Rocas areniscas que inspiran
De Jaizkibel a Getxo ·
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De Jaizkibel a Getxo ·
Las areniscas son rocas bonitas. Delicadas, frágiles, arenosas y coloridas, guardan en su alma un tiempo pasado que ya se remonta tan lejos como 40 millones de años. Tan bonitas que hasta pueden presumir de que su mineralización puede dar vida a una de esas ... flores raras, bella también, única y endémica de los paisajes vascos, que es la Armeria euscadiensis. La armeria fue descubierta, pensaremos que por casualidad, por un botánico galo mientras se daba un paseo por el monte Urgull en San Sebastián. El tal Georges Rouy se llevó del campo unas flores y, tras analizarlas, las clasificó como una variante de la Armeria cantábrica y, aunque esta es una especie de montaña, así quedó registrado en el herbario universitario de Lyon.
Aquella errónea conclusión fue desbaratada por un salmantino en 1956, tan especialista él en armerias que había hecho una tesis sobre ellas; Francisco Bernis, el salmantino, dijo que no era cantábrica, que era como la Armeria pubinervis, parecida pero distinta y no una variante. Sembrada la duda, dos franceses se vinieron a la costa de Gipuzkoa a buscar flores y no fue hasta junio de 1965 cuando Jean Vivant encontró un ramillete de armerias en la misma bahía donostiarra. Otro ramito más encontró en 1973 en Jaizkibel, y en mayo del año siguiente, uno más en Cabo Higer. Pues sí, eran distintas y especiales y por eso les pusieron ese apellido que tanto nos gusta: euscadiensis. Y no era casualidad, crecían siempre, como en la escasa veintena de rincones donde aparecen, en suelos de bonitas rocas areniscas.
De esos suelos de hace cuarenta millones de años se enamoró el escritor Víctor Hugo cuando, mientras residía en Pasajes, se marchaba a pasear por la costa de Jaizkibel. Tanto le emocionaban las areniscas que en 1843 escribió en su libro 'Alpes et Pyrénées' «...la arenisca es la piedra más divertida y la más extrañamente modelada que existe. Es entre las rocas como el olmo entre los árboles. No hay aspecto que no adopte, no hay capricho que no cumpla, no hay sueño que no realice; tiene todos los rostros, hace todas las muecas. Parece estar animada por un alma múltiple. Aquí en Pasajes, la montaña, esculpida y trabajada por las lluvias, el mar y el viento, está poblada por la arenisca de una infinidad de habitantes de piedra, mundos inmóviles, eternos, casi pavorosos».
Pues así es, en Jaizkibel, en Hendaia, en Getaria, en el Cabo Billano de Gorliz, en Getxo, las areniscas dibujan caprichos y fantasías de colores. Aquello que fueron simples arenas compuestas en su mayor parte por microcristales de cuarzo aglutinados por una masa de cemento silíceo ha venido erosionándose por la agresiva acción del mar y los vientos costeros generando un sinfín de formaciones de fantástica atracción visual. Los geólogos les llaman iconoformas y en Jaizkibel, cuando baja la marea, se pueden encontrar, entre acantilados de bellísimos colores y desgastadas rocas con cavidades alveolares. Las areniscas no dejan a nadie impasible.
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