Empezamos nuestro itinerario frente al Kursaal. Fue el navarro Rafael Moneo quien ideó este edificio referente de la ciudad. Creador de prestigio internacional, cuenta con el Premio Pritzker, considerado el Nobel de la arquitectura. No dejó a manos de otros ni la elección del ... equipamiento, incluso butacas y elementos de iluminación o madera quedaron señalados por su dedo índice.
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Imaginó dos 'rocas' de cristal varadas junto al mar para perpetuar la geografía. La cara interior transmisora de luz directa, la exterior de luz reflejada. Suma además récord: ser la mayor fachada LED de España y una de las más grandes del mundo, 1.500 metros cuadrados de pantalla mimetizada que hace brillar aún más el inmueble vanguardista. La aparente frialdad encuentra calidez con el recubrimiento en madera de suelo y paredes. La inferior, de roble teñido, la de pared, de cedro canadiense. Solo la Sala de Cámara viste distinta con pino de Oregón. En conjunto, 60.000 metros cuadrados, nada menos.
Los datos podrás conocerlos en una visita guiada. Bajo demanda, durante una hora (reservas: 943003000 o yrodriguez@kursaal.eus). El inmueble, digno de premio, se ha llevado varias medallas para colgar en la pechera. Su nombre proviene del alemán kur (cura) y saal (sala); etimológicamente significa 'sala de curas'. Aunque ahora ayuda al alma con sus propuestas culturales, antaño un kursaal era un edificio multiusos típico de balnearios centroeuropeos que acabó unido a los casinos, de ahí el antiguo Casino Kursaal.
Nos retrotraemos a la historia del solar, donde se inauguró en 1922 la sala de juegos ya desaparecida que aumentaba la fama del San Sebastián de la Belle Epoque, la reina María Cristina presidió su ceremonia de apertura. Aquella función duró solo dos años: en 1924 Primo de Rivera decretaba la prohibición del juego. Desde entonces se dedicó al teatro. Tras su derribo en 1972, pasan años hasta que las obras del palacio de congresos arrancan en 1995; en 1999 comienza la actividad en la Sala de Cámara con el primer congreso. Desde entonces, muchos rostros conocidos han pasado por la caja de hormigón que es su Auditorio, entre ellos los participantes del Festival Internacional de Cine.
Ve ahora hacia el casco viejo, a la calle Fermín Calbeton 3. Los prestigiosos Restaurant & Bar Design Awards 2020 declararon al Txalupa el bar más bonito del mundo. Sus creadores, El Equipo Creativo, pretendían emular las típicas embarcaciones. De hecho, cuando entras, la barra simula una. La sensación de hallarse en el mar, de navegar inmerso en las aguas del océano, la ofrecen preciosas cerámicas artesanales de color turquesa.
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Alza la vista al techo, encontrarás cuerdas que aportan mayor realismo. También aparecen en las paredes con la idea de transmitir la sensación de las redes de pesca tradicionales. El ambiente cambia en el piso de abajo, dedicado a comedor. Se llega gracias a una escalera de color rojo que simboliza el tránsito hacia un espacio íntimo y secreto. Allí la sofisticación gana terreno. Ya que estás dentro, aprovecha y toma algo. La barra de pintxos es amplia, sobre todo tiene fama su tortilla y las croquetas de jamón, bacalao y txipiron.
Camina después hacia la Catedral del Buen Pastor. En la calle Hondarribia se encuentra el Hotel Arbaso, perfecto para amantes de la arquitectura y el diseño. Edificio de 1917, sus habitaciones miran al templo neogótico. Revisa su fachada neoclásica con elementos eclécticos, la piedra de sillería. El remate en balaustrada, la arquería del lado norte de la plaza. La combinación del gris de carpinterías con el naranja de la piedra arenisca, «característica de la arquitectura vernácula de principios de siglo», especifican.
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Si accedes a la recepción desde el Restaurante Narru (donde saborear distintos platos y un excelente desayuno degustación), tus ojos quedarán hechizados por la chimenea y la obra 'Muros de luz', del artista bilbaíno Aitor Ortiz. Arbaso significa «ancestro», por eso verás mármol negro Markina y uniformes basados en trajes vascos. Las sillas, de inspiración mid-century, acompañan el diseño de la lámpara 'Akari', original de Noguchi, hecha a mano con papel 'washi' tradicional japonés.
Alojarse supone disfrutar de preciosas habitaciones ideadas por el estudio de Arquitectura Fiark. El sumun: la dúplex con chimenea. Relajarse acunado por el estilo. Cabeceros de cuero y suelos de roble las visten. «Las mesas de noche se diseñaron tomando como referencia las piedras cilíndricas de los harrijasotzailes. La lámpara de lectura es diseño original de Norman Foster. Y la flotante un modelo 'Maija' de Ilmari Tapiovaara», agregan. Acumulación de placeres.
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En todas las plantas se respira carácter vasco, material que tienen que ver con nuestra tierra como madera o acero. En las habitaciones con sala de estar, un tronco de madera de roble sirve de mesa. Apunta otros extras en los que fijarte: sofá modelo Boho de Maison de Vacances y modelo 'Remos'; lámpara de suelo 'Cesta' de Miguel Milá; mesa de madera de nogal realizada por los artesanos de Arkaia; lámparas de mesa diseño Lea de Matteo Nunziati; lámpara 'Nagoya' diseñada por Ferran Freixa Jové... Un lujo para los sentidos y los ojos.
La ruta termina en Tabakalera. Solo debes escribir a info@tabakalera.eus o llamar al teléfono 943118855 para reservar la visita gratuita al magnífico edificio repleto de cultura e historia. Maider recibe al grupo para especficar sus servicios y cómo resurgió de las cenizas, expresión muy adecuada en este caso, teniendo en cuenta que allí se hacían cigarros.
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«En 1912 fue inaugurado como fábrica de tabaco, con mayoría de trabajadoras mujeres, ya que era precisa una labor manual fina y no venía mal mano de obra más barata», cuenta. La producción duró noventa años. El documental 'Archiveras del humo', colgado en su web (www.tabakalera.eus), habla de aquellos tiempos. Tras el cierre, se decide crear un centro de arte contemporáneo para evitar que aquella mole fantasmal afeara la ciudad. «El estudio arquitectónico barcelonés Jon y Naiara Montero ganó el concurso. Crearon en la planta 0 el espacio abierto 'Plaza', sobre el que se eleva una escultura, 'Kuboa', de Julio Le Parc, cuyas 2.229 piezas de acero inoxidable pesan, aunque no lo parezca, una tonelada», añade.
Piso a piso, sala a sala, la cicerone destramará la estructura del inmueble cuya entrada original deja sin aliento. «Imaginad a las trabajadoras accediendo cada día por aquí, subiendo la enorme escalera que se ha mantenido, por la que ahora subimos», comenta mientras advierte que en esa zona siempre aguardan instalaciones auditivas, así que atentos.
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Durante el recorrido podrás cruzarte con artistas que han sido becados para proyectar sus obras entre los 37.000 metros cuadrados que ocupa el edificio, vecinos que aprovechan servicios como la biblioteca, las salas de estudio (algunas muy originales, ya verás), las de ensayo de baile (fíjate antes de verlas en el suelo, hay un tramo del original) y otros todavía más curiosos como el destinado a los instrumentos musicales, que puedes tocar, o el ping-pong, «uno de los más demandados», bromea. El broche de oro: la terraza con vistas a la capital guipuzcoana.
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