La roca que hace equilibrios sin moverse
Arrikulunka (País Vasco francés) ·
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Arrikulunka (País Vasco francés) ·
Yo nunca lo he visto. Y he visitado Arrikulunka en varias jornadas de estas de otoño, cuando ese viento sur endiablado sacude las hojas de las hayas y se las lleva lejos, muy lejos. Ni siquiera en esos ratos he visto moverse el pedrusco gigante ... de Arrikulunka. Tampoco lo he logrado empujando desde ninguna de sus esquinas, aunque no soy un forzudo, lo reconozco. Tampoco con ayuda de varias personas.
No, Arrikulunka no se mueve, pero a la vista parece en un ajustado equilibrio que nos hace creer lo que la vieja tradición pregona. Arrikilinka o Arrikulunka fue lanzada según la leyenda por el mismo Roldán con la intención de estamparla contra la capital navarra, Pamplona. Pero no lo hizo con fuerza suficiente de modo que se quedó en esta ladera del monte Hargibel, haciendo equilibrios y provocando, según cuenta el relato, que cuando el viento sur la mueve resuene como una campana.
Es fácil que subiendo camino de Hargibel, emocionados con llegar a dominar las praderas bajo el caos de rocas de la cima pasemos de largo sin reconocer el pedrusco. Sus cinco lados irregulares configuran una losa lisa en el lado que mira al cielo y con apenas dos puntos de apoyo sobre su base que se acerca a los 10 metros en el lado mayor. Le han calculado unas 10 toneladas de peso y eso no lo mueve el viento así como así, tampoco ningún vasco forzudo, que sepamos.
Arrikulunka no está sola y, aunque es una de las más grandes de las areniscas del lado norte de Hargibel -tumbada bajo sus 988 metros-, se confunde con otro montón de rocas que parecen haber sido arrancadas a la montaña. Y no es para menos, porque entre todas ellas hay unas cuantas que presentan aspecto redondeado y son restos de una cantera molera en la que se tallaron las piedras para los molinos de la comarca. Eso sucedió hace no demasiado tiempo. Del lanzamiento de Arrikulunka por Roldán no tenemos datos anotados en los libros de historia pero sí de otros acontecimientos sucedidos por estas alturas de horizontes inmensos.
No lejos de allí, un poco más al norte, se encuentra el collado de Berdaritz, marcando la muga entre las dos navarras, entre Baztán y Aldudes. Hasta él sube, desde el lado baztanés y entre hayas, el trazado de una impresionante calzada, que dicen de Napoleón probablemente porque por estos pasos de montaña escaparon de vuelta a su país los soldados del emperador cuando en 1813 eran acosados por el ejército de Wellington durante la Guerra de la Independencia.
Hacia el sur, las alambradas que obligan a los ganados a quedarse en territorio gobernado por los estados francés o español, sortean una de las más impresionantes alineaciones de monumentos megalíticos de nuestras tierras vecinas: túmulos, dólmenes y menhires reivindican su memoria bajo el cielo.
Quien diga que en estas montañas queda el silencio de una naturaleza salvaje se equivoca. La mano humana está grabada en el paisaje, en cada piedra, bajo los árboles, allí por donde todavía podamos pasar.
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