Ruta hacia un impresionante mirador poco conocido de Cantabria

Llegar por carretera es muy sencillo: partimos desde Bilbao por la A-8 hasta Colindres, donde cogeremos la salida 173 (Colindres/Logroño/Burgos) de la N-629 hasta Ramales de la Victoria. Desde allí, nos desviaremos por la CA-256 hacia el puerto de la Sía (indicación para el Centro de Interpretación de los Collados del Asón). 17 kilómetros más adelante está nuestro primer destino.

Aparcamos el coche, atravesamos el parque de Cagigas por un sendero de unos 100 metros y vivimos una primera experiencia apabullante: en nuestra visita la intensa lluvia se calmó con un sol vibrante que terminó con un arcoiris abriéndose sobre nosotros. La sensación de vértigo en el mirador del Gándara es total mientras caminas por el suelo de rejilla. Las piernas tiemblan conforme avanzas hacia el borde de la plataforma.

Elegir la época del año para ir es importante. Este espectáculo natural solo se puede contemplar en época de lluvias o tras el deshielo. Se puede observar en toda su majestuosidad el nacimiento del río Gándara y sus cascadas; da la sensación de ser una escalera de agua que se va deslizando bruscamente sobre la roca. La estructura metálica nos ofrece una vista completa de todo el valle del Asón. Muy cerca tenemos el Centro de Interpretación de los Collados del Asón.

Volvemos al coche para remontar la carretera hacia el Collado de Asón y empezamos una corta pero preciosa sucesión de curvas serpenteantes que nos llevarán hasta una de las joyas de Cantabria: el mirador del nacimiento del río Asón. Ante nosotros, como se puede ver en el detalle de la foto principal, la cascada de Cailagua, de 50 metros, a la que solo asusta la llegada del buen tiempo porque minimiza su caudal y le hace perder algo de su imponente presencia. La leyenda cuenta que en una cueva situada en el interior de la cascada vivían dos anjanas, hadas buenas en la mitología cántabra, una con cabellos largos y dorados, y otra con una larga melena de color plateado.

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El sombrero de nieve que lucía el día de nuestra visita subía un peldaño más su capacidad de embelesarnos. El mirador está bien señalizado pero su ubicación está justo en una curva, eso sí muy abierta, donde los coches paran para sacar las fotos de rigor desde uno de los mejores puntos para inmortalizar el momento. Durante todo el camino tenemos la sensación de que el valle nos va a atrapar de un momento a otro. La carretera atraviesa zonas boscosas que nos dan la paz necesaria para no sentir vértigo por las alturas. Un grupo de cabras nos acompaña durante unos minutos antes de llegar a nuestro último destino.

Nos encontramos en Arredondo, situado al pie del puerto de Alisas y bañado por el río Asón, conocido como la capital del mundo por la cantidad de indianos que partían desde allí hacía América. La placa de cerámica adosada a una casa justo en la entrada del pueblo llama la atención a cualquier forastero. Sorprende la descomunal torre cilíndrica que escolta a la iglesia de San Pelayo. Según cuentan, la intención del constructor era poder divisar el mar. Por desgracia, se quedó bastante lejos y no pudo superar la altura del valle.