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Rendirse a las Tierras del Burgo

Rendirse a las Tierras del Burgo

La comarca soriana atesora maravillas naturales y culturales, coquetos pueblos y aguas medicinales donde relajarse

Jueves, 2 de mayo 2024, 19:35

Todos los viajes tienen su encanto. Cualquier destino atesora rincones inolvidables para la retina, sobre todo cuando se sabe mirar. Pero hay algunos que acarician las emociones y provocan sentimientos. La soriana comarca de las Tierras del Burgo es uno de ellos. Tres horas desde Bilbao, veinte minutos menos desde Vitoria, acercan a un paraíso natural y cultural donde abandonarse a la relajación. Soria forma parte de la España vaciada, y tal vez esa característica haya salvaguardado riquezas que poco tienen que ver con el dinero. Porque no solo es rico quien advierte sobrepeso económico, sino quien se alimenta de tranquilidad, belleza y respeto por la tierra.

El lema turístico de la provincia dice mucho de lo que espera: 'Soria, ni te la imaginas' (www.sorianitelaimaginas.com). Las cinco palabras anuncian un destino desconocido por muchos, adorado por quienes cruzan su frontera. La cabeza visible del territorio la pone Burgo de Osma. Antigua ciudad episcopal, alza la testa sin complejos, conocedora de su embrujo. Por algo aparece en la lista de Pueblos Bonitos de España. Declarada Conjunto Histórico, nació celtíbera y creció romanizada. Lamida por los ríos Abión y Ucero, antiguas murallas adornan sus callejas de típica arquitectura, con casas que rinden pleitesía a la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción. Adoran también un bien más prosaico, el cerdo, que aparece servido en los platos (son famosos los torreznos), y esculpido en la plaza principal.

Catedral de Nuestra Señora de la Asunción. Milos Kubus

Establecemos la base de operaciones en la villa, dentro de un edificio magnífico: el hotel Castilla Termal Burgo de Osma (www.castillatermal.com). Emblemático inmueble, acogió ya en el siglo XVI la Universidad de Santa Catalina. Superar el arco de medio punto de entrada bajo la vigilancia de la Santa y el escudo imperial de Felipe II para encontrarse con el amplio claustro es una experiencia en sí misma. No imaginan los ojos la apabullante imagen. Imposible mantener indiferencia ante la combinación de elementos antiguos y modernos, de gárgolas y cúpulas de cristal, columnas y sillones. Quienes allí se alojen descubrirán amplias habitaciones que velaron por la concentración de sus estudiantes. Fieles a la atmósfera y el ambiente histórico del lugar, a ese aura de misterio que impone el paso de los siglos sobre las paredes. Desde su Gastrobar La Universidad, en el patio renacentista, podrán clientes y visitantes repasar cada detalle, cada monstruo esculpido o blasón. El espacio sirve platos y copas a propios y extraños, pues son muchos los que se acercan para admirarlo. Los paneles que acompañan las puertas del segundo piso podrían ilustrar códices luminosos. Cuenta, además, con SPA y Wellness, cuyos tratamientos disfrutan huéspedes y externos. Para añadir al viaje experiencias relajantes. Gracias a aguas mineromedicinales declaradas de utilidad pública.

Gastrobar en el claustro de la antigua Universidad de Santa Catalina. López

Entre lo mejor, un secreto, regalo para los sentidos: la 'Experiencia San Baudelio'. Propone recorrido guiado para un máximo de seis personas entre espacios húmedos y secos, frío y calor. Para depurar el cuerpo. Lo especial: dentro de un espacio que reinterpreta la ermita mozárabe de San Baudelio, surgida en el siglo XI en Casillas de Berlanga, a solo 33,3 kilómetros. En la original, sobre suave ladera al arrullo del río Escalote, aplaudirás las excepcionales pinturas. Considerada joya de la arquitectura prerrománica hispana, es conocida como «La Capilla Sixtina del arte mozárabe». En la reproducción admirarás una copia de los frescos románicos más antiguos del país y la gran columna de ocho arcos de herradura, mientras disfrutas de los baños con una copa de cava. Un regalo merecido y accesible al bolsillo.

La columna central de San Baudelio de Berlanga se extiende en el techo como las ramas de una palmera.

Mimados cuerpo y mente, partimos hacia La Fuentona de Muriel. Solo 34,4 kilómetros separan Burgo de Osma del paraíso. Podríamos resaltar que se trata de un Monumento Natural, y esto ya debería suponer suficiente estímulo. Decir que al norte de Muriel de la Fuente espera esta laguna creada en el nacedero del río Abión quien, tras besar la fértil huerta, se funde en un abrazo cómplice con el río Ucero en nuestra villa de origen. Que ha sido imposible explorar todas las galerías subterráneas creadas por el manantial. Podríamos además confirmar que a esta surgencia de origen kárstico la llaman también Ojo de Mar. Que domina sus tierras la sabina albar y recomiendan detenerse en la Casa del Parque 'El Sabinar' (Tf. 975188162), antiguo Palacio de Santa Coloma, para pedir información. Podríamos mencionar solo eso, pero lo verdaderamente importante es que sus aguas cristalinas rinden a quien las observa. Que verde y azul tiñen la humedad, verde de las plantas que habitan el fondo del lago, azul del cielo que lo usa como espejo. Que el camino, plagado de pasarelas entre árboles y acompañado por el río, enamora el alma. Igual que la cascada precipitándose sin temor al vacío. Incluso podríamos dedicar más líneas a describir este diamante de fácil acceso, pero ninguna palabra hará justicia a su belleza. Solo allí entenderás lo que intentamos transmitir.

La Fuentona de Murial, Monumento Natural, es considerada uno de los paisajes más bellos de Soria. López

De regreso a Burgo de Osma, para en el pueblo medieval de Calatañazor. La tradición asegura que en él perdió Almanzor el tambor, es decir, su imbatibilidad. Allí el tiempo se detuvo, incapaz de renunciar a las vistas sobre la vega del río Milanos. Las empinadas calles lucen flanqueadas por casas con entramado de madera de sabina, encestado de ramas con barro, adobe o ladrillo, como escenario de un cuento narrado al abrigo de la chimenea, en noche cerrada.

Calle principal de Calatañazor. López

Abandonada la historia, el segundo baño en la naturaleza indispensable lo ofrece el Parque Natural Cañón del Río Lobos (www.cañondelriolobos.com). En Ucero, a 17,2 kilómetros del epicentro de esta excursión. Considerado uno de los espacios naturales más importantes de la provincia es, además, Zona de Especial Protección de Aves (ZEPA) en el marco de la Red Natura 2000. Con su continuo fluir, el agua ha horadado durante siglos las formaciones kársticas, creando un impresionante desfiladero repleto de vegetación de ribera y bosques.

Ermita románica de San Bartolomé. López

En la zona de Ucero, parte baja del cañón, aparecen los paisajes más destacables. Multitud de senderos señalizados vertebran el lugar. Puedes informarte en la Casa del Parque. La visita básica se completa en un par de horas. Un camino asfaltado permite avanzar en coche unos 2,5 kilómetros dentro del Cañón hasta tres áreas de aparcamiento, la última, Valdecea. Allí arranca un paseo de un kilómetro, por La Senda del Río, hasta la ermita románica de San Bartolomé, enclavada frente a moles rocosas. También hay una pista forestal, por si llevas coche de bebé.

Dicen del edificio que fue sede templaria, que su arquitectura amplifica el poder del Cañón al enclavarse en un punto equidistante respecto a los dos extremos de la Península, el Cabo de Creus en Gerona y el Cabo Touriñán en Galicia. Junto a la ermita, un camino asciende al 'Balconcillo' para contemplar, a través de una ventana natural en la roca, la panorámica. Quienes deseen caminar más pueden seguir la Senda del Río, ruta lineal más buscada que enlaza ambos extremos del Parque Natural tras 25 kilómetros. En cualquier punto del camino es posible dar la vuelta para regresar. Y volver a Burgo de Osma, donde premiar el esfuerzo con un masaje relajante en Castilla Termal, por ejemplo.

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