraciones recordarán un orgulloso pasado tartésico que los Seis candelabros de Lebrija confirman (siglo VII a. C.), el que enlaza con aquel pueblo por el que los griegos conocían a la primera civilización de Occidente.
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